Judíos sueltos: De la vivencia a la experiencia

Disertación en la mesa debate "¿Qué significa ser judío hoy?".
Asociación de ex alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires. 4 de agosto de 2005.

Introducción

Esta idea, judíos sueltos, no estaba presente en el ensayo que premió la AMIA.[1] Es una idea que estaba muy en germen, como «elementos sueltos»; después fui llegando a la idea de judío suelto, que no está cerrada. Ocasiones como esta mesa sirven para ir pensando mejor el concepto.  Así que, tomen lo que les diga como parte de un intercambio y una elaboración conjunta.

Un supuesto con el que nos manejamos los historiadores es el de que ningún producto humano, ninguna cultura se puede definir de una vez para siempre. Así, me parece que no se puede decir que judaísmo sea una cosa y que esa respuesta sea definitiva. Sí se ha dicho en determinadas épocas que judaísmo es religión, o que es nación, o un idioma, o una cultura, etc. En cada época las diferentes respuestas fueron ciertas, pero ninguna de las respuestas fue cierta para siempre. Eso es lo que el devenir histórico nos va enseñando (y ahí uno empieza terapia para aceptar que no existen respuestas definitivas).

Estuvo acá planteada la diferencia entre lo que se hace y lo que se dice. En esta diferencia es donde trabajamos los historiadores, y creo que también podemos trabajar los judíos. Porque se puede juzgar a una persona por lo que dice de sí misma o por lo que hace; lo mismo vale para un grupo social cualquiera. Pero ocurre que, en general, lo que uno dice de lo que hace no es lo que hace. Y cuando se presenta ese desacople es cuando hay que ponerse a pensar.

La noción de judíos sueltos apunta a pensar este fenómeno de algo que no está tomado por lo que se dice que es el judaísmo. El judío suelto es un judío que no tiene una adscripción institucional, o una adscripción sionista o política, ni una adscripción clubista o «countrista». Es un judío que está definido negativamente. Y es un escollo, la definición por la negativa. Pero, ¿cómo se lo puede definir positivamente? Porque son judíos que dicen: «Yo no me identifico con esto, yo no me identifico con lo otro», pero sin embargo dicen: «Soy judío». O, por ejemplo: «No hablo hebreo ni ídish», que es mi caso, y es el caso de muchos no sólo de mi edad, sino también de gente más grande, según estoy viendo.

Entonces, ¿cómo definirnos por la positiva los judíos sueltos? Acá es donde hay una afirmación que se limita a lo personal, como por ejemplo lo del aroma de las comidas, los gustos, los sabores… en mi caso, el tono gringo de mi abuelo. Pero eso es algo que no se puede compartir ni transmitir: es algo que vale para mí y que para otro judío suelto es distinto, y para otro judío no suelto también es distinto. Decía Belkis recién: «Se es judío en comunidad»; pero los judíos sueltos no podemos estar en comunidad y sin embargo somos judíos. Acá, creo, hay un problema.

Yo empecé a pensar estas cosas un poco más seriamente, escribiéndolas, cuando con mi mujer empezamos a pensar en tener hijos. Desde hace tres años soy padre, y la pregunta era qué transmitirle a nuestro hijo y cómo transmitírselo. La estrategia de mi trabajo, por ejemplo la estrategia en la que se inscribe esta disertación, es pensar esto, pensar cómo podemos afirmarnos colectivamente judíos que no somos religiosos, que no nos identificamos con el estado judío, que no estamos inscriptos o adscriptos a un club o a una institución judía.

