La crisis de lo comunitario

conferencia pronunciada en AMIA, 6 de junio de 2006

Soy historiador y estoy haciendo un trabajo que es pensar el judaísmo en las actuales condiciones históricas. Porque p ar a los historiadores no hay nada que se pueda definir de una vez y p ar a siempre; se trate de lo que se trate, las cosas cambian. Si hablamos de Argentina, Argentina no es la misma hoy que hace treinta o diez años.

P ar a los historiadores, lo que hace posible una cultura, una subjetividad, es lo que llamamos “condiciones históricas”. Las condiciones históricas hacen que sea posible una cosa u otra. Por ejemplo, entre los judíos, la condición histórica más citada, tal vez, sea la del exterminio nazi; dicen que eso hizo posible que hubiera un Estado judío. Hay quien dicen que igual hubiera habido un Estado judío. En todo caso, lo que los historiadores podemos constat ar –porque no podemos saber cómo hubiera sido la historia si no hubiera habido nazismo; no podemos hacer historia contrafáctica– es que el sionismo era un movimiento muy minorit ar io en el judaísmo europeo de antes de la Segunda Guerra y pasó a ser mayorit ar io luego de la Segunda Guerra.

Entonces el exterminio pone una condición que hace posible un judaísmo con Estado, cosa que había sido imposible en los diecinueve o veinte siglos anteriores.

Luego, el Estado judío es una condición nueva que hace que el judaísmo en el mundo sea distinto: se crea un nuevo judaísmo. Hoy p ar a nosotros es natural decir que alguien es judío y sionista, que es religioso y sionista; antes de la Segunda Guerra , eso no era natural: los religiosos tomaban al sionismo como algo que se alejaba del judaísmo porque era un movimiento, en general, laico.

En el judaísmo de hoy, hay otras condiciones que están desap ar eciendo. Podría mencion ar algo que tengo al alcance de la mano: la ídishe mame no es algo tan común hoy en día. Las madres no mandan a los chicos al colegio con cuatro pulóveres.

Al mencionar a la ídishe mame, nos reímos, nos identifica, las risas nos hacen sentir que comp ar timos un código; pero la ídishe mame como estaba en ese libro Cómo ser una idish mame o la ídishe mame que muestra Woody Allen en Historias de Nueva York , no es una ídishe mame que encontremos realmente.

Ricardo Feierstein hace poco escribió un ar tículo en Mundo israelita mencionando cómo la ídishe mame se convirtió en un imagin ar io más que en una realidad. En vez de llam ar lo al nene a cada minuto, le da un celular y se pone a jug ar al burako. No estoy cuestionando; quisiera señalar que cambiaron las condiciones históricas sobre las que apoyó el judaísmo que conocimos en el siglo XX.

Otra de las condiciones históricas que han dado forma al judaísmo, a la comunidad judía, en la Argentina ha sido el club, la comunidad. Otra, una cierta tendencia a la victimización, a ver a los judíos como víctimas, casi privilegiadas, de cualquier persecución. Son diferentes condiciones que fueron dando forma a la comunidad.

En esta reunión quisiera habl ar de la crisis de la condición comunit ar ia, la crisis de la comunidad. Es una condición de época, no es algo que nos pasa sólo a los judíos. En el posmodernismo y la globalización, la comunidad se dispersa, se desgrana.

Comenzaría por señalar una ruptura que se dio en la última o las últimas décadas que es el pasaje del predominio Estado nacional al del mercado. Tal vez, han oído habl ar del retiro del Estado, lo que en la época de Menem se conoció como neoliberalismo, desguase del Estado, etc.

Asistente: – Desguase del Estado, porque de liberalismo no tenía nada.

Los historiadores tomamos los nombres que se usan históricamente; la otra cuestión –si es realmente neoliberalismo o no– es discusión de filósofos y economistas políticos. Le dijeron “neoliberalismo”, se aceptó socialmente así, lo vamos a llam ar así. Y vamos a ver qué efectos produjo.

Los efectos que produjo se pueden resumir en los siguientes términos: la sociedad pasó de ser una sociedad sólida a una sociedad fluida. Esto es una condición general en el mundo, pero vamos a atenernos a nuestro país. Una sociedad sólida es una sociedad donde, por ejemplo, uno tiene el mismo trabajo durante tres o cuatro décadas hasta que se jubila; donde uno tiene los mismos vecinos, tres, cuatro, cinco décadas. Hoy es muy r ar o que alguien tenga los mismos vecinos tantos años, porque se muda uno o porque se mudan los otros; porque uno pierde la casa, porque la pierde el otro… Las condiciones de la vida se vuelven, realmente, volátiles. No creo que les esté diciendo nada nuevo: esto nos angustia cotidianamente, es el malest ar contemporáneo.

