Programación a experimentar de un taller despojado


¿quién opina en la opinión?
¿cómo «se» talla lo real?
¿a través de qué operaciones se inscribe?
¿por qué decimos que «el opinar nos hace gobernables»?
no tenemos nada para explicar
–¿quién,
que no quiera venderte un buzón,
lo tiene?
punto desde el que partiremos:
las bellas almas,
l*s bienintencionad*s opinador*s no entienden nada
no, no nos dirigimos a uds., opinador*s de izquierda.
sus comunicados-consignas al estado de la opinión pública no tienen interés alguno para nosotr*s.
su «estar siempre en lo cierto», aburre.
lo agotan todo a cada sentencia –y nos agotan.
a presurosos golpes de palabras, la verdad se descubre ante uds.
cuando dicen, quieren decir, transparentan su cosa: su intención gobierna.
y sin embargo, se escuchó decir en nuestro taller del 2 de mayo:
se trata de una operatoria que hace «intratables»
–esto es, que busca que nada pueda ser tratado
a esa velocidad en que todo se presenta, ese maquinismo sin descanso:
«no hay nada en que demorarse, circulen», bien podría decir el programa institucional
–y así dispersarnos, sin represión alguna:
emprenderíamos la retirada, luego, escribiríamos en los muros (del facebook®) nuestras insobornables verdades.
y lo que hay que pensar a fondo, quizás tenga esta estructura que nos es familiar: «esto que sostengo, viene un otro y lo puede cuestionar, luego, todo circula, nada que sea incontestable».
punto cero del mundo, mi ombligo: «yo opino»
luego, ¿sigue siendo el asunto tomar la palabra?
–¿o, al contrario, la palabra nos ha tomado?
¿o vamos «absort*s» en ella, borrach*s, frenétic*s?
–¿y qué es eso de un «sujeto» supuesto que pondría bajo cada palabra una cifra?
y, hay que decirlo, la palabra es sólo una manera en que hacemos público
¿o no nos paseamos tod*s repitiendo siempre ya el mismo gesto vuelto así ubicuo?
¿qué es este artefacto al que vamos enchufad*s?
no el teléfono, no; tampoco «las redes sociales»;
puede ser la máquina en que nuestra atención se encuentra aprisionada, pero sólo como paisaje en que nos movemos.
es a ese suelo de instituciones que se liquidan barato al que apuntamos con el dedo, señalamos:
institucionales que hacen cuentas con nosotr*s, para los cuales nuestra atención es su crédito
«y vos tomarás la decisión con un botón», rebuznan.
«vos decide»,
nadie más está al mando.
en nuestro taller sostenemos una posición incómoda: nos abstenemos de opinar, hacemos un esfuerzo por no redundar en «lo mismo», nos consume el esfuerzo por salirnos de las corrientes de opinión en que nos montamos –y que nos hacen decir, compulsivamente, esto o lo otro, no importa qué:
las «obviedades» buscamos desarmarlas
–quizás si hacemos un esfuerzo por sustraernos al «like»
la política del «me gusta» –se apuraba a decir uno que se candidateaba: «simplificarlo todo», servirlo en bandeja
ponerlo en 140 caracteres,
hacerle un #hashtag al evento.
capaz no sea tan sencillo…
¿salirse del estado del facebook?
¿perforar el muro?
como en una película experimental de esas que hemos visto,
que, provocadoramente, se tornan soporíferas,
inquietamos al espectador para que no soporte más,
quiera irse del espectáculo,
salga disparado, sus ojos inflamados de no poder sostener la incómoda posición,
al grito de «¡quiero mi dinero!»
y entonces la propuesta:
experimentar, no programar:
esto es,
taller no explicador:
el estado de la opinión pública y nosotr*s
3 momentos de la opinión:
i. en el principio fue la palabra: emergencia de la opinión pública frente a su otro, la persona pública, el soberano –y la palabra que palidece a sus puertas, o, mejor, que pende de sus labios. momento mítico de la opinión. el intercambio literario-epistolar como «suelo institucional» de la publicidad –no la que tenés en la cabeza, la que «te hace la cabeza», la otra, esa de la que ya no hay rastro-, las narraciones que establecen lugares de enunciación común, esferas apropiadas, palabras apropiadas.
programación a experimentar:
jürguen habermas, «historia y crítica de la opinión pública. la transformación estructural de la vida pública», editorial gustavo gilli, 1981.
ii. la sustracción al poder soberano. el espacio (técnico, impersonal) de la opinión pública como conversación que se lleva a cabo entre semejantes. «¿quién es tu semejante?», como teatro de la representación política: lo que estatuye una «cosa común», lo que se encarga a los cagatintas o periodistas. oficio público: ¿funcionarios de lo público? ¿clase de los propietarios de lo público? ¿y el soberano desarmado? léase: el que esconde la espada, pero tiene para sí la última palabra, hace la ley.
programación a experimentar:
gabriel tarde, «la opinión y la multitud», urbanita, 2013.
iii. todo se sale de control y ya no entendemos nada. momento supernumerario, caótico, ingobernable. lo impersonal como suelo en que nos movemos, paisaje de máquinas cada vez más miniaturizadas: el mecanismo no tiene rostro pero se personifica, se hace personalizado: «en todo estás vos». la opinión se personaliza, se hace a medida. la subjetividad se empaqueta: gobierno del monitoreo, «¿qué pensás de esto?». enredados en este lío –o de la dispersión en que nos movemos.
programación a experimentar:
tiqqun, «la hipótesis cibernética», hekht, 2016.
eso,
nos encontramos los martes a las 19 hs., cada 15 días
en el estudio pablo hupert, ahí por av. la plata y rosario
coordinamos, como podemos, pablo hupert y gastón sena
actividad arancelada, porque hay que comer.

grouchista@gmail.com
+54911 5025-5994

texto de Gastón Sena

Share

Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *