Autoridad a la gorra. Cuando les profes llaman a la policía y les pibes se sacan la mochila

Pablo Casal es profe de profes. Contó lo siguiente en Facebook:

X ROBAR WIFI
Cuentan mis estudiantes del profesorado, en sus prácticas en una escuela del conurbano, que J* asiste a la secretaría del establecimiento a solicitarle a la secretaria la contraseña de la señal de wifi, diciendo que la que la precisaba era la docente del grado, cuando esto no era así. El niño coloca la contraseña en su teléfono celular y entra al aula al grito de “guacho, tengo la contraseña del wifi” advirtiendo a la docente del aula, la cual se acerca a hablar con la secretaria para preguntar por qué hizo esto. La secretaria se acerca al aula y le quita el celular al niño, borrando la contraseña y llamándole la atención a los gritos delante de toda el aula lo que provoca el enojo del niño, el cual abandona el aula, perseguido por la secretaria. La clase continúa su curso con normalidad.
Al finalizar la jornada, vemos un tumulto de alumnos, policía, las docentes. Los niños enojados nos informan que J* estaba nervioso y cómo las docentes no pudieron comunicarse con sus familiares y no pudieron contenerlo, llamaron a la policía, como que esta fuerza si iba a poder hacerlo.
Los estudiantes tiraron todas sus mochilas al piso, al grito de “se fueron a la mierda estas viejas chotas, cómo van a llamar a la gorra”! La pila de mochilas seguía creciendo, mientras le gritaban a su amigo “si vas preso te vamos a visitar y te vamos a llevar cigarrillos”…

Y comenta luego: «Me deja perplejo que nos estemos manejando con este nivel de engorramiento en la escuela…«

La perplejidad es la antesala del pensamiento, decía Ignacio Nacho Lewkowicz. Pero para que sea la antesala del pensamiento, hay que pasar a la sala. Sigue lo que pude pensar:

 

Necesitamos ver que hay algo de la autoridad que ha dejado de funcionar. Esto ocurrió en una escuela primaria. ¿Un alumno se enoja porque un adulto de la institución lo reta? Es buenísimo que pueda enojarse, me encanta que no se coma la vergüenza que la secretaria quiso hacerle pasar. No juzgo ni su picardía ni su indignación. Solamente propongo no juzgar para poder pensar el funcionamiento de la autoridad. O mejor: su no funcionamiento, o su agotamiento. No me refiero a cómo funcionó la secretaria sino a cómo funciona en todo el relato la relación de autoridad. Funciona siendo todo el tiempo desbordada, en cada paso de la escena.
> J invoca a una autoridad, su maestra, para pedir la contraseña; no va a invocar su nombre en vano, supuso la secre, y le da la contraseña -pero resulta que ahora las relaciones de autoridad no funcionan como antes y sí es mucho más fácil invocar a la autoridad en vano.
> J interrumpe la clase -y la profe no atina a reconvenirlo por interrumpir: el discurrir de la clase es fácil de desbordar.
> la secre irrumpe en el aula de la profe -y desborda la autoridad de la profe.
> la secre reta a J -y desborda nuevamente la autoridad de la profe.
> J se indigna al ser retado delante de todos, aun si su infracción a las reglas es cierta -y desborda la autoridad de la secre, que sale corriendo a calmarlo y no a reforzar la represión inicial.
> etc.
Pero hay más.
Se ve que todos los bordes de la escuela tradicional están desbordados, se ve que todas las supuestas autoridades no están enmarcadas en relaciones de autoridad que delimiten los bordes y mantengan a cada uno en su lugar. Y como la escuela está desbordada, sus figuras tradicionales también lo están, y las personas que soportan con su cuerpo esas figuras tradicionales también (y por eso están «viejas» y «chotas»). Entonces buscan poner las cosas y las personas en su lugar saliéndose del límite de la escuela. Antes de llamar a la yuta, llaman a los familiares – Ahí mismo ya se ve el desborde. Pero los familiares tampoco estaban en su lugar tradicional (el hogar). Pasan al escalón mediáticamente siguiente (no tradicionalmente siguiente). ¡Llaman a la gorra a que ponga orden!!! Pero la policía puede pegar unos bastonazos, gatillarte incluso, llevarte en cana, etc., pero no puede reponer los cuerpos en los lugares tradicionales de la escuela. Nunca funcionó así la relación de autoridad…No se puede, con mera fuerza física, construir legitimidad con la que investir a la autoridad de autoridad…
Tenemos entonces que leer el gesto que los pibes emplean para resistir al engorramiento desbordado de la escuela: sacarse las mochilas de encima. «¡No nos van a cargar a nosotros con los desbordes de ustedes, viejas chotas!»
Es partiendo desde ese punto que se puede construir algo. Admitiendo que la escuela está vieja y en ruinas. Parece construida, pero está derruida. Con sus vestigios se puede construir, pero no con la gorra. Con pibes que no se comen una se puede construir, pero no si los cargamos con las cargas que llevamos les adultes.
El único camino que se adivina para pensar-atravesar el desborde es bordar con ellos, tejer nosotros (que incluye las supuestas autoridades y los supuestos subalternos, dos términos que ya no están en relación de autoridad sino apenas ante el otro). Quizá no construyamos relaciones de autoridad como las clásicas, quizás construyamos relaciones de amistad, que también incluyan la enemistad, relaciones de confianza que autoricen a docentes y estudiantes a actuar.
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