Cuando no hay metaestructura que homogeneíce los elementos sociales, la representación no puede ligarlos. Luego, el Estado ya puede ligarse con la sociedad representándola. En su desgarro más candente: la política estatal no puede gobernar la infrapolítica representándola. El Estado posnacional argentino salda la inoperancia de la representación con gestión.
El Estado de tiempos postindustriales tiene un problema que también tiene la infrapolítica (que es el nombre de la subjetivación de tiempos postindustriales). El problema que ambos comparten es el problema de la gestión material de la vida. El Estado no tiene asegurada su estabilidad política ni su financiación económica; los excluídos no tienen asegurado el trabajo, el sustento.
La política de tiempos nacionales, la política de tiempos de capital productivo, a veces industrial, a veces agrario (o ambas cosas, como en el caso argentino) era una política en que no estaban en duda los modos de producción misma de riqueza. Estos años, en cambio, son tiempos en que no es seguro que haya capitales, no es seguro que haya naturaleza, no es seguro que haya trabajo. Así, si la gran divisioria de aguas políticas de tiempos industriales pasaba por el asunto de la propiedad de los medios de producción, hoy lo que está en cuestión es la viabilidad misma de la producción y del trabajo.
Incluso podríamos decir que mientras la política clásica debía preocuparse por cómo representar adecuadamente la vida, la política contemporánea en general (tanto la política como lo político) debe ocuparse de la ‘presentación’ misma de la vida, de tramitar todo lo necesario para que se produzca y reproduzca. Así las cosas, las diferencias entre las concepciones políticas no se dan en función de la representación (hétero-representación, auto-representación, representación parlamentaria, soviética, monárquica, corporativa, etc.), sino más bien en función de la gestión: hétero-gestión, autogestión, gestión empresarial, gestión estatal, gestión mercantil, gestión de organizaciones de la sociedad civil, etc.
En este punto ya la cuestión no es representar adecuadamente los problemas de los sectores definidos según sus lugares en la producción sino asegurar la producción, asegurar que exista y que perviva. En tiempos industriales, la producción podía darse por supuesta; era un hecho dado, y la política discutía la distribución (de la propiedad de los medios de producción, del excedente, del ingreso, de la tierra, del poder). En los tiempos contemporáneos, en cambio, es la producción misma la que está en cuestión, sea porque los capitales se fugan y escurren como agua, sea porque se extingue el trabajo fabril rutinario, sea porque los capitales se apropian el agua, sea porque el cambio climático hace dudar hasta de los ciclos naturales y las cosechas, o incluso porque los movimientos campesinos y originarios plantean la cuestión de la soberanía alimentaria. La cuestión de la soberanía alimentaria es bien contemporánea, clava su interrogación en el corazón de la encrucijada actual: ya no tanto de quién es la tierra (los pools de siembra se conforman con arrendarla) o sus frutos, sino qué produce y cómo. En un escenario más urbano y de un modo distinto, también las empresas recuperadas muestran que la encrucijada actual no está en la lucha por la distribución del excedente económico sino en la lucha por asegurar que haya economía. Es una necesidad de asegurar que haya economía que tienen tanto el Estado como los sectores excluidos.
Si me permiten esta incómoda manera de decirlo, el quid de nuestros tiempos no es ya la apropiación del excedente económico sino la producción del necesario económico; no es ya el reparto del fruto del trabajo, sino el trabajo. No ya el nivel segundo y trascendente de la distribución económica o la constitución política, sino el nivel primero e inmanente de la actividad económica y la relación social. Para el nivel segundo, se requería representación. Para el nivel primero, gestión.
Así las cosas, la penetración del Estado en la sociedad no se da por medio de la representación sino que se da por medio de la gestión, en correlación con el hecho de que el funcionamiento mismo de la economía no consiste en un fetichismo de la mercancía que hace que el resultado del proceso productivo tome el lugar de éste o que la mercancía oculte el proceso de producción o las relaciones sociales de producción representándolo, sino el puro ‘hay o no hay’, el puro ‘ya’ (o nunca). Se plantea, ya desde la misma economía contemporánea, algo así como un principio de inmanencia absoluta que es en sí mismo gestión (implementación de procedimientos, estandarizados o improvisados, consensuados o impuestos, que consigan los resultados que cuentan, que importan), a diferencia del fetichismo de la mercancía que es en sí mismo representación.
Aun si esta correlación que intuyo para los tiempos actuales (entre inmanencia económica y gestión política) no es tan sólida como la verificada entre representación política y fetichismo de la mercancía, vale por lo menos el señalamiento de que las condiciones económicas contemporáneas no son compatibles con la representación política clásica. Vale el señalamiento de que las relaciones sociales de tiempos nacionales e industriales eran penetrables por la representación, configurables representacionalmente, mientras que las contemporáneas, no. Después, si mi hipótesis de una correlación entre inmanencia pura de la economía y política gestionaria no prospera, podremos ver a qué se debe esta contemporaneidad entre una y otra, pero quedaría aun en pie la incompatibilidad entre una economía inmanente como la posindustrial y una política representativo como la nacional.
