Impasse en la conversación: una suspensión de lo político – charla gratuita – Pablo Hupert

por Diego Sztulwark

el martes 18/08 a las 18.30 en el Estudio de Pablo Hupert

En la crisis del 2001-2002, un poder destituyente puso fin a un cierto estado de cosas. A partir del 2003, en un contexto regional cambiante, asistimos a la tentativa -entonces inesperada- de generar una legitimidad por arriba para la acción política, y la reposición de un estado con pretenciones reparadoras. La realidad política nacional se caracteriza hoy por un doble impasse de ambas dinámicas. Atascamiento por debajo de la capacidad de invención social y política, y detención de la capacidad de innovación por arriba.

¿Constituye este impasse un estado transitorio hacia una nueva fase, o bien hay que considerarlo -en una suerte de inestable estabilidad- como suelo y realidad de la política del presente?

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La consistencia del impasse es fangosa, y la experiencia se manifiesta allí como lento entre-tejido. El suelo arcilloso, informe, no permite prosperar en base a movimientos sostenidos ni previsiones progresivas. Al contrario, la acción intencional queda sometida a todo tipo de rodeos y desvíos. El relieve irregular nos hace caer: en terreno pantanoso se dificulta encontrar sitios de apoyo para acometer altas cimas. En el conjunto de hebras, cada punto quede ligado a sus vecinos. En sus colores y nudos se realiza la experiencia de la proximidad, punto de partida irreductible. El tejido se da una inmanencia por cercanía: vía de configuración de territorios y orientación práctica inmediata que, cuando no se cierra en una endogamia, puede hacer de base para proyecciones a distancias indefinidas. La promiscuidad -no como contenido moral, sino como dinámica de coexistencia y mezcla sin un sentido a priori que ordene de modo absoluto los intercambios y flujos- se manifiesta en el abigarrado de estos entretejidos, proveyendo de lógicas y recursos a la vida. La promiscuidad es el territorio de las «y», de los procesos no excluyentes, lineales, ni exclusivos de lo real, que el código mediático intenta ordenar según nuevos sistemas de clasificaciones. Este abigarramiento no se deja confundir con el caos «a ordenar». Se trata, más bien, de conjuntos heterogéneos y proliferantes en que el sentido no está nunca a salvo de reversiones parciales sobre cada línea o segmento de ensamblaje. La promiscuidad es encuentro y abigarramiento sobre un suelo barroso, afectado -queda dicho- por la incesante producción de códigos mediáticos, o de estereotipos.

Estereotipos que devuelven en tiempo real y como separado lo que en el magma heterogéneo se produce como enraizado o tejido y que, bajo tal efecto mediático, va adquiriendo todo tipo de mutaciones. La promiscuidad es también gramatical. Sobre el lodo en que las «y» funcionan potencialmente en cualquier dirección, se traman superficies que desaceleran y dan relativa orientación a estos operadores de conexión. Y, si en el tejido -sobre fondo magmático- las «y» indican inacabamiento, disponibilidad siempre abierta una nueva conexión, el estereotipo mediático clona esta «y», separándola de su dinámica, secuestrándole su potencia innovadora, bloqueando su capacidad mutante, gobernando su devenir. La «y» que comunicaba heterogeneidades de código se nos vuelve la «y» que junta, sobre un mismo código mediático, diferencias recortadas y recombinadas en el terreno de la imagen y del lenguaje prefabricados (incluso si en tiempo real). La delicadeza del trabajo del tejido es tal que tiende a replegarse apenas se ve confrontada con el despegue de las expectativas voluntaristas y, al contrario, recobra efectividad cuando se asienta en una capacidad de lectura de las micro mutaciones incesantes del lazo social.

¿Constituye este impasse un estado transitorio hacia una nueva fase, o bien hay que considerarlo -en una suerte de inestable estabilidad- como suelo y realidad de la política del presente?

Diego Sztulwark (docente; miembro del Colectivo Situaciones).