por Adrián Cangi y Ariel Pennisi
Publicado en la revista Confines Nº 28/29, 2012
“La heterogeneidad lógica y ontológica que separa lo Común de lo Universal, se presenta, hoy, como alternativa política entre Multitud y Estado. Los individuos que componen la multitud posfordista exhiben una “naturaleza común” como propio presupuesto real (inseparable): exhiben por entero, entonces, el proceso de individuación del cual son la conclusión extrema. Llámese general intellect o cooperación lingüística, a este presupuesto común que está a punto de prorrumpir en primer plano como inédito principio constitucional, soviet del trabajo cognitivo, democracia no-representativa. El Estado, que se contrapone a la multitud, no hace sino transponer lo Común en un conjunto de requisitos universales, de los cuales sólo él puede detentar legitimidad. El Estado posfordista asegura una suerte de subrepticia realidad político-militar a aquella ens rationis que lo Universal, como tal, es. La democracia representativa y los aparatos administrativos operan la sustitución sistemática de lo Común, individuable, pero no-predicable, por lo Universal, predicable, pero no-individuable.”
Paolo Virno
1.
Paolo Virno es un filósofo conocido por una afirmación conceptual y empírica que promete ser una de las críticas más agudas de la filosofía política, con efectos en las prácticas políticas contemporáneas, para aferrar nuestro tiempo al pensamiento: “la multitud constituye, hoy, la forma fundamental de existencia política. No sólo un paréntesis incidental, sino un estable modo de ser”.En un tiempo en el que la multitud escribe con sus conductas concretas negro sobre blanco relaciones entre regularidad y regla e indistinciones parciales entre cuestiones de derecho y de hecho, Virno señala que este modo de ser constituye una categoría “histórico-natural” donde pulsiones y lenguaje, proposiciones gramaticales y empíricas, han adquirido una inmediata relevancia política.
Los “muchos” de la multitud introducen en la esfera pública la incerteza y la potencialidad indiferenciada abriendo este modo de ser a sistemas políticos irregulares. Aquellos que Hobbes llama “sistemas anormales” con relación al derecho. Sin embargo, Virno reconoce que sería un error creer que la multitud puede terminar con el “Uno” como tal. Cree que el “Uno” que los “muchos” tienen en su propia espalda reúne una pluralidad de singulares con la fisonomía de recursos técnico-productivos que corresponden a aquello que Marx llamó General Intellect o cerebro social. Las propiedades transindividuales de la facultad humana de pensar con palabras se transformó en la principal fuerza productiva del capitalismo maduro. Constituye para el animal lingüístico desambientado un modo común de compartir entre los hombres y la concreción histórica de fuerzas productivas posibles. Así, lo que reúne no es el “Uno” sino las facultades del cerebro social en relaciones cooperativas. Para los materialistas que no abandonan al hombre para pensar pero que tampoco lo reducen a torpes datos empíricos, nada sobrehumano insiste en la cultura del presente. De modo especulativo y sin pompa Virno piensa una antropología y una lógica, desde un punto de vista condicionado y finito, que no deja de valorar de cara a lo abierto lo ilimitado y creativo producido por el General Intellect para dar cuenta de la fugitiva realidad que aparece en la penumbra y se hace superficie del mundo.
2.
Las reflexiones experimentales de Virno cierran E così via, all’infinito. Logica e antropologia (2010). Las reflexiones que abre en estos apartados repercuten en toda su obra mientras proyectan una mirada por venir. Bajo el título “Reflexiones experimentales sobre lógica y política” concibe dos abordajes. La primera reflexión “El así llamado ‘mal’ y la crítica del Estado” bascula entre el exceso pulsional del animal abierto al mundo y la modalidad de lo posible en la ambivalencia de la multitud. Tiene por objeto mostrar que la multitud contemporánea, en el curso histórico del éxodo de la soberanía estatal, puede abrir simultáneamente, o bien un paralizante regreso al infinito, o bien una oportuna metamorfosis en instituciones políticas. Usando como método un entendimiento no dialéctico de lo negativo, Virno dirá que “la multitud es negación y negación de la negación”, desinhibición y limitación basadas en la oscilación permanente.
