Una exposición I: la imaginalización

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  1. Antes de comenzar diré que el asunto que quiero plantear es que lo que queremos llegar a expresar es el plus que se da entre las imágenes. Expresarlo antes o aparte de que sea imaginalizado (y atención: lo más probable es que seamos nosotros mismos los que lo imaginalicemos).
  2. Ahora comienzo. Soy historiador. Como decía Ignacio Lewkowicz, un historiador piensa el cambio. Piensa el presente en lo que se distingue del pasado. Al distinguirlo, podemos habitarlo. Distinguirlo lo especifica; habitarlo nos sitúa. Si al presente no lo distinguimos-habitamos, apenas podemos tolerarlo, y no pasamos de quedar subsumidos en él. Así, pues, voy a hablar de un cambio que hace que nuestra circunstancia no sea habitable, no sea pensable, como prolongación del pasado. No voy a hablar de viejas tendencias que nos vienen desde ayer; voy a hablar de dinámicas contemporáneas que las reconfiguran hoy. La dinámica imaginal reconfigura las prácticas semióticas, que ya no son representacionales.
  3. Este es el cambio del que voy a hablar, y se refiere a algo muy sutil: el comportamiento de los signos, la forma en que los signos semiotizan lo real, produciéndolo como realidad. Los signos producen mundo, cosas, subjetivaciones. De todo lo que hacen, lo que más nos importa es si esas subjetivaciones padecen sometimiento o son procesos de emancipación. La forma como practicamos la semiosis –es decir, la forma como procedemos con los signos– es decisiva para definir si esas subjetivaciones padecen sometimiento o son procesos de emancipación. Lo que pasa es que generalmente no practicamos la semiosis, sino que ella nos practica a nosotros (“somos hablados por el lenguaje”, dicen los psicoanalistas), nos semiotiza, y entonces la padecemos.
  4. Distinguiré hoy dos modos de practicar la semiosis, el imaginal y el representacional. En la canción “Logo” de Kevin Johansen se aprecian ambos modos. Tomen “logo” como sinónimo de “imagen” –y no de la imagen en general, sino de la imagen imaginal.

(Coro) Generation Logo…’Até’, Até Logo
Todo tiene Logo… ‘Ya tein’, ya tein Logo
Veneration Logo… ‘Axé’, axé Logo
Si no tiene Logo, falta poco, saravaravá!

Manteca, chuleta, buseca… ‘Ya tein Logo’!
Carlito, Robinho, Dieguito… ‘Ya tein Logo’!
Mengano, Fulano, Caetano… ‘Ya tein Logo’!
Todo tiene Logo, até logo, saravaravá!

[…] Si no tiene Logo, falta poco, saravaravá…

 

Compre todo ahora porque ahora ya es mañana
Y mañana ya va a ser pasado
Si no compra todo, seguro lo compra otro
Y despues, seguro se lamentará
Todo ‘on sale’, aproveche que sale temprano
Y sin más demora
Si no compra ahora, va a caer en bancarrota
Espiritual, intelectual y emocional!

 

El Yoga, en boga y la toga…
Orgánico, higiénico, transgénico…
El Mantra, el tantra, el “chantra”…

El Rock Star, el Pop Star, el “Old Star”…

 

Recuerdo cosas de otros tiempos,
De cuando el almacén no tenía luces de neón
Cuando el paraíso no tenía marquesina…

 

