Alguien fue más allá de instagram sin salir de instagram.
Encontrábamos en el apunte “Belleza y reflexión en lo imaginal” que lo imaginal evita la reflexión no ocultando, como hacía la representación, sino mostrando sin misterio. La dinámica imaginal nos hace ver una obviedad, y en la obviedad no hay nada más que lo que se muestra: la belleza de la imagen o su impacto o su horripilación son tan evidentes, tan transparentes, que consuman el efecto de esa imagen. Una vez más consumir viene asociado a consumar. En el dispositivo imaginal, consumimos imágenes que consuman su efecto en el mismo acto de ser vistas.
La velocidad se asocia con la transparencia para evitar el pensamiento. La velocidad y la transparencia del dispositivo provocan que no haya espacio en lo que vemos. Así, el dispositivo imaginal cierra lo visible. No reprime lo que se puede mostrar, como ocurría en la representación, sino que muestra todo de manera veloz y transparente, y pletórica: la cantidad es tan desbordante que no da tiempo a que ocurra la representación, sino solamente la autoevidencia. Aclaro: la representación mental ocurre quizás en cada une al mirar, pues todo un imaginario concurre a la decodificación de lo visto, pero no ocurre que se instituya una representación que les dé un significado estable y permanente y compartido a las imágenes que circulan. E, incluso en la decodificación individual, predomina antes la conexión con otras imágenes en circulación (a través del gustear, el retwittear, el compartir, el escrolear, el arrobar, el taggear, etc.) que la estabilización de un significado por ligadura con otras imágenes que no circulan (es decir, estables). En fin, en la dinámica imaginal, por velocidad, por cantidad y por impacto, no ocurre la representación, pero eso no significa que ocurra la presentación, no significa que lo real se exprese, pues esta dinámica hace que lo visible se cierre, que lo visible carezca de espacios.
La representación hacía visible solamente lo que podía volver a presentar en una instancia separada (ejemplos de instancias separadas eran el gran relato histórico o el espectáculo o el reconocimiento paterno, o el Otro en general). Lo que no era representado en esa instancia era irreconocible, y lo no-reconocido no llega a la existencia. La imaginalización opera de otra manera, pues no ocurre en una instancia separada sino en el mismo plano donde nos movemos. Su capacidad de cercenar lo posible no ocurre dejando cosas afuera: la posibilidad de imaginalizar está distribuida en todes y no, como en la representación, concentrada en Uno (la instancia separada); además, hoy, cualquier cosa, cualquier práctica, cualquier frase, por extrañas que sean, pueden ser fotografiadas o filmadas y puestas a circular y conectar. La imaginalización no puede excluir del reconocimiento como podía la representación, pues es mucho más fluida. Lo que sí puede hacer, para dominarnos, es acelerarse y no dar tiempo, transparentarse y no causar pregunta, mostrar todo sin fisuras y causar admiración y anhelo, definir y evitarle al ojo la duda de lo indefinido, desparramarse como el agua y anegar los vacíos de sentido. En fin, de nuevo: la dinámica imaginal hace que lo visible se cierre, que carezca de espacios.
Ahora bien, ¿es posible crear ese espacio sin salirnos de las pantallas? Vengo sosteniendo que hay formas de proceder con los signos que nos ponen en tensión con la dinámica imaginal y nos constituyen subjetivamente de otra manera. Son procedimientos que llamo expresión, pues expresan un real o encuentro. Y vengo diciendo que puede haber expresión sin necesidad de retirarnos a ámbitos alejados de las pantallas y las redes sociales. Pero también digo que son procedimientos por inventar, pues para las nuevas formas de dominación necesitamos nuevas armas. Así que tenemos que estar atentes a lo que se produce y pensar sus procedimientos. Atendamos pues a dos obras y su procedimiento.
La obra “La hondura de lo evidente” de Rasia Friedler practica uno de esos procedimientos; abre un espacio de indeterminación en el flujo de obviedad, y lo hace circulando por instagram y facebook. Miramos una mujer joven y hermosa que está tras un velo, pero no un velo de tul o alguna otra tela. El velo lo constituye el efecto de fuera de foco aplicado a su rostro. Así, lo evidente se vuelve hondo, y lo definido se vuelve indefinido. Rasia, de hecho, describe esta obra suya como “una exploración estética en torno a lo indefinido de la condición humana.” La superficie de esta imagen muestra que no muestra todo. Así, la expresión encontró un nuevo procedimiento: el desenfoque.
Este procedimiento, desenfocar lo que vemos, aparece también en una película que se puede ver en netflix (o sea, dentro del dispositivo imaginal también): No dejes de mirarme (Never look away, de F. Donnersmarck). Allí un niño, para no sufrir o no traumarse por lo que ve, aprende a desenfocarlo. Es lo que hace cuando internan a la fuerza a su querida y hermosa tía. Ese niño, una vez adulto y convertido en pintor, pinta fotografías. Las copia tal cual. Diríamos que no queda espacio de reflexión en esas copias. Pero inventa entonces un procedimiento pictórico: les pasa un pincel mojado que las desenfoca, abriendo un espacio sugerente entre el cuadro y quienes lo miramos, incluido él mismo.[1]
De manera que en lo imaginal se puede crear “hondura”, como la llamó Friedler, dentro de la circulación imaginal (sea instagram o netflix), pregunta dentro de su evidencia, densidad dentro de su superficie, indefinición dentro de su flujo de obviedad. Gracias al procedimiento de estos artistas, no tenemos necesidad de dejar de mirar para darle ocasión al pensamiento sino que podemos proceder a nublar lo que vemos. Por supuesto, quedará pendiente hacer algo con ese espacio que el procedimiento del desenfoque habrá creado, pero habrá un espacio, y no será poco. Habrá que ver si ese espacio, ese desenfoque, queda rápidamente anegado por las siguientes imágenes que el dispositivo inmediatamente nos muestre o si se convierte en terreno fértil donde un encuentro se exprese.
[1] Si bien en la película eso ocurriría en la década de 1960, como historiador propongo tomarla como fuente que nos habla de su época, la época en que se filmó (es de 2018). Y propongo a la vez considerarla así por su forma de circulación, que es imaginal.