Una exposición I: la imaginalización

[1]   Antes de comenzar diré que el asunto que quiero plantear es que lo que queremos llegar a expresar es el plus que se da entre las imágenes. Expresarlo antes o aparte de que sea imaginalizado (y atención: lo más probable es que seamos nosotros mismos los que lo imaginalicemos). Ahora comienzo. Soy historiador. …

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La expresión no es anti-imaginal

La expresión procede en ciertas condiciones. No es un alma pura expresándose, sino un encuentro singular. El encuentro que se expresa en la expresión ocurre en ciertas condiciones, y son condiciones de segunda fluidez, o de precariedad, o imaginales.
Por eso, la expresión no esquiva lo imaginal ni lo cancela. Lo que hace el dispositivo expresivo es condicionar el modo en que el dispositivo imaginal lo condiciona.

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Lo imaginal y la expresión: entre la conexión y el encuentro

El pasaje de la modernidad sólida a la “modernidad líquida” (Bauman, 1999) o del pensamiento con Estado-nación al pensamiento “sin Estado” (Lewkowicz, 2004) tiene profusos efectos que obligan a la teoría social a repensarse. Algunos de esos efectos son semióticos y subjetivos. Proponemos pensar lo imaginal como un dispositivo de conexión y recombinación celulares e introducción en la red del “semiocapital” (Berardi, 2007) más que de imágenes en sentido icónico o visual. Lo imaginal no puede pensarse como solía pensarse lo ideológico o lo imaginario: como una instancia separada y más o menos ilusoria del relacionamiento social efectivo, sino en sus “intersticios” (Dipaola, 2011).

La pregunta que queremos compartir es por la producción de sentido y subjetividad líquidos, distinguiendo entre una producción líquida prevaleciente, que podría llamarse mainstream, y unas subjetivaciones en mayor tensión con la época. Abordaremos la pregunta atendiendo las prácticas de las pintoras Celina Capello y Lula Mari (“veo-luego-existo” y “recital de pintura”) y el fotógrafo García-Alix (“el autorretrato no es una selfie”). Las leeremos, de nuevo, como dispositivos prácticos de producción de sentido y subjetividad, pero ya no por conexión líquida ni por acople sólido sino por encuentro o pensamiento.

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