  1. El modo representacional sería aproximadamente el del almacén sin luces de neón. El almacén no necesitaba pantallas lumínicas para que los habitantes del barrio se lo representaran como almacén.
  2. El modo imaginal es el de “todo tiene logo”: todo tiene imagen. Mas este modo no se limita solamente al “todo tiene logo”, sino que incluye también el “si no lo tiene ahora, ya lo va a tener”, y también el “aproveche sin más demora, si no va a caer en bancarrota” subjetiva. Como se ve, hay todo un dispositivo, toda una dinámica de la semiosis imaginal –que no se limita ni a las imágenes ni a las TICs– con efectos en las subjetivaciones y las sujeciones, en la realidad, etc.
  1. Como estas Jornadas invitan a hablar de mediatización, diré que hablamos de mediatización cuando la mediación semiótica es imaginal, mientras que, hasta ayer, se hablaba de mediación –y no mediatización– cuando la mediación semiótica era representacional.
    1. Esta exposición diferenciará imaginal y representacional. Antes debemos distinguir la mediatización y la mediación diciendo algo que sonará elemental: la mediatización opera con artefactos culturales mediáticos, mientras que la mediación operaba con artefactos culturales mediadores. Mediático es una red de celulares computadoras y smart tv’s o una red social virtual; mediadora es una escuela del siglo XX o una teología o una historia nacional. Mediática es la operatoria bursátil alrededor del globo y la emisión de bitcoins; mediador era el patrón oro a que se atenía cada emisor de moneda (es decir, cada Estado-nación, que fue el mediador por excelencia hasta hace unas décadas). Los artefactos mediáticos son correlativos a una semiosis más inmediata, mientras que los artefactos mediadores conllevan una semiosis más mediata (ya volveremos sobre qué puede querer decir “semiosis mediata” y “semiosis inmediata”). Alguien objetará que lo mediático también media, y es cierto, pero media de otra manera: contactando y no vinculando, conectando y no ligando, enredando y no estructurando, precarizando y no estabilizando.
    2. Volvamos a la cuestión: distinguir signos imaginales y representacionales.
  2. La relación del humano con lo real es mediada, inevitablemente. No me refiero a lo que se refiere la convocatoria a este amable encuentro cuando ella dice “mediación” –no me refiero a esas prácticas que hacen vivir la vida como medio para otra cosa. La mediación, si quieren, es una membrana o enlace entre sujeto y objeto, así como entre sujetos. Es eso que nos da acceso a lo otro de nosotres y a la vez nos lo hace perder (aunque esto último no siempre lo advirtamos): un elemento mediador es tanto un puente hacia lo otro como su reemplazo por lo que lo representa; da existencia y enajena a un tiempo.
  3. Pero no es tan fácil. La mediación no es un cristal ni una membrana sino un dispositivo. Este dispositivo no se limita a estar en el medio entre lo real y lo cultural, no se limita a ser puente y abismo, filtro y tabique entre dos términos, sino que, en tanto que lógica práctica compleja, construye esos dos términos y sus relaciones. Eso que llamamos semiosis es el complejo de prácticas que construye lo humano y lo otro de lo humano; esa semiosis teje cuerpos, lenguajes, la realidad y lo otro de ellos –vamos: la cultura.
  4. Podemos considerar semiosis a esa operatoria que Badiou llama “cuenta por uno” y desmultiplica lo real, haciendo de la multiplicidad inconsistente una multiplicidad consistente. Citémoslo:

“Lo múltiple es el predicado inevitable de lo que está estructurado, pues la estructuración –es decir, la cuenta-por-uno–, es un efecto…”

“Está claro que lo múltiple se encuentra escindido. «Múltiple» se dice, en efecto, de la presentación retroactivamente aprehendida como no-una, en la medida en que el ser uno es un resultado. Pero «múltiple» se dice también de la composición de la cuenta, o sea de lo múltiple como «muchos unos», contados por la acción de la estructura. Hay una multiplicidad de inercia, la de la presentación, y una multiplicidad de composición, que es la del número y la del efecto de estructura. Convengamos en llamar multiplicidad inconsistente a la primera y multiplicidad consistente a la segunda.”[2]

O sea que según Badiou la cuenta por uno estructura la multiplicidad “no-una”, la inconsistente, y así la hace unaria, la hace consistente. Ahora bien, Ignacio Lewkowicz proponía lo siguiente: si aceptamos que la cuenta por uno cuenta unos en lo real, podemos leer que el que cuenta unos es el discurso. Ahora bien, cuando la esfera de los signos es imaginal y ha dejado de ser predominantemente lingüística, debemos decir que la que cuenta unos es la semiosis (y no sólo el lenguaje). Pero hay más. Esta semiosis fluida cuenta unos en la multiplicidad inconsistente y produce una multiplicidad consistente, pero esta no es ya estructurada sino reticular. Cuando la metaestructura estatal-nacional no está, cuando decimos que la realidad no es sólida, decimos que no hay una operación estructurante. La operación que recorta unos genera una realidad fluida, metaestable, pues es una operación precarizante.

  1. La lógica del dispositivo mediador varía según varía su operatoria interna. Varía según varíe la organización de los signos que la semiosis produce y circula. Hablaremos de una operatoria representacional y de una operatoria imaginal.
  2. Ambas nos quitan de la tierra, ambas nos ahorran la inmanencia, ambas nos dificultan acceder a un mundo otro –ese mundo que está en este. Ambas nos disocian de nuestras potencias.
  3. Pero lo hacen de maneras distintas, y es crucial que las distingamos, pues ya no luchamos contra esa entidad metafísica que nos quitaba de la inmanencia ligándonos con la trascendencia sino en esa red intangible que nos quita de la inmanencia enredándonos en la inmanencia. Nos introducimos en las redes automáticamente y automáticamente nos movemos en ellas, un automatismo gozoso que nos evita la posibilidad de pensar, de vincularnos y de abrir espacios intersticiales (“entres”) más allá de su dinámica. En otras palabras: las formas de dominación contemporáneas son inmanentes. Nuestra lucha no es de lo inmanente contra lo trascendente, la vida contra la sobrevida, lo terreno contra lo celestial, sino de una inmanencia contra otra (o más bien: una inmanencia entre otra). Podríamos decir: una política inmanente contra una policía inmanente.[3] Hoy necesitamos distinguir entre inmanencias. Si ayer distinguíamos entre tierra y cielo, hoy necesitamos distinguir entre tierra común y tierra mercantil-cibernética.
  4. ¿Cómo nos quitaba de la inmanencia la representación? Sometiendo a los signos a referir a un término central y trascendente. ¿Cómo nos quita de la inmanencia la imaginalización? Sometiendo a los signos a introducirse en la red del semiocapital. Entre las representaciones había ligadura. Lo difícil era crear un sentido, pues los sentidos estaban atados a los términos centrales. Entre las imágenes hay contacto. Lo difícil es afirmar un sentido, pues los sentidos pueden caerse de la red –pueden salirse de lo que Bifo llamó el “simulmundo” y terminar en el “protomundo”, como en Matrix.
    1. Vayan cuatro fragmentos de textos representacionales. En ellos se concibe lo social representacionalmente. Esto es, como pluralidad de hechos (pluralidad de signos) atados a un signo central:

“La acción, en especial la social y también singularmente la relación social, pueden orientarse, por el lado de sus partícipes, en la representación de la existencia de un orden legítimo. La probabilidad de que esto ocurra de hecho se llama «validez» del orden en cuestión.” (Weber, Economía y sociedad, México, FCE, 2002 [1922], 25, subrayados en el original)

 

“Cuando se ama a su patria, cuando se ama a la humanidad, no se puede ver el sufrimiento de sus compañeros sin sufrir uno mismo y sin experimentar la necesidad de llevarles un remedio. Pero aquello que nos liga al prójimo no es nada de lo que constituye su individualidad empírica, sino que es el fin superior del cual es servidor y órgano… La sociedad es el fin eminente de toda actividad moral… es un fin trascendente para las conciencias individuales.” (Durkheim, Sociología y filosofía, Comares, Granada, 2006 [1906], p. 54) “Querer a la sociedad es, por una parte, querer algo que nos cubre y nos supera; pero es al mismo tiempo querernos a nosotros mismos y así, no podríamos pretender salirnos de la sociedad sin querer dejar de ser hombres.” (p. 56)

 

“En cada siglo, [Tocqueville] encuentra «un hecho singular y dominante con el cual los otros se relacionan; ese hecho da origen, casi siempre, a un pensamiento madre o a una pasión principal que termina por atraer y arrastrar consigo todos los sentimientos y todas las ideas. Es como el gran río hacia el cual parece correr cada uno de los arroyos circundantes». Al encarar el estudio de la sociedad norteamericana de mediados del siglo XIX, Tocqueville ve en «la igualdad de condiciones» «el hecho generador» del que cada hecho particular parece descender y que encuentra permanentemente ante él una especie de «punto central» hacia el que convergen todas sus observaciones. Esta idea de un pensamiento madre que «encadena, por decirlo así, todas sus partes» debe ser entendida… como una especie de matriz… —o un principio de engendramiento— que está en el origen de una dinámica de época.” (Revault d’ Allonnes, El poder de los comienzos: ensayo sobre la autoridad, Buenos Aires, Amorrortu, 2008, p. 36, subrayados míos)

 

“Pese a la divergencia y diversidad de públicos coexistentes y entremezclados en una sociedad, juntos parecen formar un único y mismo público por su acuerdo parcial sobre algunos puntos importantes; y es esto lo que llamamos opinión, cuya preponderancia política crece siempre. En ciertos momentos críticos de la vida de los pueblos, cuando un peligro nacional se presenta, esa fusión de la que hablo es sorprendente y casi completa; y vemos al grupo social por excelencia, la nación, transformarse como todos los otros grupos en un haz de lectores febriles, pendientes de la lectura de las noticias. En tiempos de guerra, clases, oficios, sindicatos, partidos, nada parece subsistir de los agrupamientos sociales en Francia, a no ser la armada francesa y «el público francés».” (Tarde, Creencias, deseos, sociedades, Cactus, Buenos Aires, 2011 [1904], p. 221, subrayados míos)

 

  1. Esos son textos sociológicos. De tener tiempo, les leería textos políticos del siglo XX, donde veríamos que cualquier intervención en la arena pública pugna por ligarse con el término que la representa: con Perón o San Martín, con la Patria, con la Clase, con la Revolución, etc.–también el Gran Hermano orwelliano (no el del reality show). Por supuesto, también podríamos ver textos religiosos y teológicos que ligan cada signo con Dios. También podríamos ver discusiones entre hermanos, que buscan ligar sus nombres al nombre de su padre, y relatos de hijos a sus hijos inscribiéndolos como descendientes de un padre-origen.
  2. Por supuesto, también se podría ver en la relación del “equivalente general” con el oro, al que tomaba como patrón de equivalencia.
  3. Estos diagramas esquematizan los cuatro textos y la moneda con patrón oro. Un término trascendente da sentido a los términos del llano y su mediación les permite reconocerse entre sí (se reconocen en tanto el signo central los reconoció). El término trascendente valida, sanciona, reconoce, instituye a los términos que representa.