Asistente: –Yo tenía una amiga que vivía en una casa dep ar tamento y era como una isla, no era que decía “nuestros vecinos”.

Asistente: –La falta de solid ar idad, la falta de honestidad…

Precisamente: ahí viene el otro rasgo de la fluidificación de la sociedad que es la volatilización de los lazos sociales: lo que se fluidifica, lo que se licúa son los lazos sociales. Y esto los historiadores se lo adjudicamos al avance del mercado. El mercado, a su paso, disuelve las relaciones sociales. El Estado las cuidaba: se enc ar gaba de que los chicos fueran a la escuela, de que los presos estuvieran en la cárcel, de que los enfermos estuvieran en el hospital y los locos, en el manicomio, etc. –mantenía a cada uno en su lug ar . Al capital financiero esto no le importa pues no lo necesita; lo único que necesita es maximiz ar la ganancia; el capital financiero avanza y si un día necesita obreros, los toma y si otro día no los necesita, los despide. Otro rasgo de la fluidificación de la sociedad: pasamos de ser ciudadanos a ser consumidores.

Pasemos a otro rasgo de la fluidificación de la sociedad: la crisis de la comunidad, que es la cuestión que nos convoca hoy.

Antes, una institución comunit ar ia –y cualquier institución– tenía una personería jurídica; esa personería, que el Estado le obligaba a tener y que todas las instituciones a su vez querían tener, le daba a la institución una identidad más o menos estable, un funcionamiento estable, un rol estable, en eso que es el Estado: un concierto de instituciones. Cada institución entraba en ese concierto –al menos, legalmente– a través de la personería jurídica. Eso hacía que cada miembro de la institución tuviera un anclaje, un punto de referencia estable.

El mercado no avanza homogéneamente: no avanza en bloque sino por donde le conviene; entonces, algunas cosas quedan en pie, otras no, es un des ar rollo desigual. Un sociólogo polaco, radicado en Inglaterra, que se llama Zygmunt Bauman y tiene unos 85 años (un hombre muy jovial porque sus ideas son muy novedosas) dice que lo que hay hoy son comunidades-perchero o comunidades-percha: comunidades donde uno se junta con los otros mientras dura el espectáculo. Por ejemplo, voy a ver a Julio Boca, cuelgo en el perchero mi tapado y me siento en comunidad con los que tengo al lado, mientras dura el espectáculo; después, me voy a mi casa y me retiro a mi intimidad, vuelvo a ser un individuo aislado.

Mencioné un espectáculo que conocemos como espectáculo, pero hay otros espectáculos, que puede ser, por ejemplo, una muchedumbre en una esquina reclamando p ar a que pongan un semáforo. Esa muchedumbre se agrupa muy efímeramente y genera su propio espectáculo. Uno se cuelga de ese agrupamiento de gente, como de una percha, por un ratito, pero nadie se quiere comprometer por mucho tiempo con ninguna comunidad: uno está prep ar ado p ar a salir disp ar ado a los otros lug ar es que me ofrece el mercado p ar a consumir. La relación que establezco con estos agrupamientos también es una relación de consumo: aunque a mí el consumo me p ar ezca mal, si yo solamente me relaciono con un grupo mientras me da satisfacción y cuando deja de d ar me satisfacción me voy, mi relación con el grupo es de consumo.

Antes, el espectáculo no era la forma, la matriz de relación en todas las relaciones que uno establecía. Y si uno por ejemplo había visto una muestra de ar te surrealista, tal vez, cuando volvía a su casa, leía algo sobre el surrealismo y seguía hablando de eso; había cierta permanencia en las cosas, ciertos intereses más estables.

Zygmunt Bauman lo diferencia así: antes teníamos comunidades de productores; hoy las comunidades son comunidades de consumidores. Los productores se relacionan entre sí neces ar iamente porque en cualquier proceso productivo hay cooperación: nadie puede producir todo lo que hace falta producir y por eso necesita relacion ar se con los demás. En cambio, los consumidores no necesitan tener un consumidor al lado p ar a consumir, pueden tenerlo al lado y puede ser más divertido si disfruto con otro al lado, pero el acto de consumo sigue siendo puramente individual. Voy a un cine o veo una película o voy a un shopping: en cualquier caso, consumo (será más excitante que haya otros consumidores cerca y que seamos muchos pero el acto sigue siendo un acto íntimo y en el que lo que importan son las satisfacciones).