La segunda reflexión “Los ángeles y el General Intellect” abre la filosofía política a la historia de la filosofía para pensar a la luz del principio de individuación la oposición entre Común y Universal y establecer la reciprocidad entre Común y Singular. Esta constituye a nuestro juicio una reflexión capital para la filosofía del presente. El propio Virno reconoce que la reciprocidad entre Común y Singular recorre senderos y relaciones impensadas donde las brújulas del pensamiento enloquecen. Sin duda pensar el principium individuationis tiene consecuencias lógicas, metafísicas y políticas.
La “naturaleza común” o lo “preindividual” obliga a renunciar en el dominio de la lógica formal al principio de identidad y de tercero excluido para abocarse a una lógica del concepto. En la historia de la filosofía moderna la lógica del concepto pertenece al giro que produce la lógica trascendental de Kant. Como lo recuerda Hyppolite en Logique et existence (1952) Kant ha llamado en una carta a la lógica trascendental su ontología. Se trata de una nueva ontología en tanto que remplaza la lógica del ser en un mundo de la esencia, en el ser de lo lógico. Si Kant abre el camino, Hegel lo profundiza. La lógica especulativa de Hegel comienza con lo trascendental y empuja a su fin la reducción de lo antropológico. Se trata de la profundización de la dimensión del sentido. Dimensión que no es sólo sentido, es la génesis del sentido que traza el camino hacia la inmanencia.
Pensar adecuadamente la “naturaleza común” como lo hace Virno, en un sentido lógico y antropológico, como una intersubjetividad transindividual, pública y colectiva, anterior a la formación de los sujetos, que arroja luz al “nexo Común-Singular”, requiere de una lógica trascendental. La lógica entre Kant y Hegel controla la metafísica: el secreto del ser es la posibilidad misma del ser, pero esta posibilidad separada del ser es un espejismo ontológico que permite creer en una metafísica, en una sustancia distinta de sus accidentes, en una causa distinta de sus efectos, en una posibilidad ontológica distinta de la realidad óntica. De la Cítica de la razón pura de Kant a la Lógica de Hegel, este último lleva al interior del movimiento de su pensamiento a Kant: la lógica del ser corresponde a la estética trascendental, la lógica de la esencia corresponde a la analítica trascendental y la lógica del concepto corresponde a la dialéctica trascendental. Una lógica de lo sensible, del entendimiento y de la especulación evitaría la metafísica porque la “logicidad del ser” remplazaría al ser de lo lógica.
Resulta imprescindible comprender el movimiento de la metafísica a la lógica en la filosofía moderna para seguir la línea que Virno llamará “metafísica”, que no es más que la “logicidad del ser” que permite deducir del proceso de individuación consecuencias políticas como el concepto de Multitud.
3.
La posición de Virno es subsidiaria de un modo realista para pensar la “logicidad del ser”. No se trata del realismo propio del siglo XIX de los jóvenes hegelianos y de su herencia contemporánea que centraliza al hombre como Universal, sino de un “realismo de lo Común” que permite hipotetizar una “ontología pre-crítica” que antecede a las categorías de Kant y a sus efectos en Hegel, para valorizar la existencia efectiva de una realidad preindiviual y antepredicativa.
Entre Ordinatio (1307) de John Duns Scoto y L’individuation psychique et collective (1989) de Gilbert Simondon, Virno se desplaza por fuera de la que considera la abstracción de lo Universal, de la unidad numérica y de las lógicas de la representación para pensar la “naturaleza común”. Entre el mundo medieval y el contemporáneo busca las fuentes ontológicas de los conceptos de multiplicidad y multitud para trazar la implicancia política que separa lo Común y lo Universal en la disputa entre la multitud ambivalente y el Estado posnacional.
Se detiene en el ser concreto y completo de la “naturaleza común”, es decir en lo preindividual como la realidad de las multiplicidades que superan al individuo en cuanto ser individuado. Se aboca al interminable proceso de individuación dinámico que acompaña a la vida individuada. El centro de la tesis que recupera entre Duns Scoto y Simondon pone el acento en la pertenencia preliminar a lo Común del individuo en vías de individuación, más allá de los predicados universales y de los debates categoriales entre realismo y nominalismo. Radicaliza –para pensar el concepto de multitud y la figura del trabajador cognitivo como pilar de la producción de sociabilidad y de riquezas– aquello que por sustracción (“menos que Uno”) o exceso (“más que Uno”) permite hacer emerger el sistema de las multiplicidades y el sistema “metaestable” para dar cuenta de lo Común. Lo que escapa a la unidad y a la representación corresponde sin embargo al individuo componiéndolo en su pertenencia a la “naturaleza común”. Naturaleza real independiente del intelecto aunque constituyente del individuo.