1 orden representado

2 patria humanidad

3 fin eminente

5 nación

6 punto central

7 igualdad de condiciones

8 abstracción allá

patron oro

  1. Cuando en 1971 Estados Unidos declara la inconvertibilidad del dólar (el fin del patrón oro), reconoce y acentúa la crisis del orden monetario establecido en la segunda posguerra, comienza la financierización-fluidificación de la economía mundial y se hace posible emitir sin “respaldo”. Esta posibilidad, en la dinámica imaginal, sería trasladada a toda emisión semiótica.
  2. Pero necesitamos una cita que muestre que la nación, signo central de la solidez, también operaba como mediación unificadora y centralizadora. Leámosla en un historiador nacional:

«Ser Nación –propósito último y superior de la voluntad nacional– supone la vertebración de todos los sectores, todos los esfuerzos, todas las regiones; y la decisión de ser Nación no puede asumirse por una parte del país en soledad, sino por una vigorosa conjunción de voluntades armonizada en el propósito de realizarla.»[4]

  1. Suficientes ejemplos de mediaciones sólidas. En el siguiente pasaje de Bauman, se ve bien cómo la razón, vía mediación, ligaba, mientras que el “sentimiento”, vía autorreferencia, desliga, o más bien liga de manera inestable.

“Dado que ser un individuo se traduce habitualmente por ‘ser distinto a los demás’ y dado que es a un ‘yo’, a mí mismo, a quien se apela y de quien se espera que destaque por separado y por su cuenta, la tarea se antoja intrínsecamente autorreferencial… Así que prestamos especial atención a los indicios más íntimos de nuestras emociones y sentimientos, lo cual parece un modo sensato de proceder, puesto que los sentimientos, a diferencia de la razón –desapegada y universalmente compartida o ‘compartible’– son míos y solo míos, no ‘impersonales’. Como resulta imposible comunicarlos (de manera completa, al menos, o sea, a plena satisfacción nuestra y de nuestros oyentes) por medio de un lenguaje ‘objetivo’ y como no pueden ser compartidos de manera íntegra con otras personas, parecen constituir un hábitat natural para todo lo verdaderamente privado e individual. Inherentemente subjetivos como son, los sentimientos son el epítome mismo de la ‘singularidad’.”[5]