–¿El consumo implica neces ar iamente un gasto?

Yo creo que no, yo creo que lo que implica neces ar iamente el consumo es una satisfacción y una fugacidad. Algo que se consume es algo que se acaba, que se apaga; y el acto de consumo no deja efectos salvo la necesidad de volver a consumir: volver a tener satisfacción, volver a tener un placer.

Les leo como resumí yo esto de comunidades de consumidores y productores:

“En la comunidad de para mí es productores, la comunidad estatal nacional, cada miembro se relaciona con los otros miembros y con la comunidad por lo que debe hacer, por lo que les debe a los demás y lo que le debe a la comunidad. En cambio, en la comunidad estética, la comunidad de la globalización, el consumidor se relaciona con los otros y con la comunidad para obtener una experiencia de placer individual; no por lo que debe hacer, por lo que el grupo tiene que conseguir. Mientras el miembro comunit ar io de una comunidad de productores hace lo que debe, el miembro comunit ar io de una comunidad de consumidores, hace lo que le gusta. De lo que uno debe a lo que a uno le gusta: El productor, el ciudadano, tiene deberes y derechos; hoy, sólo hay derechos. Del miembro de la comunidad productiva, se esperaba compromiso; del miembro de la comunidad consumidora no se espera otra cosa que el pago por los servicios que la comunidad estética le proporciona.

Esto vale incluso si las actividades son gratis, porque gratis es un precio, el precio cero, pero es un precio. Voy a una actividad porque no me cuesta dinero, pero no me piden ninguna otra cosa; no hay un compromiso cuando se termina esa actividad.

A la comunidad de productores Zygmunt Bauman la llama o “comunidad ética” (yo prefiero decirle “comunidad moral”) y a la comunidad de consumidores la llama “comunidad estética”, porque la forma clave de relación es el espectáculo.

–Pero es más valioso venir acá que ir al cine; invierto más acá. Yo puedo ir al cine como jubilado por $4,50, pero me cuesta mucho más venir acá. No es un precio cero, hay implícito un precio también.

–Yo vine a los ocho años de Polonia y me acuerdo que mi papá se juntaba con los paisanos del mismo pueblo y hacían reuniones y de ahí salían muchos beneficios; y nos agrupábamos todos. Y eso era una cosa que uno hacía, no por intereses de plata sino por est ar uno con el otro.

Nada es totalmente gratuito, claro, hasta respir ar es ya un esfuerzo. Que el precio sea cero o $4,50 no quiere decir que no demande esfuerzo ir y consumir lo que consigo por cero, $4,5 o $11; el asunto no es si demanda esfuerzo, sino si ese esfuerzo se convierte en un esfuerzo cooperativo con otras personas, o no. En general, lo que más ocurre, lo que se está imponiendo es que la relación que establezco con los demás, con mis actividades, es una relación de consumo.

Hace un tiempo hubo un p ar o docente, y había docentes que se quejaban de otros docentes porque picoteaban entre v ar ios establecimientos educativos p ar a junt ar el p ar nuse , y los docentes más viejos decían que no tenían compromiso con el colegio. No hay ese compromiso porque la dinámica de la vida nos impide tenerlo, porque tenemos que est ar en muchos lados por día.

La cuestión es ver si podemos constituirnos como una comunidad de otro tipo. ¿Qué tipo de comunidad? Eso hay que invent ar lo, porque la comunidad de judíos polaco que contaba la señora, o las landsmanschaftn , las sociedades de residentes, estaban posibilitadas por otras condiciones históricas (tenían personería jurídica, había un Estado-Nación, la comunidad tenía la misión de ayud ar a los inmigrantes a establecerse, la vida era más lenta, etc.). No sé si el Estado o la personería jurídica van a desap ar ecer, pero se están vaciando, de convertirse en un casc ar ón sin una función real.

Retomo el argumento. Lo que dije de los docentes se puede decir de las identidades étnicas. Ahora está la moda del consumo étnico, de la comida étnica, de la worldmusic o música del mundo. Yo puedo estudi ar el calend ar io maya, salir de ahí y compr ar me un disco de música klezmer; salgo de la disquería y me voy a un restaurante a comer sushi, y después a ver un documental sobre el Congo. Voy desarrollando distintas prácticas de distintas identidades, de distintas comunidades, cosa que antes no era posible.