Experiencia

Defino mejor qué es «suelto». Para eso, comienzo hablando de la noción de experiencia. Cuando se define el judaísmo como una religión, como una nación o como una cultura, se está definiendo el judaísmo de diferentes maneras: es decir, se están definiendo diferentes experiencias de lo que es ser judío. Una experiencia no es una anécdota, no es sólo lo que me pasa prácticamente o fenomenológicamente. En este sentido, diferencio vivencia de experiencia: la vivencia sería esto que me pasó a mí individualmente y que me quedó inscripto como una marca afectiva, y la experiencia ya es la marca o la anécdota o la práctica significada, pensada, configurada y articulada discursivamente. Hacer una experiencia es pensar las prácticas. Un ejemplo: no es lo mismo decir «albóndigas de pescado» que decir «guefilte fish«. «Guefilte fish» se articula con otras palabras, otros conceptos o nociones judíos, que pueden ser: ídish, Europa, inmigración, pascua judía, religión, esclavitud, familia, exterminio nazi y un largo etcétera. A esto me refiero con la diferencia entre práctica y experiencia: la vivencia es algo suelto; la experiencia es algo articulado y con sentido. La experiencia no llega a ser teoría ni doctrina, pero es un sentido que organiza la vida; tal vez pueda decirse, abusando de la palabra «teoría», que una experiencia es una teoría práctica (es decir, el sentido que está presente prácticamente en las prácticas). La experiencia es una organización que da sentido a la vida discursivamente. En breve: que te pase algo no es lo mismo que hacer la experiencia de ese algo. Yo diría que a los judíos sueltos nos pasaron algunas cosas judías pero que tenemos que ver cómo hacemos la experiencia de esas cosas.

Resumo lo dicho hasta aquí. Judaísmo es una experiencia, un acople, un apareamiento entre prácticas y representaciones de las prácticas judías, entre las prácticas judías y su sentido. Es una pareja orgánica. Esa pareja va a tomar diferentes configuraciones a lo largo de la historia, según cuál sea la representación judía hegemónicamente establecida.

Representación hegemónica

Creo que el problema que tenemos hoy es que las prácticas judías van por un lado y la representación de las prácticas va por otro. Hay prácticas judías y los significados de esas prácticas no están claros. No está claro qué significado judío tienen esas prácticas. Por dar un ejemplo: yo formo parte del comité editorial de La revista de los judíos sueltos. Esta revista todavía no sacó el primer número, pero sí hizo un séider de péisaj en abril. Ahí, de cincuenta que éramos, por lo menos quince no eran judíos. Cuando le comentaba esto a un amigo judío, me decía: «¡Qué bueno! ¡Eso es re-judío! Estar entre no-judíos es re-judío». No sabemos cuál es el sentido judío de estar entre no judíos, pero es una práctica realmente existente: este es el problema. Lo mismo diría de la práctica del matrimonio entre judíos y no-judíos: existe, es muy practicada por muchos judíos, y sin embargo no tiene un sentido judío.

Hay una representación establecida y predominante de las prácticas judías: que lo judío es un triángulo que tiene tres pilares: un lado nacional, un lado religioso y un lado folclórico (no recuerdo qué funcionario israelí dijo esto). Obviamente, en este triángulo predomina la visión nacional de la cosa judía. Creo que es en esta visión triangular del judaísmo que hay prácticas que no entran, prácticas que no se llegan a significar. (Por supuesto, hay prácticas judías que sí se significan en la visión triangular del judaísmo: son las prácticas no sueltas; pero de lo que se trata aquí es de entrarle a esa zona oscura, indeterminada e insignificante para la visión hegemónica de lo judío.)

¿Prácticas judías sin representación?