  1. Lo que aquí Bauman llama razón puede entenderse como un dispositivo de procedimientos que habilitaban compartir ‘universalmente’ lo que se dijera. Esto es, es una referencia compartida con la cual se ligaba cada ser “racional”. Así, razón, cuando no es un signo, es la “gramática” de la cual participar, y lo es para todos. Luego, es “teniendo razón” que se existe. Luego, se existe en ligazón con un valor que es el mismo para todos sus representados. La razón en este sentido era una mediación común, una abstracción que funcionaba como en el gráfico “esquematización de estos esquemas.”
  • Lo que aquí Bauman llama sentimiento puede entenderse como un dispositivo de procedimientos que habilitan no compartir ‘universalmente’ lo que se diga; un dispositivo, por lo tanto, que, a la vez que te permite ser único, te complica compartir, pues no pone una mediación común a los “únicos”; estos únicos no necesitan ligarse a un valor semejante para todos ni a su legalidad, no necesitan tener ese valor (por ejemplo, tener razón).
  • Si la Razón obraba en la modernidad como término trascendente que representaba todas las emisiones de los seres racionales (sinónimo en aquellos tiempos de humanos), el sentimiento obra en la vida líquida como término de intercambio, pero un intercambio sin patrón, sin “última ratio”. Adelanto que el dispositivo imaginal, vía por ejemplo “selfies” o “videorreacciones”, ofrece los protocolos para semejante intercambio prescindente de un suelo común de sentido como el que proveía por ejemplo la Razón.
  • Pero la imaginalización no se limita a conectar imágenes sin mundo común. También, en un mismo movimiento, desingulariza eso que imaginaliza. Sin embargo, no lo hace como lo hacía la representación (homogeneizando los sentidos) sino a su manera: compatibilizando elementos con el protocolo de internet, sustrayendo la presencia, evitando la expresión y percepción del encuentro (esto será ampliado en el capítulo “Lo imaginal y la expresión: entre la conexión y el encuentro” y los capítulos sobre expresión).
  1. Recurro ahora a dos videos que muestran la operatoria hiperconectiva y la dificultad para afirmar un sentido –ergo, la dificultad para una subjetivación situada, o, en palabras de Agustín Valle, para una intensificación de la presencia,[6] o un sentido para lo sentido. Los dos videos son “Aphex Twin – T69 Collapse”[7] y “Cristina Kirchner Remix Oficial”[8]. Relatar esos videos sería desnaturalizar el efecto que provocan, por lo que invito al lector a buscarlos y mirarlos.
    1. Lo que se ve en ellos es que la imaginalización no dificulta hacer sentido por limitar los contenidos, sino por aumentar la velocidad y multiplicar las conexiones posibles. Y, como se ve en el “Cristina Kirchner Remix”, esa multiplicación conectiva incluye una fragmentación o celularización de los signos que habilita una recombinación no significante; produce una sensación de burla, pero no un sentido argumentable. En el videoclip “T69 Collapse”, se ve nuevamente que la posibilidad de las imágenes imaginales de ser conectadas con cualesquiera otras habilita una concatenación de signos que no requiere respetar una semántica ni un tempo que permita decodificarlos. Si la representación disciplinaba las concatenaciones entre signos vía una gramática que fijaba con un signo trascendente y encadenaba los signos entre sí según secuencias con sintaxis preestablecida que producían semánticas previsibles (es decir, que hiciera sentido para el sentido hegemónico), en cambio la imaginalización, que ya no fija los signos a uno trascendente y centralizador, no exige a esos signos el respeto de una sintaxis estructurada sino una mera concatenación que movilice la atención de la sensibilidad acelerada (y esto, por lo general, se logra sorprendiendo espectacularmente los sentidos, esto es, con imprevisibilidad).
  2. Mostré conectividad imaginal entre imágenes. Pero también la hay entre palabras: los twiteos, los artículos periodísticos, los intercambios por wasap, las ristras de comentarios de Facebook y también las ristras de posteos en la propia “biografía”, los comentarios de los conductores de tv a las imágenes que aparecen en pantalla, las palabras de los afiches publicitarios, las pantallas cartográficas del Waze, etc. etc. Ninguna imagen imaginal es imagen imaginal por ser un fenómeno gráfico o icónico, sino por ser un signo conectado y no ligado. Y conectado con cualquier otro según oportunidad, y no ligado por necesidad. Conectado por la posibilidad de ser introducido en la red, y no ligado por la legalidad de unas representaciones. La conexión, a diferencia de la mediación, no es discursiva. Por ejemplo, las conexiones entre las imágenes que se aglomeran en “Cristina Kirchner Remix” y “T69 Collapse” son meras contigüidades y no un discurso que las articula explicando la contigüidad.