Antes había más tabicación, más discriminación, hoy lo que más hay es indiscriminación. Hay mayor permisividad y menor compromiso con conductas que antes no se admitían. En El abrazo p ar tido, el protagonista, Ariel, sabe que es judío, tiene hecha la circuncisión y no tiene una relación con eso, no sabe porqué se hizo la circuncisión; está angustiado por la relación con su padre y empieza a averigu ar , habla con el rabino, como el leicaj que hace la madre, etc. pero esos distintos elementos no llegan a constituirlo y a producir en él un compromiso identit ar io.

En la comunidad estatal-nacional, la comunidad de productores, la comunidad moral, integr ar esa comunidad, me anclaba, me daba un ar raigo; hoy, la posibilidad de consumir distintas prácticas étnicas, distintos productos étnicos, me deja la deriva.

Creo que la idea de la comunidad sólida y fluida está cl ar a. Una es una comunidad donde los ciudadanos tienen deberes y derechos y la otra es una donde los integrantes no lo son por mucho tiempo, a la vez son integrantes de otras comunidades y sólo tienen derechos. Como decía la famosa t ar jeta: “pertenecer tiene sus privilegios”. Esto quiere decir que si yo pertenezco, tengo satisfacciones, pero cuando no tenga satisfacciones o privilegios, me voy a ir de esa comunidad, porque ya no me va a servir de nada est ar ahí. Antes, en cambio, había un compromiso y cuando no había satisfacciones, había que poner el hombro. Y creo que las historias de las comunidades de inmigrantes eran más de esfuerzo que de satisfacciones, que de goce (había satisfacción en el esfuerzo, en el trabajo, y en comp ar tir con los demás).

Ése es el tema de hoy: ¿quién soy yo, si no comp ar to con otros?

Roberto : –¿Cómo se puede comp ar tir con todas estas cosas de internet que hacen que el individuo esté totalmente encasillado en un autismo? Ése tema hay que olvidárselo porque el futuro manda que la persona esté totalmente aislada del otro individuo. El individuo está encasillado y totalmente aislado de la sociedad.

Un conocido amigo de mi viejo que no maneja la computadora siempre dice: “quedate tranquilo que internet es una moda, ya va a pas ar ; como la electricidad”.

Internet, los medios masivos, lo que hacen es reducirnos a células receptoras de otra pantalla. P ar a consumir televisión o internet, no requiero relacion ar me con el que tengo al lado. Para producir pan o un auto, yo necesitaba relacion ar me con otro; p ar a p ar ticip ar en política necesitaba relacion ar me con otros, ahora la política se ha reducido a firm ar petitorios y poner un voto en una urna, se ha individualizado. La tendencia general es la hiperindividualización (como le dice Bauman) que nos individualiza tanto que cada individuo se disipa.

–No tenemos amigos, no tenemos familia, no tenemos nada: somos cosas. Somos individuos hasta el punto que nos llevan a ser cosas.

Hay que ver si podemos ser individuos si no nos relacionamos con el otro, si no hay un Estado que me dice “vos sos ciudadano” –me da un documento, pero eso hoy no me dice nada–, si no hay una familia que me ubique y me ar raigue claramente, si no hay una comunidad. El desafío es ver qué tipo de lazos, qué tipo de dispositivos podemos invent ar que no desconozcan las condiciones actuales como internet.

–Se pierde la condición de ser humano por internet, los ap ar atos vienen a desplaz ar al individuo.

Pero internet es ya una condición imborrable, ineludible, como la electricidad. Hay que ver qué podemos hacer con eso, con lo que hay. Hay un dicho en idish que dice: “Cuando la vida no es como uno quiere, hay que quererla como es”.

–¿Resignarse a todo?

–No, no, aprovech ar lo que tenés, que es diferente.

Claro, algo así. Jaime Barylko dice: “No sabemos a qué atenernos, lo único cl ar o es mi ombligo; yo soy yo y mi ombligo” ( El miedo a los hijos , Emecé, Buenos Aires, p. 25). Entonces, si soy mi ombligo, ni siquiera soy un individuo.

“De toda esa estructuración de la existencia humana [se refiere a las épocas sólidas] en relaciones y vínculos, sólo quedamos nosotros: yo, tú, nuestros hijos. A nosotros, los herederos de las rotas cadenas [las rotas cadenas serían los vínculos que antes me ataban y a la vez me daban un lugar] nos toca aplic ar la genialidad al ar te de vivir, de convivir y de conocerse” (p. 48). La genialidad es inventar; no quiere decir otra cosa.

Tal vez, en ese punto la judeidad, los elementos judíos tengan algo p ar a aport ar a nuestra existencia, p ar a ser algo más que nuestro ombligo. Ser nada más que nuestro ombligo que es muy angustiante y, a la vez, es seductor: si uno está solo siente que es más libre –pero, por ser tan libre, uno vive en el vacío.

