Acabo de pasar por una pequeña manifestación en la puerta de un colegio sobre Avenida Santa Fe. Los pibes ocupaban la mitad de la avenida pero no la cortaban: obligaban al tránsito a bajar la velocidad y a verlos. En cambio, hace unos dieciocho años, cuando yo iba a la secundaria, cuando hacíamos sentadas en Avenida Rivadavia, la cortábamos completamente.
A estas tácticas divergentes corresponden estrategias divergentes. Hace dieciocho años, la idea de cortar parcialmente Rivadavia circulaba entre los manifestantes. Recién ahora entiendo por qué esa propuesta no ganaba, y lo entiendo ahora que vi que esa propuesta gana en 2005. En tiempos en que se concebía la conflictividad social como de lucha de clases, y el objetivo de toda lucha se concebía como obtener poder en el camino de tomar el centro del poder, cortar una avenida tal vez implicaba que mucha menos gente se enterara de tu campaña, pero te permitía comprobar la fuerza que tenías y ganar confianza en el camino de la toma de poder.
Hoy, en cambio, la estrategia tiene que ver con el publicitar, con el hacer que se sepa. De todos modos, no veo qué significante tomó el lugar del significante ‘toma del poder’. Probablemente ninguno, dado que hoy las palabras no se organizan como discurso (como estructuras con centro). Así es que queda por ver qué es lo que gana la subjetividad publicitadora al cortar parcialmente una avenida y hacer que mucha gente se entere.