  3. Ahora bien. La dificultad para “presentificarse” (otra expresión de Valle), la dificultad para constituirse alrededor de un sentido, no se vive como antesala de pensamiento, creación, expresión; se vive naturalmente como vida pues es eficaz para que nuestros signos y nuestra imagen se conecten con otros signos e imágenes. La dificultad para presentificarse se vive como apuro para emitir, apuro para conectarse –y este apuro se vive, en la policía de los signos, como innecesariedad de presentificarse. Dispositivo imaginal y subjetividad que no se hace presente van juntos (aquél produce ésta).
    1. Una anotación al margen. La viralización puede verse como una forma de circulación muy distinta a la representacional. Esta circulación era del tipo “uno a muchos”, o broadcasting; sus canales eran análogos a los canales que seguían los significados: toda emisión (dentro de una escuela, de un partido, de una institución o de un país) debía pasar por el punto central y elevado (dentro de una escuela, de un partido, de una familia o de un país) para desde allí enviar “una circular”; hoy, en cambio, las comunicaciones par a par son un dato completamente naturalizado. Por natural que nos resulte hoy, hace unas décadas, sonaba utópico e inverosímil. Como sea, hoy se habla de narrowcasting, pues la circulación es de “muchos a muchos” o de “par a par” (P2P). Viralización es el nombre de una circulación lateral proliferante, impensable en una de tipo centralizado y restrictivo. Por supuesto, esto no trajo un paraíso donde todos comunicamos en pie de igualdad, y sigue habiendo emisores más fuertes que otros, pero su fuerza se verifica en su capacidad de viralizar sus emisiones, de hacerlas circular lateralmente, como si efectivamente fueran hechas de muchos a muchos. Es una circulación sin lugares centrales instituidos, así como la imaginalización es una semiotización sin signos trascendentes. Este tipo de circulación es, por sí misma, otra dificultad para intensificar nuestra presencia. Ella pone a nuestra disposición las herramientas para que la mente actúe a distancia sobre otras mentes. Así, cuando una intensidad llega a producirse en el par a par, ya se está escapando, tomando distancia de cada uno.
  4. Es como si el sujeto y la sujeta promedio dijéramos “ante el riesgo siempre acechante de no existir, voy a existir conectándome a lo que circula” y el hecho de, en esa existencia, debilitar la presencia o ausentarse o despotenciarse no pudiera ser percibido. La hiperconectividad imaginal opera eficazmente, y esta eficacia incluye la dificultad para percibir nuestra separación de la potencia, que parece no importar. Estaremos desligados, pero no desconectados.
    1. Me señala Ariel Pennisi al leer el último párrafo: “acá me parece que está el punto más importante: conectados, pero no ligados, desligados pero no desconectados… Creo que ligadura y emergencia de sentido forman parte de eso que quedó atrás, pero el desafío, para nada nostálgico, es volver a pensar ligadura y sentido en condiciones precarias, fluidas. Conexión-desconexión es el par frenético y ciego (tal vez, por eso mismo, tan potente) de la época, en tanto somos hablados por ella… o imaginalizados…” Es cierto que aquí está el punto más importante, pero, por la estrategia de nuestra historización, es preferible precisar algunos términos. Primera precisión: es cierto que el broche entre ligadura y sentido quedó atrás, en la solidez, pero recordemos que se trataba de un sentido que no emergía de la ligadura, sino que venía instituido previamente en la estructura de la ligadura (esto es muy claro en el matrimonio, donde liga y sentido venían dados antes de cada unión conyugal concreta, complicando la singularización de esa pareja, y también es claro en la relación entre ciudadano y Estado, donde liga y sentido venían dados antes de cada vida concreta, también complicando la singularización de esa vida). Segunda precisión: es cierto que “el desafío es volver a pensar ligadura y sentido en condiciones precarias, fluidas”, pero, como se dará en condiciones post estatal-nacionales, sin estructura meta, no tendremos ligadura sino encuentro y, aquí sí, el sentido emergerá del encuentro, en esa inmanencia más allá de la imaginalización que llamaremos expresión ­–porque expresa lo que vibra en el encuentro. La primera precisión es necesaria porque nos ayuda a pensar que los sentidos precarios que la imaginalización produce son también inmanentes (pero no surgen de expresar los encuentros que cursan en lo real sino de conectar con imágenes que circulan en la nube). La segunda precisión es necesaria porque nos ayuda a pensar una potencia no imaginalizada pero sí semiotizada, no dominada pero sí pensable. Precisiones aparte, retengamos el subrayado de Pennisi: lo imaginal conecta sin vincular (o relaciona con sentido precario o desliga al tiempo que conecta). Ya tendremos oportunidad de ahondar en los contactos sin vínculos en Esto no es un vínculo (en preparación para Red Editorial).