B ar ylko dice así: “Los jóvenes no se des ar rollan en libertad, crecen en el vacío. Siempre tienen razón y sin emb ar go, no son felices. El vacío es ausencia de responsabilidad” (p. 11).

Continúa Barylko: “Seguiremos solos yo, tú, nuestros hijos. El calor de la tribu ya no es recuperable, pero hay otro calor: el de comp ar tir algo genuino, el de explay ar todos estos mundos que llevamos dentro, p ar a sentirnos p ar te de algo, algo que nos ab ar ca, que nos sostiene, algún recóndito encanto de alguna misteriosa raíz que liga todos nuestros troncos” (p. 27).

Mientras hablaba de que no se forman vínculos duraderos me acordé de que se están formando algunos vínculos uno poco más duraderos, cooperativos, productivos, que creo que están en los movimientos de trabajadores desocupados, en el movimiento ambientalista de Entre Ríos. Es sorprendente cómo el movimiento ambientalista está durando más de tres o cuatro semanas.

El desafío a pens ar –ver si ya hay propuestas que la historia nos esté mostrando de hecho– es cómo podemos hacer p ar a existir organizándonos con otros. Porque si no me organizo con otros, me disuelvo, me disipo; y si me organizo con otros, tal vez pueda existir.

Ignacio Lewkovicz decía: “Si no nos organizamos, no existo”. Pero así, con este desacople: tenemos que organiz ar nos muchos p ar a que uno pueda existir. Esto no es algo fácil, es realmente difícil, no es como queremos, pero es lo que nos tocó y lo que –según el adagio ídish– tenemos que querer.

Voy a redondear mi exposición para luego pasar a la conversación. Se acostumbra a cerr ar con una conclusión; pero, siguiendo con una tradición judía, prefiero cerr ar la exposición con una pregunta: ¿qué judaísmo es posible hoy?, ¿es posible un judaísmo sin comunidad?, ¿qué comunidad es posible hoy?.

Parece que no es posible un judaísmo sin comunidad; al menos, toda la tradición religiosa y toda la laica requirieron una comunidad p ar a que hubiera judaísmo. En el cristianismo se puede tener una relación con Dios íntima, individual; en el judaísmo, siempre la relación era de una comunidad (el minián ) con Dios. Es muy común encontr ar la frase que reza que “sin comunidad no hay judaísmo”. Y, sin emb ar go, hoy, cuando la comunidad se disuelve, hay judíos: ¿qué hacen esos judíos?.

El Proyecto Yok hizo, por ejemplo, un “pésaj urbano”. Antes del último Péisaj , en una plaza de Palermo, esta organización hizo un campeonato de g uefilte fish . Fue un éxito, hubo como tres mil personas que prob ar on el g uefilte fish que algunas señoras hicieron. Esa comunidad duró una t ar de de domingo. La reunión consistía en que uno podía comer gratis y rico. Además, durante el evento Yok vendía remeras, hizo una cantidad de afiches publicit ar ios. Por otro lado está Hillel; ustedes conocerán esa casa para jóvenes universitarios judíos. La casa Hillel es un proyecto que vino hace unos años, creo que en 2000, de Estados Unidos, p ar a jóvenes en edad universit ar ia, de entre 18 y 28 años. Pusieron un caserón en Belgrano, muy lindo, con pileta, en donde un joven puede ir, tom ar café, no puede llev ar jamón (es decir, puede ser kúsher por un rato), puede hacer tai chi o yoga, puede aprender inglés, puede aprender hebreo, asistir a cursos de historia del judaísmo o de torá que se dan en inglés, y un largo etcétera. Es un proyecto que se hizo con mucho dinero y muy estudiado; estuvieron haciendo un estudio de mercado p ar a jóvenes. Por otra parte, uno no puede ir si tiene más de 28: es lo que en marketing se llama “segmentación”: los productos apuntan a un nicho de mercado, tiene un blanco, un “target”. Hay otras casas, también, como Beit Scopus y Beit Jabad El lazo. Y todo esto, a la vez que busca reunir a los judíos que no tienen comunidad, descomunaliza. También, por ejemplo, hay un lug ar que se llama Bashert Club, que es p ar a solos y solas judíos, mayores de 65 años. También hay una segmentación aquí.

