por Diego Skliar (en el acto antimonopólico realizado en IMPA el 7/12/12)
Hablar de monopolio es hablar de concentración económica.
Es decir, concentración política y social.
Es decir: hay que traducir el lenguaje financiero para ver las implicancias de los términos en nuestra vida cotidiana.
Lo que se concentra en la economía busca concentrarse como relato único en nuestras cabezas.
Monopolio es decir “conducir el comportamiento a través del consumo”.
Disciplinarlo. En los medios de comunicación es claro, burdo: qué comés, qué te ponés, cómo tiene que ser tu día, en fin, qué tipo de vida hay que llevar.
En distintos soportes, el relato del monopolio es uno: consumir, producir, estar activo.
El consumo es la cultura de hoy.
¿No será esta la disputa de fondo entre el Gobierno y Clarín?
¿Quién se queda con el relato de la última década?
¿Si nos narran la existencia a través de Tinelli o de 678?
¿Sólo se puede elegir uno de los dos en la pulseada?
¿Será que la democracia, en materia de relato / narración, se sintetiza en esta polaridad?
Los monopolios mediáticos se expanden a otros campos, a otras industrias.
Por ejemplo: a la formación de profesionales.
He aquí la réplica garantizada de un modelo de hacer periodismo. Ya no importa si el día de mañana el Grupo sigue teniendo el poder. Hay al menos dos generaciones garantizadas de narradores bajo los cánones impuestos por el monopolio.
Y no se trata de cambiar de canal o apagar.
El consumo es, muchas veces, gratis. Mejor dicho: no se paga con dinero.
La tormenta semiótica publicitaria, las publicaciones gratuitas, la televisión en el subte, las noticias en el colectivo. Relato invasivo y gratuito de modos de vivir. La imagen es gratis. Solo se paga con el hecho de vivir aturdidos, encandilados, agotados, sin capacidad de discernir.
Una vez más, la pregunta es por el nosotros. Ese nosotros que a veces piensa en el retiro, en la aislación, en el silencio.
Nosotros que no dirigimos. Consensuamos.
Nosotros que no competimos. Compartimos.
Nosotros que no tenemos clientes. Dialogamos con la comunidad.
¿Cuáles son nuestros desafíos?
Potenciar nuestras potencias. Mostrarlas.
Mejorar la calidad de emisiones, disputando el sentido de la belleza.
Romper con lo ghettos, tan cómodos a veces, tan lejos de nuestros deseos más profundos.
Transparentar y compartir nuestros procedimientos.
No volvernos empresa de nosotros mismos ni mero proyecto productivo.
Indagar en el buen vivir. Estallando jerarquías, tendiendo a la horizontalidad.
Con autonomía, a distancia del mercado y el Estado, estableciendo vínculos que no nos quiten nuestra forma, la forma que elegimos para nuestras organizaciones. Construyendo en red ese universo que puede impulsar y celebrar leyes, pero nunca considerarlas punto de llegada, porque la noción intuitiva de nuestro querer vivir no se puede legislar, ya que cualquier fijación de norma estaría, por definición, corrompiéndola.
Ese texto es de una enorme claridad. Realmente admirable, muchas gracias a Diego por escribirlo y a vos por publicarlo.
Comparto a pleno en un todo, Nico!