El problema que separa a Virno de las radicales filosofías de la Ilustración emancipatoria, a las cuales adscribe en parte, es una metamorfosis de las prácticas productivas y relacionales contemporáneas. Se distingue del movimiento de Kant a Hegel por la concepción Universal como fin categorial predicable aunque no individuable. Más cerca de una lectura contemporánea de Marx, se interesa por lo Común individuable aunque no predicable.
4.
Virno cree que nuestro tiempo está llamado a pensar una individuación modal que consiste en el pasaje de un modo de ser en potencia a otro en acto, conservando en la estructuración de lo individuado energía potencial que prosigue actualizándose en montajes sucesivos de determinadas estructuras. Si bien vuelve a la analogía entre “potencia/acto” y “preindiviual/individuo”, siguiendo la tradición de Aristóteles a Tomás de Aquino que insiste en Duns Scoto y persiste, aunque cuestionada, en Simondon, no deja de trabajar con el reconocimiento tácito del par “virtual/actual” que proviene de Bergson y resulta capital en la filosofía de Deleuze. Este último es bien preciso para pensar la gran fórmula que Virno recupera de la tradición: “lo Común es Singularidad-en-Potencia (virtual) y la Singularidad es lo Común-en-acto (actual)”. En tanto que el par virtual-actual asegura una inmanencia absoluta, el par potencia-acto, dependiendo de las tradiciones de lecturas y usos, puede deslizarse hacia la trascendencia.
La singularidad que es lo Común-en-acto permitiría mostrar que el individuo es más y menos que la especie, aunque nunca resulta equiparable a ésta. El individuo se afirma por su potencia de obrar y agrega a la “naturaleza común” el modo de ser de la última actualización en un proceso ininterrumpido de individuación que dura lo que el organismo vive. Pero nunca el individuo individuado reúne la perfección de lo Común porque sólo es una de las tantas posibles determinaciones y de ningún modo puede exhibir lo Común en sí. Virno vincula al individuo ya individuado a lo Universal que debe su posibilidad de individuación a lo Común, mientras lo Singular mantiene una relación entre multiplicidades. La afirmación de lo Singular es la diferencia real que distingue a un individuo del resto por algo positivo que éste agrega a la especie. De lo Común como Singularidad-en-Potencia surgen las experiencias colectivas de cooperación productiva y conflicto político que conservan lo preindividual y radicalizan lo transindividual.
La Multitud como concepto político conserva la potencia preindividual que va desde un fondo indiferenciado a la esfera pública transindividual. Vale decir, que para Virno, la relación entre lo Singular y la Multitud es plena: lo colectivo afina y potencia la Singularidad porque es el ámbito en el que lo preindividual se transforma en transindividual. Virno y Deleuze sostienen, vía Simondon, la misma fórmula: los individuos son “individuos de grupo”. No existe la idea de una reunión entre individuos. Cada individuo entre lo individual y lo transindividual se constituye como “individuo de grupo”. El individuo de grupo es la relación entre muchas mentes, que pueden ser pensadas como “capacidades afectivas” y “capacidades comunicativas”. El General Intellect –como cerebro social– define al trabajador cognitivo contemporáneo por sus capacidades afectivas y comunicativas. El ser del trabajador cognitivo es el resultado de la mutación de los dispositivos encarnados del capitalismo actual. De este modo, para Virno todo individuo individuado, en tanto individuo de grupo, se constituye por la relación entre muchas mentes como experiencias de lo transindividual y no se deja pensar por fuera de la preposición “entre” a partir de la cual establece las relaciones con otros trabajadores cognitivos.
Virno traza, entonces, un pensamiento de la colectividad bajo la idea del “realismo de lo Común”. Lo cual puede decirse de la siguiente manera: la política que compone un “realismo de lo Común” define como posible su propio principio de relación para recuperar lo real como acontecimiento puro o preindividual en su aparecer transindividual.
5.
