Tesis: no nos orientan las imágenes, como decía hasta 2011, nos orientan las imágenes que tenemos de las experiencias que tenemos. Últimamente yo venía oponiendo la imagen de la felicidad que vende la publicidad y la experiencia de potencia que produce la exploración colectiva. Es decir, estaba distinguiendo entre un nivel más imaginal que sería, en términos de Badiou, algo más “excrecente”,[1] como opuesto a un nivel más práctico, más inmanente, que sería, en Badiou, más del orden de lo presentativo. Pero ahora me avivo (o me vuelvo a avivar) de que, quizá, sean dos niveles diferentes analíticamente, pero en la experiencia –en la inmanencia de la experiencia– no son dos niveles diferentes y de que tenemos una experiencia de felicidad como la que vende la publicidad aunque solo sea a través de la experiencia de comprar las imágenes publicitarias y que probablemente todos tenemos experiencias de potencia producidas por la exploración colectiva o aparentemente individual pero no tenemos una imagen potente, colectiva, potenciante para estas experiencias, sino que estas experiencias también están imaginalizadas y obturan la imaginación de los posibles que la situación presenta.
Todo esto tiene al menos una consecuencia y es que la imagen es un ingrediente de todo agenciamiento. No es la representación de una actividad sino una fuerza que se agencia con la fuerza de lo experimentado o lo sentido para componer agenciamiento. Así, la composición que cada agenciamiento es, no se consuma sin imagen, y varía sensiblemente (digo, se determina de maneras muy distintas) según las imágenes que entren a componerlo.
Por otra parte, como otra consecuencia, se plantea la pregunta de si hay imagen que no sea experimentada, que no produzca experiencia. ¿Puede una imagen dominar como domina la imagen de la imaginalización, como domina la imagen de la dinámica imaginal, si no es experimentada? Mando una tesis: así como el signo clásico se asociaba con un sentido, con un significado, la imagen contemporánea se asocia con una sensación o con la experiencia de una sensación. Análogamente, la potencia colectiva que se experimenta requiere de imágenes para agenciarse. Se nos plantea la necesidad de distinguir entre imagen imaginal e imagen agenciante, por un lado, y por otro, entre experiencia imaginal o poderosa y experiencia imaginativa o potente.
Puedo arriesgar: la experiencia imaginal se limita a la experiencia de la sensación que la imagen produce, la experiencia potente es pletórica, se vive como ilimitada y, por otro lado, la imagen imaginal indica que en la imagen hay más que en el mundo, mientras que la imagen potente o agenciante indica que en el mundo hay más que en ella –o al menos más que en las imágenes imaginales. En otros términos, más subjetivos, la imagen imaginal reduce al sujeto a aspiración, la imagen agenciante expande al sujeto como exploración agenciada (o, mejor dicho, como agenciamiento explorador) y ella misma lo es, y por eso es en sí misma imaginación.
[1] Él llama excrecentes a los términos que en una situación están representados pero no están presentados.