Un lazo que bordea un borde que enlaza

publicado en Campo Grupal, diciembre 2009

 

Que se contradicen fue lo primero que entendí. Los disertantes hablaban de un borde que no es una frontera ni una muralla, y a la vez evocaban entradas a la cátedra o a la facultad y salidas al campo o a la asamblea. ¿En qué quedamos?, pensé.

Asistí, como curioseando desde afuera, a la mesa redonda «En los bordes de la Institución» y terminé tomado pensando desde adentro, desde adentro de un borde. Elucidar qué es un borde al que se puede «entrar» es el objetivo de esta nota.

¿El borde es un mero límite entre dos espacios o un espacio aparte? (Los historiadores, admitámoslo, tenemos unas intuiciones topológicas que apenas llegan a euclideanas.) O bien los disertantes se contradecían o bien debíamos repensar nuestra intuición espontánea de borde.

Comienzo por la conclusión: El borde no es objetivo (como lo son adentro y afuera y el límite entre ellos) sino un espacio subjetivamente creado, un espacio que se crea al habitarlo.

Adentro es espacio de soledad; afuera también. El borde no es la rayita entre el adentro y el afuera. Adentro, cada uno está en contacto con una imagen. Afuera, uno está desconectado de ella. Adentro, el nexo con la imagen es satisfacción y también, como señaló Alicia citando a Ulloa, de mortificación; afuera, el no-nexo es de admiración. En ambos casos, dentro y fuera, la imagen practica su égida dejándonos solos, aislados, desolados.

El borde no es la rayita objetiva entre el adentro y el afuera; ni siquiera es lo que queda en el medio. El borde es un lazo que sostiene (como lo hace la cátedra de Ana María, contó Alicia). Allí cada uno no se relaciona con imágenes sino con otros. El lazo es un sujeto, un sujeto que al ligarse habita y al habitar produce un espacio de compañía que llamamos borde. El borde no es intersección objetiva sino producción subjetiva, colectiva, una actividad –como le diría Nacho– configurante.

Adentro y afuera no se definen por una muralla sino por una imagen ubicua que hace de centro (como la esfera de Pascal: una esfera de circunferencia infinita cuyo centro no está en ninguna parte). Adentro y afuera son tipos de conexión con la imagen. El borde es un espacio sin imagen producido por y productor de un cierto lazo entre otros. Adentro y afuera el centro es una imagen; en el borde, como dijo Román, el centro es el encuentro y el diálogo. No se trata simplemente de caminar por la cornisa; se trata de hacer lazo allí, y que el centro no sea una imagen sino un lazo.

O sea que ese afuera es interno a la red: es el lado oscuro de la rutilante imagen. El afuera es lo sin imagen; el adentro es lo con imagen; el borde es lo inimaginable. Afuera y adentro son lugares de una red de contactos con la imagen; el borde es otra red que sostiene la exploración de lo inimaginado. Explorar el borde produce el borde. Es, como dijo Marina que propone Ana María, la construcción de insistencias que descompletan el adentro.

Objetivamente, un borde es una línea infinitamente delgada, sin espesor: inhabitable. Para que se pueda hablar del borde como espacio hay que, como dijo Graciela citando a Heidegger, habitarlo. El borde es habitado –deviene espacio– cuando un algo y otro algo se encuentran y dialogan y se ligan en el diálogo. Cuando se afectan, dijo Horacio; cuando el juego aliviana las contradicciones y permite pensar, dijeron Alicia y Marina. Cuando la diversidad se tensa con la construcción de lo común, dijo Sandra. No se trata de simplemente caminar por la cornisa sino de hacerse espacio allí, se trata de bordear (un verbo que usaron casi todos y que ahora significa producir borde).

El borde no está en el medio entre adentro y afuera sino allí donde lo diverso hace lazo-sujeto. Está cuando y donde, por caso, las diversas topologías de un historiador y unos psicólogos sociales (o, también, entre un taller y las cátedras de Ana María) se contradicen y dialogan y hacen –siquiera fugazmente– la experiencia del encuentro productor de un espacio llamado borde.

 

 

pablohupert@yahoo.com.ar

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Comments

1 comentario sobre “Un lazo que bordea un borde que enlaza

  1. De la escritura rebuscada como proyección de una intelectualidad devaluada.

    (Crítica deconstructiva a la nota “Un lazo que bordea, un borde que enlaza” de Pablo Hupert. Revista Campo Grupal Nº 118 – Diciembre de 2009).

    El texto completo se encuentra publicado en la revista digital Evohé, con fecha del 19/12.

    Atte.

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