Hay un sintagma muy repetido que es el del «Estado presente». Se pide y se propone que haya un Estado presente. Hoy, en un nuevo aniversario del grito «¡Que se vayan todos!», es activo pensar este sintagma como sintagma posnacional.
Es bueno señalar que un Estado presente no es un Estado-nación, de tiempos sólidos. Un Estado presente es un Estado que gestiona ad hoc su presencia; un Estado que hace publicidad de su presencia. Un Estado que publicita cada acto de gobierno como gesto de hacerse presente (presente para subvencionar o cuidar o reprimir o proyectar u ordenar o alguna otra cosa, pero siempre es un gesto de dedicada atención para «resolver los problemas de los vecinos» o de «la gente»). El Estado presente es inseparable del Estado publicitando sus actos de presencia. Un Estado así es un Estado fluido, no sólido.
El Estado sólido tenía dos formas de estar en toda situación: de manera visible y de manera invisible (visible con su aparato, invisible con su donación general de sentido, con su rango de metaestructura de todas las instituciones sociales, públicas o privadas). De la manera visible podríamos decir que era un estar “presente”, pero de la invisible, era un estar no percibido por los habitantes de la situación.
Esta dimensión no percibida del estar del Estado-nación hacía ocioso publicitar cada acto de gobierno como gesto estatal de hacerse presente.