  5. Insisto: somos gente al borde de la inexistencia, y la forma en que obtenemos existencia (la conectividad imaginal, la conexión de nuestra imagen a otras imágenes) es a la vez eficaz y volátil: como es eficaz y rápida, no da tiempo a pensar; como es volátil, requiere reincidir, en un bucle sin fin. Estaremos desligados, pero estamos conectados.
  6. Lqqd: lo que domina, lo que nos quita de acá, es la velocidad de nuestra inmanencia imaginal, y no un término trascendente. El más allá no está en el cielo sino en la tierra; nunca está donde estamos nosotros, en nuestra situación, en nuestro territorio, acá, sino allá, en el mundo de los humanos plenos, la semiósfera imaginal. Esta plenitud imaginal está más allá, es intangible, pero no es una abstracción metafísica ni se ubica en la esfera de lo sobrenatural, es concreta como es concreta una imagen y es de este mundo como lo es cada uno de nosotros –o, mejor, es de este mundo como lo es la ley del valor.
  7. Lo imaginal se corre y te hace correr. Lo imaginal te conecta imaginalmente con la plenitud imaginal. Como te hace existir, te querés conectar a la red donde circula (red informacional o red de mercancías), donde circula ella y donde circulás vos (es decir, donde circula la imagen imaginal de esa vida y esas prácticas que, semiotizándolas, te individúan como “vos”). Como te conecta y da placer (o sentidos u orientaciones) a tu existencia, como te hace ser vos, te introducís en sus redes, emitís, recibís, imaginalizás. Pero esa conexión te conecta a una plenitud que se corre: la selfie de anteayer ya no te da me gustas, y la serie que ves hoy ya no la ven tus amigues, así como la noticia que retwiteaste ayer con un comentario mordaz o celebratorio perderá interés hoy; de la misma manera, el auto o la consola o las zapas a que aspirás hoy serán poco mañana, pero no porque tu deseo se corre, sino porque esos productos obsolescen al ser renovados, y la tendencia a la que te plegaste hoy será desplazada por otras muy pronto. Con hashtags o con noticias o con innovaciones, lo imaginal se corre y te hace correr –tras hashtags o tras noticias o tras innovaciones.
  8. Pero lo imaginal es dócil ante tí: no te obliga a amoldarte a las imágenes de plenitud. Solo te deja pocas alternativas. Es, por así decir, un poder que te fuerza sin obligarte. Pues, como el capital financiero, te deja la alternativa de la inexistencia. De todas maneras, antes, mucho antes de que esta alternativa resulte explicitada, podés conectarte a la imagen de plenitud. No es necesario que tomes su molde, sino que te conectes; para existir en la dinámica de la imagen, es necesario un hilito y no una adecuación (adecuación pedía la representación, mientras que la imaginalización pide mera concatenación entre imágenes: entre “vos” y ese plato de comida, por ejemplo, o entre “vos” sonriente y un paraíso turístico como paisaje, y entre esas concatenaciones y esas otras imágenes que dicen “me gusta”, y entre esta concatenación y un retwiteo, y si las concatenaciones se extinguen o su frecuencia languidece, pide que emitas nuevamente, y así busques nuevas concatenaciones). Así, pues, si la representación forzaba a los signos que ligaba a acoplarse a su estela de sentido, hegemonizándolos y homogeneizándolos, lo imaginal exige mucho menos de las imágenes de mí y de tí: nos capta como únicos, nos muestra irrepetibles. La única exigencia para lograr tan amigable existencia es que las imágenes con las que la logremos puedan introducirse en la red (si es la red comunicacional, deben ser digitales, deben poder circular con ciertos protocolos de comunicación; si es la red de mercancías, deben conectar con las imágenes de la red comunicacional y con los flujos monetarios). En otras palabras, lo imaginal captura lo singular, no por su forma, no por su contenido, sino por su operatividad, operatividad que es tu condición de existencia. El dispositivo imaginal no te impone imágenes, sino que te invita (con una invitación casi imposible de declinar) a operar como opera él. Lo imaginal no te pide, como hacía lo representacional, que seas uno más, no te pide que demuestres que sos parte del todo, sino que te diferencies –diferencia que mostrarán bien una selfie o un comentario a un video de youtube, o tus videos o tus álbumes de fotos publicados en internet, pero también la mostrarán un tatuaje y un detalle en tu atuendo y en tu tocado. Así lo imaginal también satisface la unicidad que según Bauman satisfacen los sentimientos.
  9. Y en el dispositivo imaginal se pierde lo que puede darse en los encuentros. A eso que puede darse en los encuentros no lo captura, como la representación, aplastándolo, o reduciéndolo a la mediación del término exterior al encuentro, no lo moldea, sino que lo neutraliza o invisibiliza, o bien por la dificultad para volverlo discreto o circunferido, o bien por la facilidad para mostrarlo como interacción entre unidades discretas. (Ya volveremos sobre esto).

