Precariedad es una palabra muy frecuentada actualmente, pero el concepto de precario es precario.
Con “precariedad” se califican relaciones laborales en peligro y viviendas villeras, pero con ella no se piensan las relaciones sociales, la producción de subjetividad, ni las condiciones del hacer contemporáneo en general. La precariedad es una clave para pensar nuestros tiempos y para pensarnos en nuestros tiempos.
Cuando decimos que algo es precario, entendemos que es frágil, que tiene un armado provisorio, o que sufre inestabilidad. Se llama precaria a una casilla de chapa, a una posesión sin título de propiedad, pero también a una emocionalidad lábil y a unos ingresos insuficientes. También llaman precario a un sostén inseguro y a un castillo de naipes, a una conexión trucha y a un contrato provisorio.
En suma, se sobreentiende que algo precario es algo deficientemente construido, algo “atado con alambre” o “tenido con alfileres”: algo a lo que le falta firmeza o le sobra improvisación. La falta y la deficiencia caracterizan –en el sentido común– lo precario. Pero así hay algo que no se advierte.
Lo que no se advierte en el sentido común de lo precario es que es una construcción, una producción. Quizá le falte terminación, pero tiene comienzo -y abunda en comienzos. Lo precario es una construcción a medio hacer, pero así como podríamos creer que le falta media construcción, así también tiene media construcción.
¿Podemos pensar que la precariedad es un hacer, una positividad, y no tanto una falta? Invito a pensar que la precariedad es una operatoria que hace lo social de manera precaria, metaestable más que inestable, con disposición recombinante más que con riesgo de derrumbe, reconfigurable más que inservible, fluido más que frágil, veloz más que improvisado y adaptable más que de pronta obsolescencia. La operatoria de la precariedad hace elementos sociales precarios: las instituciones, los sujetos, las relaciones y las representaciones son construcciones precarias y fluidas, y eso quiero desarrollar en una parte de esta charla. La precariedad es una operatoria que produce precariedades.
Invito a pensarla porque nos da una clave de las condiciones que toleramos y dan forma a nuestra vida y a la subjetividad en tiempos de capitalismo financiero. Lo social precario es un funcionamiento histórico posible, y no una deficiencia, por mucho que economistas, políticos, opinadores y predicadores prometan que ya llegará un funcionamiento sólido, una construcción acabada, una vida estabilizada, un bienestar asegurado. Lo social precario es un funcionamiento histórico posible, y no una falencia, por mucho, también, que cada uno ansíe el cumplimiento de esa promesa. Vivimos a las corridas para llegar allí.
Pero podemos descreer de la promesa y reunirnos con nuestra potencia. Potencia de hacernos un tiempo para detectar la operatoria que produce elementos sociales precarios. Hacernos tiempo para también percibir las contra-operaciones que crean un tiempo y un nosotros sin promesa de construcciones terminadas y reunido con una potencia nuestra. Haceres para habitar un acá sin tanto anhelar el allá. Tiempo común para la posibilidad de lo común. Tal la invitación.
Esta actividad se realiza con ocasión de la publicación de mi libro Esto no es una institución en 90 intervenciones.
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