También queda para otra ocasión diferenciar entre tipos de gestión. Se me ocurren por lo menos cuatro: la mercantil, la política, la no gubernamental y la infrapolítica, y dilucidar si hay un principio común de funcionamiento entre los diferentes tipos de gestión. Por lo pronto, desde el punto de vista nosotros, habrá que diferenciar entre gestión y autogestión:
“F. Ingrassia plantea una tesis con futuro: se cierra el antagonismo en términos políticos y se reescribe en términos de gestión. Los problemas son problemas de gestión, tanto el problema del estado técnico administrativo como el problema de las asambleas. Lo más importante que están haciendo las asambleas, en general, es ir generando mecanismos de autogestión de diversos aspectos de la vida social. Pero entonces tendremos que pensar en dos modelos de cohesión, heterogestión y autogestión.”[1]
Se abre aquí todo un campo de exploración para los nosotros del que poco puedo decir ahora –salvo señalar que el espacio que exploran los movimientos campesinos y las empresas recuperadas. Sí puedo decir que se trata de un aspecto más de la pérdida de centralidad del Estado, o, en otras palabras, de su pérdida de trascendencia. Como ya no representa y gobierna, sino que gestiona y resuelve, se haya en la inmanencia de lo que gestiona. Ya no está, como un todo, por encima de las partes sino que co-gestiona lo social junto a otros elementos sociales, como empresas, medios, ong’s, sindicatos, etc. Y también junto a organizaciones micropolíticas; les leo el siguiente pasaje que menciona dos organizaciones de la cuenca Matanza-Riachuelo que plantean una agenda de cuestiones relacionadas con las redes de aguas y la contaminación:
“Tanto en el caso de las Madres de las Torres de Wilde, como en el del Foro Hídrico, 1- Se trata de colectivos que plantean una posición confrontativa con el Estado. A diferencia de las organizaciones colectivas de los ’90, por ejemplo los piqueteros, estas son más demandantes con respecto al Estado, para que controle espacios de proximidad, que establezca nuevas regulaciones, que controle las actividades industriales, las fuentes de contaminación, etc. 2- Se forman colectivos multisectoriales; es decir, hay participación de vecinos, de técnicos, de grupos de clase media, de profesionales, de militantes políticos, pero se asume que en el espacio colectivo la representación política no puede predominar sobre la articulación. 3- Ganan peso las controversias sociotécnicas, porque hay un reclutamiento de especialistas, pero también hay un proceso de aprendizaje colectivo respecto del cual los vecinos, las comunidades, dejan de ser legos y se convierten en expertos. Van armando una contraexperticia.”[2]
Peatón 3: Experticia y contraexperticia suenan como otra forma de decir que el antagonismo pasa por la divisoria entre autogestión y heterogestión.
Posdata: crisis civilizatoria, Estado y autogestión.
Después de todo, hay un punto en que el Estado sí resulta necesario para las cuestiones de la vida ‘subestatal’ o infrapolítica, que es la transición hacia otro modelo civilizatorio. Sea por riesgos visibles como el de la central nuclear de Fukushima de Japón, sea por depredaciones más imperceptibles como la del suelo, la del subsuelo, la del aire, la del agua, las de los ocho millones de canguros que Nike deberá matar en 2011 para ponernos zapatillas a los peatones del mundo. Sea porque las ciudades no dan abasto para recibir los desplazados, por los cultivos agrarios que requieren cada vez menos mano de obra y van a la ciudad donde se deberían ofrecer los servicios que se consideran mínimos para la vida urbana, sea porque la energía es cada vez más insuficiente o más onerosa de producir y consumir, el modelo civilizatorio, lo que consideramos civilización, confort, progreso, prosperidad, los modos de asegurarlo (incluyendo alimentación, transporte, energía, iluminación, salud y tal vez incluso higiene vestimenta y demás) debe ser abandonado.
Les leo un extracto (un poco largo, comprenderán ustedes) de una propuesta del Movimiento Nacional Campesino Indígena que me llegó por mail en enero último con el título “Represión a los Qom, villa Soldati, trabajo rural esclavo: Todas caras de la Agricultura Industrial.” Y con el subtítulo “No será sencillo pero es urgente transformar el modelo agropecuario argentino”.
“[…] Proponemos algunos ejes de Soberanía Alimentaria:
“Reconocimiento por parte de la sociedad en su conjunto: -De lo rural y de lo urbano, como formas de vidas diversas y complementarias; cuyas relaciones se definen por la solidaridad. -Del mundo rural como Espacio de vida cuya consolidación requiere de presencia de una población enraizada, con condiciones mínimas de permanencia, la más importante es el acceso y uso de la tierra, el agua y demás bienes naturales. -De que estos territorios y poblaciones diversas (pueblos indígenas, campesinas, pescadores artesanales, pastoralistas, trabajadores y asalariados rurales y otras), tienen una importancia clave y es dar al conjunto de la sociedad la provisión de alimentos y preservación de la naturaleza y al patrimonio natural y cultural, la biodiversidad que nos pertenecen a todos-todas. -De la mujer como productora de vida, alimentos, arte, cultura, conocimientos, valores y diversidad. -Respeto a las semillas y los procesos milenarios genéticos, basta de trangénicos. -De las organizaciones y Movimientos campesinos, de pescadores artesanales, pueblos indígenas como instancias directas de participación, diagnóstico y ejecución territorial de políticas de desarrollo [aquí también podemos leer “gestión” o “contraexperticia”] y luchas por las conquistas de derechos civiles sociales y culturales.