Todos estos son proyectos que tienen –aunque no lo dicen, se les nota– un trabajo muy fuerte de m ar keting, de diseño de la folletería, de los c ar teles, de los sitios de internet, donde, realmente, se ve que se acoplan a la dinámica de consumo y no esperan de los asistentes otra cosa que venir e irse, no esperan compromiso de los asistentes.

La casa para jóvenes judíos de Beit Jabad El lazo es de Jabad Lubavitch. Es muy interesante cómo los Lubavitch, que p ar ecen ser algo que viene del lejano pasado, tienen una dinámica insep ar able de la dinámica mercantil.

–Pero no tienen afán de lucro.

Pero “dinámica mercantil” no quiere decir “afán de lucro”; quiere decir que la relación con la comunidad no es una relación de compromiso, sino de consumo; no es una relación de producción, sino de consumo. Por ser joven, tengo derecho a entr ar a esta casa, tom ar un café, calentarme algo en el microondas, hacer un semin ar io de cuatro horas semanales por $10 por mes, pero no tengo ninguna otra obligación; si un día falto nadie me va a mir ar mal, no hay un código moral comunit ar io.

–Esta “Asociación Mutual Israelita Argentina” debería ser mutual, de beneficencia, cooperativa; ¿lo es, sí o no?

No sé, no hice un estudio sobre esta institución, lo que puedo decir es que ese nombre viene desde hace muchos años, de muchas décadas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, en Argentina, casi no había ninguna institución de inmigrantes que no fuera mutual, era impensable una institución no mutual, que no fuera de ayuda mutua. Las cooperativas, las sociedades de inmigrantes, fueran italianas, españolas, judías, lo que fuera.

Bien. Yo concluiría con dos citas. Primero, la mencionada de B ar ylko: “A nosotros, los herederos de las rotas cadenas, nos toca aplic ar la genialidad al ar te de vivir, de convivir y de conocerse”. Y finalmente una frase de un filósofo ar gentino, Diego Tatián: “La comunidad no es un lug ar al que se pertenece, sino un espacio al que entro p ar a construirlo”.

Qué espacio construimos es la pregunta hoy.

Intercambio con el público

Fernando: –Es una muy buena acotación la de este filósofo. Yo pienso que, no el problema, pero sí el escen ar io tiene mucho que ver con las condiciones y el tiempo en que las cosas han sucedido. Por ejemplo, si nosotros remontamos a los shtetlej de Europa Oriental, –ya sea Rusia, Polonia, Lituania o lo que fuera–, se constituía shtetl, había estructuras perfectamente definidas, en cuanto a la autoridad que podía ser el rabino, podía ser la comunidad, diferentes mecanismos, y había también latitudes que m ar caban quién era quién. Por ejemplo, el …, el patrón y su gente –que eran los capitalistas– ésos dominaban la cosa y después seguían todos los estratos hasta el último hombre.

Pero, ¿por qué razón nosotros hemos podido no sólo sobrevivir sino también sobreponernos a tantísimas penurias que ningún otro pueblo ha tenido? Pienso que ha sido por necesidad; esa necesidad y nuestros enemigos son los que, a mi juicio, han catalizado el destino de nuestro pueblo. Hoy en día, después de la Revolución Industrial , los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y el capitalismo salvaje que impera en todo el mundo, todos los valores están totalmente tergiversados. Ése es un fenómeno que no solamente pasa en Argentina, en Argentina está exacerbado. Las cosas que nosotros aprendíamos del seno de nuestra madre y la conducta de nuestros padres, todo eso se ha perdido y también se ha perdido la necesidad y la satisfacción que produce ser miembro de esta comunidad. Hoy en día no hay tiempo, no hay tiempo ni p ar a ver a los amigos y a la familia, está todo el mundo corriendo.

Cuando mi padre me vino a visit ar a los Estados Unidos, él estaba allí por primera vez, –en aquel entonces era un hombre de 78 años–, lo llevé a pase ar y estuvo conmigo tres meses. Y cuando se fue, le dije: “Papá, ¿me podés d ar tu impresión de Estados Unidos?”. Y me dijo: “Fernando, es una locura esto, ¿cómo te voy a d ar mi impresión, en dos meses, de un país que es un continente?”. Le digo, “Sí, papá, pero tu impresión subjetiva, en dos palabras”. Y me dijo: “Esta es una sociedad que yo considero una gran consumidora de tranquilizantes, pero nadie tiene tranquilidad; andan todos corriendo sin destino, sin saber a dónde van”. Y yo pienso que mucho de esto está pasando hoy en el mundo.

Entonces, ¿yo por qué estoy aquí? Ciertamente porque me da satisfacción, si no, est ar ía en un cine, pero el porqué tiene mucho que ver con mis genes y con mis sentimientos innatos, con el pertenecer.

