Cobos en exhibición, o la feria de los políticos

Al escribir esta nota temí ser tachado de historiador experto en «cobología». Después supe que el lector advertiría que Cobos es apenas la excusa para entender cómo funciona la política posterior a 2001, la que podemos llamar política posnacional, o también pospolítica.

Con la presidenta de gira, el vicepresidente anduvo exhibiéndose de lo lindo. Pareciera que aprovechó su interinato para ir mostrando su aptitud para la presidencia. En el blog de Cobos suben como noticia «Cobos a cargo del Poder Ejecutivo: corrió una maratón y asistió a la semifinal de la Copa Davis». Apareció profusamente en los medios, realizó vistosas actividades, se reunió con Macri, se reunió con Buzzi…

¿Cómo entender todo esto? ¿Cómo pensarlo? Creo que no es ocasión de dirimir si Cobos es presidenciable o si, como recomendó Duhalde el lunes pasado, es mejor inclinarnos por Felipe Solá. El punto a pensar es el hecho de que la política sea un tipo más de marketing.

La política de los últimos años está signada por la intervención del sujeto de 2001. Esa actividad se resume en la consigna «que se vayan todos». Hasta el momento, «que se vayan todos» viene teniendo dos efectuaciones posibles, dos formas de realizarse, de plasmarse. Una fue «que venga nosotros»: que venga la asamblea, que venga el piquete, que venga la empresa recuperada, la organización social, el movimiento. La otra es «que venga yo», que venga cada uno, que venga el consumidor. La forma colectiva de practicar la consigna floreció en los alrededores de diciembre de 2001, y fue menguando desde 2003. La versión «que venga yo» de que se vayan todos cobró visibilidad con el triunfo de Macri en 2007 y se manifestó políticamente determinante en «el conflicto del campo» este año.

En cualquier caso, se trate de la consumación piquetera-asamblearia, de la realización colectiva, del «que se vayan todos», o de la efectuación individualista, consumidora, cadaunista, el Estado posterior a 2001 queda desligado de la sociedad. Su relación con la sociedad ya no es de representación, ya no es de necesidad, sino que se ha convertido en un estorbo. Si el «que se vayan todos» es ejercido colectivamente, el Estado se entiende como algo de lo que debemos distanciarnos para afirmarnos como sujeto colectivo. Pero si -como viene sucediendo hace un tiempo- la consigna se ejerce individualistamente, el Estado entonces debe ser una fuente de servicios y satisfacción (sea esta económica, securitaria, educativa o cualquier otra).

Con esa clave entendemos el «conflicto del campo». Este mostró que nadie cree que haya cosas que un país deba discutir como asuntos de todo el país. Los consumidores mostraron que no les gusta que el Estado intervenga en nombre de un todo (por ejemplo, de una nación). . Pero la ideología menemista no se limita solamente a no discutir las cosas según la necesidad del todo, sino que tiene una definición positiva, que es que la política es la continuación de los negocios por otros medios, según feliz expresión de Alejandro Horowicz.

En breve, la política de hoy no es una política de lo común, sino una política del yo, del cada uno. Ya no es lo público el objeto de la política, sino lo privado. Hoy no hay interés superior al mío. Esta máxima vale tanto para los candidatos como para los tipos de la calle.

Cuando el objeto de la política es lo común, la política se practica como levantamiento de banderas, desarrollo de plataformas, afirmaciones subjetivas. En cambio, cuando la política tiene por objeto y sujeto al individuo, la política se practica como marketing electoral, y el marketing incluye segmentación, encuestología, branding, etc.

Durán Barba, asesor de las exitosas campañas electorales del mexicano Fox, el ecuatoriano Correa y el argentino Macri, nos da grandes pistas sobre el marketing electoral. El año pasado en el diario Perfil decía que la política no interesa hoy porque es aburrida. Es decir: lo único que importa hoy, aparte del lucro, es el entretenimiento. Y las campañas publicitarias deben entretener; no deben llamar a la responsabilidad por el desarrollo del país, a comprometerse en un proyecto, sino que deben tirar buena onda. Decía Durán Barba que en este sentido el Correa y Macri no son tan distintos: ambos terminaron sus campañas electorales bailando. Cobos, por su parte, trota.

Vemos pues que Cobos funciona como uno de esos individuos consumidores, como un «cada uno». A su vez, los lectores que comentan en el sitio de La Nación, ellos también «cada unos», dicen que Cobos está en su derecho de hacer ‘la suya’ justamente por ser parte de una concertación. Ser político hoy, ser transversal, es, como vemos, ser cada uno, y no supeditarse a los requerimientos de ningún colectivo.

Escucho a Cabanchik (senador de la Coalición Cívica) hablar de la movilidad jubilatoria y decir «tenemos que defender un derecho que es nuestro», para inmediatamente aclarar: «es de cada uno».

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