A propósito de la nota de Página/12 del 17 de abril de 2005 sobre los diez años de HIJOS/ H.I.J.O.S.
La periodista que hace la nota habla de una “irrupción de H.I.J.O.S. en el mundo de los hijos”. Esa irrupción es la que a nosotros, hijos o padres, nos da para pensar HIJOS (la organización).
La Dictadura marcó la entrada de la Argentina en la posmodernidad, o el fin del estado nación, o tal vez incluso el inicio de la fluidez. Esto era bastante claro en el sentido económico; Nacho lo dejaba claro en el sentido simbólico, pues decía que durante la dictadura el poder era ilegal y la ley era impotente. De modo general, podemos decir, reuniendo estas dos tendencias, que la dictadura desestructuró el país nacional-estatal posperonista sin proporcionar ni dejar paso a un nuevo principio de estructuración, sino sólo al impulso mercantil. Vale decir, la dictadura y las democracias que le siguieron no reestructuraron el país sino que lo fragmentaron.
Entre esas cosas fragmentadas quedaron las relaciones entre padres e hijos, fragmentos de filiación por doquier. ¿Cómo relacionarse con un padre desaparecido? ¿Cómo constituirme como hijo si hace poco, luego de adolescente, me enteré de que mi padre era otro, y ese otro está desaparecido, y ni siquiera sé si está muerto? La vulgata dice que contra el olvido usemos la memoria. Debería , entonces, para ser llegar a ser su hijo, aprenderme de memoria al padre que desaparecieron. Y aquí viene el problema: lo que puedo memorizar no son sino fragmentos, y esos fragmentos no tienen un sentido, porque no están en una estructura, están boyando en la fluidez. Pero tal vez pueda componerlos entre sí, componerme con ellos, componerme con otros que tienen sus fragmentos para construir una relación con mi padre desaparecido.
Las instituciones que tradicionalmente tramaban la relación paterno-filial constituyéndose en dispositivos coadyuvantes del dispositivo familiar, como la escuela, suponiendo que no estuvieran abatidas por la inundación de la fluidez, estaban incapacitadas para tramar una relación paterno-filial con un padre desaparecido, pues se constituían bajo el supuesto de que papá está en el trabajo, papá vuelve del trabajo, papá está en casa cuando vuelve del trabajo, papá tal vez incluso está en la reunión de padres, etc. Tal vez, habría que ver cómo jugaban en esto el orfanato y el internado; pero, como sea que haya sido, hay que decir que el orfanato y el internado eran instituciones estatales y que aquí estamos en un caso donde el mismo Estado ha hecho que el padre ya no esté. El que intentaba suplir la ausencia de padre no era, en principio, el que la había provocado. Las instituciones, agotadas tras la arrasadora inundación globalizadora, no tenían un saber que dispusiera las cosas de tal modo que estos hijos con padres desaparecidos pudieran filiarse.
En este punto de no-saber llegó HIJOS, no una institución con saber sino una organización para pensar. Para filiarse, los hijos debían juntarse con otros hijos , componerse ellos como fragmentos de una filiación con otros fragmentos de otras filiaciones, con otros fragmentos de recuerdos y de balbuceos, y tener como padres a sus padres desaparecidos. Y, pieza clave de esta composición filiadora, hacerles justicia a los padres desaparecidos escrachando a los desaparecedores. Ni la reunión con otros hijos de desaparecidos ni el escrache de los desaparecedores hacen aparecer a los padres, pero configura a los hijos.
No hay saber sobre cómo ser hijo de un desaparecido; luego, hay que pensarlo. No hay institución donde saber eso; luego, hay que pensarlo con los hermanos. La enseñanza de HIJOS suena tal vez irónica, o simplemente rara: para ser hijo en ausencia de padre hay que tener hermanos que no sepan, como no lo sé yo, ser hijo en ausencia de sus padres.
P.D. (26/12/6):
El procedimiento que practicó HIJOS es la hermanación, procedimiento con el cual pudieron pensar la pregunta ¿cómo me filio con un padre desaparecido? Es como si hubieran dicho “no lo tengo a él para que me lo responda; entonces me junto con otros hijos que no saben cómo filiarse para pensar cómo filiarnos”. Es por cierto, un procedimiento justiciero.
Da la sensación de que a veces que la pregunta clave pasa de cómo filiarnos a a quién afiliarnos . Da la sensación de que esta última exhibe una lógica institucional más que fraternal, o de que la primera pregunta invita a pensar mientras que la segunda no.
A los fines de esta nota, la diferencia no es importante.