Yo tuve la gran suerte por mi c ar rera de conocer y viaj ar por todo el mundo, desde que tenía 19 años –hace un año que volví a la Argentina –, y en esas oportunidades, yo tuve la posibilidad de ver muchas sinagogas en todas p ar tes del mundo que la mayor p ar te de los ciudadanos no tiene la posibilidad de ver. Había un denominador común en mis visitas a estas sinagogas, había algo invisible, pero que caía como la niebla, que uno no la puede palp ar pero que me envolvía todo el cuerpo, y era la sensación de asociación indestructible que yo tenía con la gente que estaba allí. Pienso que no pasa en ninguna otra religión del mundo: católicos, chinos, budistas, tienen en común su religión; pero ese lazo tan intenso que existe entre nosotros pienso que ninguna otra comunidad lo tiene.

De cualquier manera y volviendo al tema, ¿cómo salvamos esta situación de anonimato, de falta total de valores? es una pregunta muy compleja, simplemente por la condición del mundo hoy.

Estoy seguro que Pablo Hupert va a transmitir a sus hijos su herencia; pero vea lo que pasa sociedad en esta sociedad. Por ejemplo, en cuanto a transmitir la herencia, si usted toma un sic ar io en la calle, ese hombre va a mat ar , va a hacer cualquier cosa p ar a poder compr ar le a su chico el juego de computación, va a hacer cualquier cosa por su chico; sin emb ar go, en su ignorancia, ese hombre le está negando a su chico el pan y la esencia de la vida, le está negando la educación, porque no tiene en la cabeza mand ar lo a la escuela. Va a hacer cualquier sacrificio por d ar le una cosa material, pero le va a neg ar la esencia de una sociedad. Y eso es lo que pasa.

Enrique: –Yo quisiera retom ar algunas palabras para complet ar , en cierta manera, algunos conceptos. Nosotros durante cientos de años hemos vivido en Europa Oriental, no hablo de Europa Occidental porque fue otro mundo, especialmente a p ar tir de Napoleón… Cuando al judío le dejan abierta la posibilidad, después de cientos o de miles de años, de ir a la universidad, se aleja paulatinamente del pueblo judío; más todavía, muchos tratan de emancip ar se, de ser de la nacionalidad austríaca, que no es poca cosa. Hertzl va al proceso Dreyfus como periodista. Ese caso es emblemático, pero eso pasó en una gran p ar te del pueblo judío. Hay algunos que, peor todavía, fueron más católicos que el Papa; renegaban de la religión, cambiaban su apellido. Yo seguí muy bien esa situación, está en la película Sunshine, lo seguí muy bien ese proceso. El hecho de que, por un lado, nos empujaban hacia adentro, en cierta manera, hacia shtetl, tuvimos que vivir a la fuerza en shtetl. Fue una circunstancia no volunt ar ia, había muy poca gente en las grandes ciudades, había algunas personas que tenían acceso a grandes ciudades, pero eran muy pocos, privilegiados. Ahora se está volviendo a lo mismo, pero con muchísima más fuerza. Porque en la medida en que hay una libertad mayor p ar a el judío de ir a estudi ar a cualquier universidad que se le da la gana (en ese tiempo que yo digo, todavía había “numerus clausus”, cupos para los judíos que querían estudiar.

Hoy, según el último censo que hizo el Joint, somos muchos más judíos de los que decimos ser, somos 217 mil judíos solamente en Capital Federal y los diecisiete p ar tidos conurbanos, no en todo el país. El 30% se decl ar a no-judío: hay una permisividad en la sociedad que al desarrollarse hace que el judío se olvide de que es judío y trate de ir del otro lado. En contra de esto, hay otra modalidad: hay un nacimiento de una cadena de countries judíos. Hoy son raros los shill donde hay una importante actividad judía. Hay un cambio, por eso todo lo que vos [Pablo] decís es verdad, pero también hay otras verdades que consider ar ; hay un reacomodamiento.

Por supuesto, se producen nuevos lazos; hay nuevos fenómenos históricos. Pero el fenómeno de los countries, a mí me p ar ece que es un fenómeno del judaísmo como consumo, como mercancía, un producto p ar a consumir.

–Para los que tienen recursos, p ar a los judíos ricos, no p ar a los pobres.

–La crisis generacional es un tema p ar a estudi ar porque es muy difícil; ya cuando hay diez años de diferencia, ya es un problema.

–Pero siempre existió, aunque en menor medida.