¿Qué prácticas judías sin representación podemos encontrar? Intentaría una lista corta, pero nodal. Un ítem de la lista son estos judíos sueltos que mencioné al comenzar. Otro punto serio: la Diáspora hoy. Diáspora es una palabra griega que quiere decir dispersión, y se ha llamado diáspora a la dispersión de los judíos por el mundo luego del año 70, o sea, luego de la destrucción del segundo templo de Jerusalén. Así, la diáspora es lo que les pasa a los judíos cuando no tienen un lugar al que volver. Pero hoy sí hay un lugar adonde volver: hay un territorio, un estado judíos; sin embargo, «habemos» judíos que no volvemos. No importará cuánta simpatía se tenga por Israel; el hecho práctico es que los judíos siguen acá, y la dificultad es cómo se llama a esa dispersión de los judíos por el mundo si propiamente no se la puede llamar diáspora. (Fue Ignacio Lewkowicz el que reparó en esto.) Si se llama diáspora a una dispersión de judíos exiliados que esperan volver a su tierra o al menos la tienen como referente cotidiano de sus prácticas, entonces los judíos arraigados en los diferentes países sin prácticas efectivas de pertenencia al país judío están fuera de lo que estrictamente se llama diáspora. Los judíos sueltos y los judíos diaspóricos no son necesariamente lo mismo. Pero los judíos sueltos y los judíos diaspóricos llevan una vida que no está representada, que no está pensada como vida judía; es decir, no tenemos una experiencia hecha de esa vida sino vivencias individuales. Otro punto de la lista de prácticas no representadas -un punto delicado que sin embargo debemos encarar-: hay, sobre todo entre los más jóvenes, algo así como un hastío ante la repetición, ante la insistencia sobre el antisemitismo, ante la insistencia sobre el conflicto palestino-israelí. Es un hastío que tal vez tiene que ver con una cosa adolescente o tal vez con estos tiempos blandos que no forman sujetos ciudadanos ni solemnes ni patriotas, pero no dejemos de tener en cuenta que eso existe, y que está suelto.

Otro ítem de la lista, creo, se lo agendan el gueto o los guetos judíos. Son guetos que no son físicos sino sociales o virtuales -calculo que no hace falta abundar en cómo son estos guetos: muchos de nosotros los tuvimos cerca o directamente estuvimos en su interior. Bien: resulta que el gueto, que es una práctica efectivamente existente hoy, incluso una práctica que circula como comentario entre judíos y no-judíos, su cualidad judía, no está pensado. Tiene dignidad de experiencia judía el gueto medieval, pero no el actual. Paso a otro ítem: las prácticas institucionales sueltas. Primero dije que un judío suelto no está adscripto a una institución, es cierto. Pero ocurre que llega a tal punto el desacople entre lo que se dice y lo que se hace acerca del judaísmo, que las instituciones judías también despliegan prácticas no pensadas como judías. Yo, para resumir, les diría prácticas diaspóricas. Por un lado, hay prácticas de lo que se llama advocacy, algo así como una defensa y un cuidado de la imagen de Israel, un esclarecimiento de lo que la prensa dice sobre Israel, etc.; también hay fomento de la aliá, del retorno a Israel. Pero por otro lado hay prácticas diaspóricas como premiar a un judío que escribe sobre qué es ser judío hoy acá («Acá», en ese ensayo, quería decir  «acá, en la diáspora»).

Nuestra tarea.

Hay -intentaré no repetirlo más- un desacople entre las prácticas judías y la representación judía de esas prácticas. Y eso se debe a que las representaciones vienen de ayer mientras que las prácticas se están dando hoy. Esto, para mí, quiere decir, no que hay que desechar el judaísmo sino que hay que pensarlo, que tenemos una tarea por delante, que es la tarea de la pregunta por qué significa ser judío hoy acá, que es muy parecido a preguntar qué significa ser judío suelto (o: qué es lo judío de alguien que vive fuera de la religión, del Estado y del club judíos, incluso, fuera de la diáspora judía). La tarea que se nos plantea es pensar nuestras vivencias para convertirlas en experiencia judía de hoy y de acá; se nos plantea hacer la experiencia de estas vivencias y de estas prácticas.

Es decir: dije al principio que los judíos sueltos tenemos síes individuales, vivencias, cosas intransmisibles, incompartibles con otros -con otros judíos y no judíos. Digo que el hecho de que los judíos que hoy estamos sueltos tengamos un sí compartido, un sí sostenido colectivamente, y colectivamente puesto a producir, o sea, un sí activo, productor, creativo, dependerá de que encaremos la tarea de pensar nuestra vivencia como experiencia.

