El bienestar en la cultura no se rinde.
Afiche publicitario de Paso de los Toros que vi en febrero pasado: Una mano surge de entre un montón de regalitos románticos como mano de ahogado pero dibujada al estilo ‘película de terror’ cual mano que emerge de la tumba como regreso de un muerto vivo y bien grande dice: “Sacate a tu ex de encima.com. Cortá con tanta dulzura. Lo dulce no quita la sed. En este San Valentín entrá y enterate cómo”.
El afiche sugería un sitio web: mandaleunmensajeatuex.com: “dejale un mensaje a tu ex y decile lo que nunca le dirías en persona”. Hay allí una cantidad de mensajes más o menos irreverentes de hombres y mujeres que les hablan a sus ex parejas como si ahora –luego de la separación– estuvieran más felices (“Mateo: gracias por los zapatos, pero devolveme las 7 lucas del auto así me hago las lolas. Denu.”) o como si el dolor supuesto, bien visto, fuera alegría bien vista (“Jorge: andá a llorar a la iglesia en la que nos íbamos a casar. Natalia”) y otras formas de cortar con dulzuras ‘opresivas’ (“Sofía: devolveme el perro, lo pagué yo. Pablo.”). Todos esos mensajes pueden ser votados (los que peor ranquean son los románticos tradicionales: “Vic: Hoy fui a tu casa mi vida i la pase re bien te quiero mucho hermosa! Marcos” tiene la mayor cantidad de votos negativos, mientras que el más positivamente votado es “Sofía: devolveme el perro, lo pagué yo. Pablo.”[1]) y han sido reunidos en un libro: La venganza inmortal.
Cuando decíamos que cada campaña publicitaria ofrece y construye el mundo necesario para hacer la experiencia de una mercancía, que cada campaña produce el mundo necesario en que cobra sentido para el consumidor consumirlo y consumirla, etc. también decíamos pero no advertíamos que cada campaña publicitaria, al crear el mundo necesario para consumir una mercancía crea también la moral necesaria para consumir esa mercancía. De tal modo, la moral deja de ser un sistema relativamente independiente de las circunstancias para pasar a ser el horizonte que acompaña provechosamente, aceitadamente, la experiencia de sacar la sed.
“Roberta: desde que me dejaste tuve que empezar a engañar a la otra, sos la peor!”[2]
Así es que la moral también se ha desprendido de lo simbólico y ha devenido imagen. Hay que hacer una salvedad: los publicistas no pueden inventar cualquier moral para cualquier público, para cualquier producto, en cualquier circunstancia. Deben aproximarse lo mejor posible al campo de obviedad al que, quizás, ahora tendríamos que llamar también ‘campo de moralidad’ de cada target y es lo que hacen a través de encuestas –y/o a través de sitios web que recolectan las suficiencias de los consumidores. De tal modo, las encuestas y las campañas se determinan mutuamente y entre ambas, juntas determinan el campo de moralidad y la moralidad adecuada para cada target y para cada mercancía. Como se dice, una mano lava la otra y las dos lavan la cara.
Si bien no es constatable el aserto de que hay una moral para cada mercancía, tampoco es constatable el aserto de que hay una única moral para todas las mercancías, sino que es más bien cierto que la moral es imaginal y es circunstancial. La moral no es el marco donde entran los huecos admisibles del placer, sino al revés, el placer, el goce, el campo dan su perfil a la moral. No digo “es la moral la que entra en los huecos del marco del placer o goce” porque no es adecuado; lo adecuado es que la moral se adecua al campo de placer, de modo tal que el placer resulte incuestionable desde todo punto de vista –sea desde el libidinoso o desde el moral, sea desde el pulsional o desde el superyoico.
[1] Visitado el 8/8/11.
[2] www.creativosenred.com/_Images/Piezas/Imagenes/871/Suplemento_clasificados.jpg
hoy (8 meses después) el sitio «dejaleunmensajeatuex.com» no se encuentra… la moral paso de los toros es un montaje desmontable