–No, antes se respetaba más porque había una estructura famili ar , ahora se perdió.

Yo lo que creo como joven –y también como padre– es que hay una dificultad de los grandes p ar a hacer lo que dice es dicho en idish: si el joven no es como yo quiero, quererlo como es; p ar a eso hay una dificultad. Ahí creo que viene la desvinculación.

–¿Y por qué los jóvenes no quieren a los viejos como son?

–Porque el mayor tiene experiencia y somos nosotros los que tenemos que contenerlos.

–Son los jóvenes los que tienen que abrir la cabeza hacia los viejos, no los viejos hacia los jóvenes. Con los viejos se aprende, no con los jóvenes; con los jóvenes no podés aprender.

–Vuelvo a repetir el tema de Jabad Lubavitch: desde hace veinte años a esta p ar te, produjo una total revolución en la comunidad.

–Mi hija –doy un ejemplo p ar a que se entienda cl ar ito– salió en la foto del longplay de Los Redonditos de Ricota, y ahora es totalmente religiosa. Se enganchó tanto que le digo: “M ar iana, por favor…!, tanta locura…! Mamá también quiere al judaísmo, y no hace falta tanta energía”. Y me contestó: “p ar a vos será un esfuerzo, p ar a mí no es esfuerzo: yo lo hago con gusto, con naturalidad”.

Para relanz ar la pregunta. Con el tema de los jóvenes, yo lo que veo es que los jóvenes continúan el judaísmo si se pliegan a lo que los ancestros dicen -vivos y muertos– pero no hay una juventud judía que plantee algo nuevo. No hay una juventud judía como la sionista, como la comunista a principios del siglo XX, o como la juventud judía inmigrante de todo el siglo XX.

–Lo que estoy hablando de Jabad Lubavitch, justamente es el tema de la juventud. Capt ar on a la juventud. Por ejemplo, yo soy sef ar adí y era súper religioso y no tenía nada que ver con lo de Lubavitch; y mi hija y mucha gente de tu edad, de veinticinco, veintisiete años, se volcaban, iban allá solitos y adoran al Rebe de Jabad. Es un movimiento moderno y no está en los libros eso.

Mi hija era rockera, heavy metal, y esa onda la llev ar on a Jabad, muchos fueron a Jabad; en esa época, mi hija, a mí me sorprendió.

Como modalidad ortodoxa es muy innovadora.

Volvamos a lo de la comunidad. La comunidad p ar a ser una comunidad con compromiso requiere de lazos cooperativos, pero de lazos cooperativos p ar a producir, no lazos cooperativos p ar a decir “ah, sí, nos queremos mucho”.

–Antes se producía, pero había algo acá que los unía.

Sí, pero ese algo era producto de la producción.

Las actividades que se hacían nos ligaban y tenían su propia mística.

Tiene que haber, claro, lazos de compromiso con mis padres, pero también tiene que haber una t ar ea, algo p ar a encarar en común, algo p ar a producir. Esa t ar ea puede haber sido la inmigración, la construcción del Estado judío, la construcción del Estado prolet ar io, no lo sé; pero en distintos momentos fue distintas cosas.

No sé si en Yok, o en los Lubavitch, o en Hillel, los jóvenes plantean sus propias t ar eas o más bien si asumen las t ar eas de los grandes. Tampoco digo que no haya jóvenes, digo que no por tener veinticinco años, uno es joven; ni por tener ochenta y cinco uno es viejo; uno puede ser muy jovial.

Enrique: –Yo quiero decir algo que es de muy difícil reconstitución. El siglo pasado era el siglo de las ideologías; hoy en día no hay más ideologías, en ningún país no es acá, lo que se ve acá, está pasando en el mundo, no hay un p ar tido de izquierda, un p ar tido socialista, un p ar tido de derecha. Ahora se juntan por necesidad de est ar en un p ar lamento; entonces se ven los ecologistas, con los de izquierda, con los de derecha, con los del centro: pero no hay p ar tido. Desde los p ar tidos, salían las juventudes; nosotros somos hijos de p ar tidos, de ideologías. Israel se construyó con una ideología; hoy en Israel mismo no hay p ar tido, no hay ideología, tan es así que el p ar tido que ganó es el que no tiene ninguna estructura.

Siguiendo con una tradición judía, prefiero cerr ar la exposición con una pregunta: ¿qué judaísmo es posible hoy?, ¿es posible un judaísmo sin comunidad?, ¿qué comunidad es posible hoy?.

pablohupert@yahoo.com.ar

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posteado el: 8-ago-08

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