Para recapitular el argumento: entiendo el judaísmo como experiencia; hay una representación establecida y predominante de las prácticas judías, que es la representación triangular con acento en lo nacional; esa representación no llega a significar todas ni las más significativas de las prácticas judías; nuestra tarea es pensar esas prácticas como una experiencia judía actual.

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Palabras del moderador (Jorge Herrendorf):

Citemos a Pablo Grinstein, con su experiencia de B’nai B’rith, vale decir, judíos no sueltos, o judíos sueltos que se juntan, que tal vez sea más bien lo que se trasunta de la actividad. Belkis, con una visión de la cultura, de la educación, con una lista de los textos hebreos, con un conocimiento impresionante de las raíces y del porqué del significado de cada palabra, nos está mostrando una cara importante del judaísmo: qué significa la cultura, la educación, la transmisión, el reunirse, y también la divulgación. Porque me consta, he ido a una clase o dos de Belkis o de Cábala, y sorprendentemente había bastante gente no judía muy interesada que lo seguía en forma permanente,  a través de la acción. Que se empalma con una de las cosas que dice Pablo, del judío suelto o re-suelto. Pero este judío suelto que hace una revista, si ya se está juntando con alguien, dejó de estar suelto. Estamos otra vez en lo que dije al inicio cuando largaba la mesa: no estamos sueltos.

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Una comentario del público:

  • – En un futuro, yo desearía que los judíos sueltos sigan siendo judíos pero que no sean sueltos. Cómo juntarlos a partir de algo que no sea el antisemitismo.

Si lo que interesa es la continuidad milenaria del pueblo judío, parece que es más fácil la continuidad cuando hay antisemitismo. Hay un libro de un abogado estadounidense, Alan Dershowitz, que plantea que, con la disolución del antisemitismo en Estados Unidos, la mitad de los judíos se casan con no judíos, y que por lo tanto en menos de cien años va a dejar de haber judíos en ese país.

  • – ¿Cómo creés que esos judíos sueltos se puedan unir sin temor?

Justamente, uno de los problemas que tiene al menos el judaísmo que yo conozco en carne propia, es el problema de definirse a partir de las persecuciones, especialmente del exterminio nazi. Esto es algo que trabajó Ricardo Alterman en el Foro político de la B’nai B’rith: cómo definirnos por la positiva, cómo no definirnos solamente por la negativa. Alterman y muchos otros proponen definirse por los valores judíos de siempre, por decirlo de algún modo. El tema es que los valores son milenarios y no siempre son practicables hoy en día, y hay otras prácticas que podrían convertirse en valores y que efectivamente se dan hoy en día. Para mí el desafío es trabajar sobre la cuestión de cómo ser judío por la positiva a partir de lo que se produce hoy.

Notas tomadas de los comentarios del público no grabados:

¿Hay una relación judío suelto – judío errante?

El suelto es el que no lo tiene resuelto.

Dice Alterman: el judaísmo es como el sexo: el que no lo practica se lo pierde.

En Latinoamérica, el 80% de los alumnos de las escuelas judías no es judío.

Grinstein: toma de otro la idea de que Israel y Diáspora no son excluyentes. Israel es el hardware y la Diáspora es el soft-ware. Plantea una simbiosis Diáspora-Estado

La comunidad judía busca su autopreservación cuando no hay Estado judío. Al haber Estado judío puede desentenderse de su preservación.

No alcanza con que haya una definición formal del conjunto de los judíos sueltos para que éstos dejen de estar sueltos -vale decir, para que formen comunidad. Para eso, tiene que haber prácticas de mancomunión, es decir, lazos prácticos que liguen prácticamente a los así reunidos. De hecho, el primer número de La revista de los judíos sueltos debía salir en junio o julio últimos, pero todavía no salió, y ni siquiera está en preparación.

El suelto puede dejar de serlo: -tomando enunciados dados, o -inventando una enunciación propia.



[1] «¿Qué es ser judío hoy acá?», en Pablo Hupert, Pablo Freinkel et al., ¿Qué significa ser judío hoy? Ensayos del concurso AMIA 2004, Milá, Buenos Aires, 2005.

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