“Debemos impulsar que los gobiernos provinciales, municipales y nacional realicen: -Leyes de apoyo y estimulo que custodien y promuevan estos modelos de producción y provisión de alimentos, a las comunidades y los bienes naturales. -Leyes de suspensión de desalojos y garantizar el acceso al agua. Apoyo y Estímulo: -Al desenvolvimiento de formas de economías de proximidades que garanticen a las poblaciones urbanas alimentos sanos de las poblaciones rurales de acuerdo a la diversidad cultural (pueblos indígenas, campesinas, pescadores artesanales, pastoralistas, trabajadores y asalariados rurales) […] -Al acceso de estas poblaciones del campo y de las pequeñas ciudades a los bienes y servicios, priorizando los que esos grupos y poblaciones consideren necesarios para el ejercicio de su ciudadanía. Que además participen en la gestión y administración de los mismos. Con énfasis especial en acceder a los bienes y servicios que garantizan los derechos básicos fundamentales, como la educación, salud, comunicación y recreación. -Ampliación de ofertas de asentamientos en el campo y a pequeñas ciudades, especialmente a los jóvenes, para reducir los impactos negativos del éxodo rural que van a los lugares más distantes, creando en el campo las condiciones necesarias para el pleno ejercicio de los derechos en las comunidades rurales. -A las organizaciones y movimientos diversos, respetando su autonomía o filiación cualesquiera ellas sean, convocándolas a participar del diseño, programas y ejecución de los mismos sin discriminación.
“El rol del Estado en este programa es importante, en la medida que transfiera los subsidios que se otorgan al agronegocio hacia la agricultura familiar y campesina, además de abastecer a los programas sociales con producción campesina y desarrollar mecanismos de acceso directo de las poblaciones urbanas pobres a los productos campesinos a bajo costo.
“Fortalecer la vida campesina y sus organizaciones creará las condiciones para derrotar a la mesa de enlace y las transnacionales y lograr la vuelta al campo de miles de familias argentinas que se encuentran excluidas en las ciudades.
“¡Somos Tierra para alimentar a los pueblos!”[3]
Para tamaña transición, tamaña coordinación es, claramente, necesario un Estado y sin duda no es compatible con el kirchnerismo una transición que, desde el punto de económico capitalista, es decrecimiento. A ojos vistas, deberemos empezar de manera infrapolítica la transición a otro modelo civilizatorio de manera grupuscular, mínima, casi infrasocial, ya que no contaremos con el beneplácito de los Estados ni del gran capital, pero tampoco de los habitantes urbanos acostumbrados al aire acondicionado, a la locomoción petrolífera, a la luz eléctrica y demás. La subjetividad consumidora no querrá mudarse a otra civilización…
[1] Lewkowicz, I., Sucesos Argentinos, Paidós, Buenos Aires, 2002, cit.
[2] G. Merlinsky en la mesa redonda “Procesos de aprendizaje colectivo, ¿democracia de las ecologías urbanas?”, en el libro del colectivo GPA – Gris Público Americano, Paraformal. Ecologías Urbanas, CCEBA/AECID: Buenos Aires, 2010, pp. 206-7; disponible en es.scribd.com/doc/55493420/Paraformal-Ecologias-Urbanas; subrayados míos; el epígrafe de este libro es una frase de B. Latour: «Si la verdad científica no se impone ya, no es porque el buen pueblo se ha vuelto irracional, sino porque se encuentra adelantado en situación de co-averiguación.»
[3] Negritas en el original; subrayados míos.
¿Diferencia entre «la política» y «lo político»? Gracias por responder.
Entiendo que el tema de las representaciones está bastante estudiado.
Si es así, se impone pensar colectivamente los nuevos modos de gestión. Me parece que las ‘empresas recuperadas’ y otras formas de auto gestión sufren problemas que no se resuelven a través del saber ya sabido…
Me gusta el enfoque y me preocupa que le interese ni a las miradas adaptativas (antes llamadas «funcionalismo de derecha») ni a las piadosas (antes «sustancialismo de izquierda»). Saludos. Alicia Le Fur
Hola, Alicia,
Digo algo más de la diferencia entre «la política» y «lo político» en «Breve historia de la infrapolítica», pero en una palabra es la diferencia entre la actividad estatal y la actividad pública.
Espero que lo de representación se aclare en el libro sobre el Estado posnacional que estoy enviando a imprenta.
Pero sí, necesitamos pensar colectivamente la autogestión: autogestionarnos.
Y, ya que estamos ametrallando con preguntas, mando una más. 🙂
¿Cómo diferenciar la autogestión pública de la autogestión empresarial?
Salutti!
PH