Arancelamiento o gratuidad: lo mismo da
Ambos garantizan una relación de consumo y no de compromiso
(publicado en Campo Grupal de marzo de 2007)
Un viejo adagio psi y de los coordinadores de diversas actividades societales predica que si alguien paga por una actividad ese alguien se compromete con esa actividad, y que si esa actividad le resulta gratis (es decir, no le requiere ningún esfuerzo, ni dinerario ni de otro tipo), esa actividad no lo compromete, no lo implica subjetivamente, no crea un lazo fuerte entre el alguien y la actividad y/o entre el alguien y la institución que realiza la actividad. Ahora bien, mi experiencia en la coordinación de grupos este año me ha mostrado el fin de la vigencia de ese adagio. Los que pagan establecen (por pagar, justamente) una relación de consumo, vale decir, una relación desimplicada en lo subjetivo. Las asistentes pagaban y venían, pero fuera de la reunión no leían el material que se iba a laburar en la reunión siguiente; no miraban siquiera una película. No se daba esa cosa que conocimos en otra época de: «Ya que pago quiero aprovecharlo bien, ya que pago me meto y lo disfruto», sino que se daba algo que dice: «Está pagado. Esta actividad no me requiere más que ir, y que no me requiera más porque si me requiere más no me da placer». La gente no se lleva tarea para el hogar. La tarea para el hogar es una forma de mantener un vínculo con la instancia que la propuso: no existe. Y, por lo tanto el vínculo tampoco. El vínculo se limita a conexiones puntuales más o menos aleatorias, pero nunca implicadas con la actividad.
¿Y qué pasa con lo gratuito? Las actividades gratuitas son un fenómeno en expansión, organizadas tanto por la Ciudad de Buenos Aires como por otras muchísimas instituciones y sociedades. Los programas incluyen listas siempre crecientes de conciertos, proyecciones, cursos. Algunos creen que, por ser una actividad gratuita, no la estamos consumiendo, y se agarran del supuesto de que se consume cuando se compra; pero cuando hablamos de consumo, hablamos de un modo de relación con los productos. Para empezar, si alguien va a una actividad o se lleva algo a la boca porque es gratis, resulta que lo está haciendo por el precio que tiene y, de ese modo, sigue siendo consumo, porque hay un juicio de precio para decidir el consumo. Para terminar: seguirá siendo consumo de cualquier modo en que la relación con la actividad o institución releve de una relación productiva estable. Lo esencial es que el consumo es un modo de relación con las cosas y los hombres, uno que no requiere implicación subjetiva. Por supuesto, habrá que cuestionar que, no siendo productiva, teniendo la fugacidad y precariedad que tiene el consumo, la sigamos llamando relación: No son más que contactos —o cliqueos, como se les dice en el ciberespacio.
Hoy, pagar por una actividad no asegura compromiso con esa actividad, sino que asegura una relación de consumo con esa actividad. La gratuidad hace lo mismo. Habrá que ver de qué maneras se pueden establecer lazos productivos en las actividades, de qué maneras se puede montar un dispositivo implicador.