¿Cómo iguala lo Común y cómo diferencia lo Singular? En parte, el replanteo de lo Común se contrapone a la lógica del Universal por el modo en que iguala condiciones sin homogeneizar comportamientos y por el modo en que otorga sentido evitando renviar a un principio de identidad. Lo Común nos devuelve la imagen de una igualdad ontológica cuya legitimidad se juega en el ejercicio mismo de las capacidades; es una fuente de sensibilidades heterogéneas, nunca el germen de la jerarquización de las capacidades o de la clasificación por semejanza. Cuando la democracia popular o aquella republicana enuncian el Bien común, producen un desplazamiento de la heterogeneidad constitutiva de lo Común a lo Público como instancia centralizadora (o de captura en lo difuso), capaz de distribuir legitimidad y administrar igualdad. Si hay una historia del poder, no es otra que la permanente tensión del par Común/Singular y las formas de gobierno. Lo Común ingresa y excede permanentemente a las formas de gobierno, es, al mismo tiempo, su principal fuente de energía y la única causa real de su colapso.
Por su parte, lo Singular no diferencia en un sentido individualista, ya que singular es la experiencia, mas no la conciencia ni la voluntad. Lo Singular es el modo específico de diferenciación en lo Común. No habría trabajadores cognitivos, ni cooperación de los precarios u organización de los migrantes, sin estilos, es decir, modos singulares de apropiación de los obstáculos, llamando obstáculos tanto a las normas como a las relaciones en extremo desreguladas. Pero los recursos comunes (capacidad lingüística, potencia inventiva, etc.) no son separables como instrumentos –los modos de producción del capitalismo contemporáneo se caracterizan, entre otras cosas, por la tendencia a instalar cada vez con más fuerza esa separación. Las capacidades separadas, ya no son parte del círculo virtuoso de lo Común y lo Singular, sino facultades congeladas dispuestas al mejor postor: es el principio de privatización de las capacidades. Lo Común, en cambio, es inseparable de las experiencias singulares, está mezclado en los estilos. Los recursos comunes o las capacidades, pertenecen al común de sus exponentes, únicos agentes legítimos de su apropiación y disfrute. Lo Singular, entonces, no diferencia individualizando, sino reactualizando y reinventando lo Común, exponiendo el proceso de individuación que vuelve a un sujeto tan irrepetible como abierto y capaz de habitar situaciones compartidas, un sujeto que tiene por detrás y por delante lo colectivo.
El mercado juega con la diferencia como goce individual (una campaña de la empresa Telecom construye para su marca de telefonía celular el eslogan “Cada persona es un mundo”). Pero no es ese el problema de lo Singular, no se trata de emociones personales o de la sensación burguesa de la libertad, sino de relaciones de producción capaces de configurar lo Común de múltiples modos, al tiempo que resistir los dispositivos de dominio que las atraviesan. A su vez, la democracia no puede clausurar la discusión en torno a nuevos modos de subjetivación, ya que no es el derecho la única esfera en la que entra en juego lo Común, se trata, mejor, de relaciones de individuación en permanente tensión con los universales abstractos estatales y mercantiles. El singular no es “un mundo”, está en el mundo expuesto a la violencia que emerge de las fricciones de los procesos de individuación. Lo Común no es la esfera pública estatal, es la posibilidad incondicional de apropiación y despliegue de las capacidades en procesos de composición y cooperación.
No es casual el ejemplo elegido por Virno como primera aproximación a la relación Común-Singular en su texto. Allí, un orador cualquiera en una asamblea, gracias a su condición singular atestigua el fondo común que lo vincula al resto, en tanto parlante, pero también en tanto capacidad de acción, invención y comunicación. Su modo de diferenciarse remitiendo a la común capacidad, su modo de rendir tributo a las condiciones comunes diferenciándose como parlante singular, revelan el pasaje de lo Común a lo Singular y de lo preindividual a lo transindividual, punto de complejidad del individuo que, en lugar de sumirse a una figura mayor y absorbente, como podría serlo un grupo determinado o un liderazgo, amplía su campo de experiencia, casi volviéndose el proceso mismo de individuación “psíquico y colectivo”. El orador de la asamblea no toma la palabra en nombre de unos rasgos comunes que remiten a un Universal, no se refiere a las cuestiones en juego desde su reconocido lugar de ser humano portador de unos derechos universales, y obediente a unas leyes impartidas por alguna autoridad o forma aglutinante. El orador, en tanto singular parlante, pone en juego sus capacidades, que son las del común, en relación a una experiencia que lo va a afectar e incluso a redefinir. Es por eso que no son equivalentes la voz de un orador cualquiera en una asamblea y el voto de un ciudadano en el marco de una instancia electoral, donde son un conjunto de rasgos ligados a un Universal (más allá de toda experiencia) los que lo habilitan –y a veces obligan– a actuar. Pero semejante afirmación no tiene el objetivo de complotar contra la democracia, sino de señalar qué es lo que se pone en juego en el votante como individuo correlativo a categorías universales y qué en el sujeto como lugar de elaboración del pasaje Común-Singular. Si no interesa el individuo como animal racional o político a priori, si el pensar no es una obviedad, el gesto político permanente pasa por volverse un animal pensante, hacerse un pensamiento de la vida compartida como proceso de auto-constitución.
Ciertos hechos de nuestras vidas responden a universales abstractos en la medida en que suponen todo un modo exterior de organización y hasta orientación de los trayectos vitales. Pero nuestras condiciones nos colocan otras tantas veces de cara a la inmanencia de procesos subjetivos tan inconclusos (que impiden cerrarse sobre el individuo), como excesivos (desbordan las categorías universales que los contenían); momento en que las decisiones tienen más que ver con la perplejidad que con seguros saberes o hábitos tranquilizadores. La inmanencia fuerza a los individuos (por ejemplo, a los oradores de una asamblea) a amigarse con su propia génesis; así, mientras en una concepción universalista el individuo es unidad y remite retrospectivamente a un origen que es distinto a su constitución, el sujeto es proceso y génesis sin origen, más bien se constituye según puntos de experiencia que le dan su consistencia específica y lo vuelven irrepetible.
El sujeto no es irrepetible como unidad ni como contorno, es irrepetible por el modo en que reinventa lo Común. La evidencia de la singularización en la asamblea, respecto a la condición numérica del voto, tiene que ver con una característica de lo Común, en tanto resulta refractario a toda mediación sin génesis. Del votante no sabemos nada, (salvo individualmente), le suponemos, en cambio, un Espíritu democrático y un sentido común popular, o incluso lo deducimos a partir de sondeos de opinión. Del asambleísta, como de cualquiera cuya práctica mantiene una relación de configuración singular de lo Común sin borrar las estelas preindividuales que insisten en él, contamos con la marca subjetiva irrepetible de su experiencia. La política radical (Toni Negri habla de “democracia radical”) pasa por los múltiples modos de reinvención de lo Común, dispositivos ontogenéticos como prácticas de intervención sobre las condiciones de una historia acuciante. Es decir, no experiencias solipsistas o intervenciones individuales, sino modulaciones de lo Común preindividual vuelto colectivo social (transindividual).
Una filosofía contemporánea y una política radical están llamadas a practicarse y pensarse en el movimiento que se define de lo Común a lo común. De lo preindividual a lo transindividual, la propuesta de Virno en torno a su lectura de Simondon, marca la relación entre filosofía y política en tanto trayecto de lo Común como condición ontológica a lo común como cooperación social. El ser común de la multitud consiste, nuevamente, en su capacidad de mantener las multiplicidades como tales en una deriva que va de lo Común como sustrato preliminar (no cronológico, sino virtual) a lo común como capacidad cooperativa. Se observa allí la consistencia entre una posición ontológica y un manifiesto político a través de una operación ontogenética. ¿Qué otro cometido podrían tener los colectivos ligados a prácticas singulares en tanto configuran diversamente lo Común? ¿Qué otro sentido podría caber a las minorías políticas o a las redes cooperativas, que rencontrar su poder de actuar en la formación de espacios comunes mediados por la reflexión autónoma de la propia experiencia? ¿Será esa la tarea de un pensamiento contemporáneo? ¿Será, al mismo tiempo, esa la vitalidad específica de las “nuevas instituciones” entrevistas por Paolo Virno?
Excelente el articulo. En clave de lo mismo y siempre diferente, quisiera compartir con ustedes un viejo texto de Jean Luc Nancy escrito en 1992. El libro se llama El Sentido del Mundo y en el mismo hay tres capitulos «Politica I», «Politica II» y «Escritura Politica» que les recomiendo fuertemente. No intento homologar lo singular en Nancy con lo singualr en Virno o en Deleuze sino señalar Y CELEBRAR el rasgo de esta epocalidad que no dejandose a apropiar por el binarismo compulsivo de Estado vs Mercado, aun da a pensar. En ese sentido agradezco está página. La reviso a diario. Gracias