 

  1. Retomemos la distinción entre una semiosis imaginal y una representacional desde el punto de vista del distinto beneficio que cada una le trae a lo semiotizado (porque el dominado existe gracias a la semiotización), y también desde el punto de vista del distinto padecimiento que induce cada una.
    1. El beneficio, para el dominado, de la dominación imaginal es una existencia subjetiva libre (libre en el sentido de suelta) y rápida. Como es rápida, como no exige adecuación, se hace fácil existir. El padecimiento estriba en que la existencia queda, por un lado, más o menos reducida a lo visible del existir (más estrictamente: a lo imaginalizable) y, por otro, queda a la vera de dejar de existir. Por rápida y libre, la existencia obtenida es volátil, precaria, acechada, y también poco intensa. Este padecimiento no es necesariamente vivido como tal, y en general no lo es –solo lo adivinamos como el fondo de la ansiedad por emitir y recibir, por visibilizarse, ser visto, ver y hacer ver.
      1. La imaginalización tiene para su reo un beneficio más: es el reo mismo el que emite. El dominado se siente independizado de la voz de un representante que hable por él. La dominación está en la relación que el reo establece con los signos, y no en una censura explícita o implícita por parte de un centro trascendente. El sometimiento de este “siervo voluntario” no es una pasividad sino una proactiva operatoria semiótica.
    2. El beneficio, para el dominado, de la dominación representacional era una existencia con “seguridad ontológica” (dado que los términos –los ciudadanos, por ejemplo­– quedaban ligados a una Nación inmemorialmente anterior y presuntamente eterna, su existencia quedaba asegurada). La semiosis donde cada signo tomaba un sentido se estructuraba alrededor de un signo central, representante del todo; de tal modo, ella podía fijar al signo (o su sentido). El padecimiento estribaba en que eso que ligaba también, necesariamente, obligaba, y eso que inscribía también, necesariamente, ataba. Dicho de otro modo, para ligar un signo, era requisito previo que se adecuara –que se amoldara (como el signo “obrero”, desde 1946, se ligó a la Nación –otro signo, pero trascendente– amoldándose al relato peronista: columna vertebral y no cabeza, organización sindical como disciplina y no autonomía, etc.). Romper o hendir una cadena de significación con un significado singular era sumamente difícil; todo desplazamiento se hacía raro o, si ocurría –y claro que ocurría­–, se hacía imperceptible por el simple hecho de que lo que se presentaba solo cobraba existencia cuando se representaba (la presentación obrera del 17/10/45 cuenta, para el movimiento peronista, cuando, llamada Día de la Lealtad y considerada preludio al día de San Perón, y no autoafirmación, puede ser convertida en representación). En este sentido, lo representacional evitaba lo singular por desconocimiento, pero también por poner, en el lugar donde lo singular se presentaba, una representación. Así, la representación propiciaba la repetición sin diferencia (no porque las diferencias no ocurrieran sino porque la representación, o bien no las representaba, dejándolas fuera del campo del lenguaje, o bien las representaba como amenaza, reduciéndolas a término proscripto). Este padecimiento no era necesariamente vivido como tal, y en general no lo era –solo se adivinaba retrospectivamente, cuando una singularidad advenía y dislocaba la estructura de representación.
    3. Así, desconocimiento y reconocimiento (dupla que Althusser consideraba propia de la ideología, que era semiosis representacional) hay tanto en la imaginalización como en la representación, pero se dan por caminos distintos.
  2. Frente a todo esto, ¿cómo estar presentes en los encuentros y las relaciones?, ¿cómo estar presentes cuando ya no es –como en la representación– una trascendencia la que nos ausenta de la situación sino –como en la imaginalización– una inmanencia la que nos desvía de nuestra situación? ¿Cómo habitar los signos que somos, los signos que producimos, los signos que emitimos, los signos que recibimos? Con la expresión.
  3. Pero, antes de entrar en este conato de semiosis, quiero mencionar los diversos y profundos efectos de la imaginalización:
    1. Ontológicos: existe lo que se ve, y no lo que se representa.
    2. Subjetivos: precariedad tal que no puede pensar (por temor al “silencio”, al vacío de emisiones). Somos gerentes de nuestra propia visibilidad. “Inseguridad ontológica.”
    3. La imagen imaginal permite hacer relatos que no son grandes relatos y hacer sentido sin que el tiempo de la cultura sea un tiempo progresivo ni continuo. La temporalidad puede manejarse ad hoc.
      1. El manejo ad hoc de la temporalidad puede verse en la serie Gambito de dama, donde el ajedrez es un ritmo sonoro más que un desarrollo lógico pausado y progresivo. El ritmo sonoro lo dan las piezas al apoyarse, los relojes al presionarse, los bolígrafos al anotar la movida. De tal forma, no es necesario saber jugar ajedrez para disfrutar de la serie y tampoco lo es para sentir el suspenso y la tensión en cada partida de ajedrez que juega la protagonista. Como en el video “Cristina Kirchner Remix”, lo que importa, en tiempos imaginales, es el ritmo y no el progreso hacia un sentido.
    4. Políticos electorales: un partido que maneje bien las operaciones imaginales puede ganar elecciones sin representar los intereses de sus votantes. Los votos ya no son delegación de soberanía sino elección del gestor más competente.
    5. Políticos estatales:
      1. el Estado no puede detener su emisión si quiere existir como el elemento más relevante de lo social. Debe emitir, debe hacer publicidad de sí mismo para ser percibido como un “Estado presente” (y no importa si esa presencia pasa por hacer cloacas, distribuir alimentos o apostar efectivos policiales en los barrios).
  • el Estado no precede, sino que procede. No hay lugares a priori sino big data y monitoreo (tanto a posteriori como en tiempo real).
  • un movimiento puede imaginalizar que es el de los ’70, que tiene ideología, que hay industrialización, Estado de bienestar, que es irreversible, etc.
  • hoy, cuando gobernar no es administrar un orden sino gestionar las contingencias (“gestión ad hoc”) e incluso crearlas (por ejemplo, los volquetes con piedras la noche anterior a las manifestaciones contra el presupuesto 2018, o el tweet de Macri diciendo “que la final boca-river se juegue con visitantes”), la gestión del flujo de obviedad es crucial: es lo que hace posible gestionar la opinión pública “macro” y la emocionalidad “micro”. Dicho crudamente: el sentido común que en solidez era efecto de una hegemonía y de dispositivos como la escuela, hoy es efecto de dispositivos mediáticos (éstos y la escuela se oponen como la temporalidad de Gran Relato y la fluida[9]).
  1. Político-teóricos. La forma general de los dispositivos de poder no es ya la del panóptico, como no lo es la forma de la semiosis (que no tiene un signo central y elevado).
  2. Epistemológicos: existe lo imaginalizado, y las afirmaciones deben conectar con, y no adecuarse a, lo que existe. Es posible la posverdad.
  3. Productivos: infoproducción. La producción es manipulación de signos.
  4. Relacionales: La semiosis imaginal nos reduce a la interacción entre unidades discretas, circunferidas. Evita así los encuentros (en tanto hallazgos o suplementos o pluses) y por lo tanto debilita las intensidades. Invisibiliza lo que ocurre entre. Reduce los encuentros a interacciones entre mónadas.

Tiqqun: “En cada tumultuoso nacimiento del amor, renace el deseo fundamental de transformarse transformando el mundo. El odio y la sospecha que los amantes suscitan en torno a ellos son la respuesta automática y defensiva a la guerra que mantienen, por el solo hecho de amarse, contra un mundo en el que toda pasión debe despreciarse y morir.”

  1. El asunto es expresar ese plus que se da entre las imágenes. Expresarlo antes o aparte de que sea imaginalizado (y atenti: lo más probable es que seamos nosotros mismos los que lo imaginalicemos).

 

  1. Volviendo, ¿cómo estar presentes en los encuentros y las relaciones?, ¿cómo estar presentes cuando ya no es –como en la representación– una trascendencia la que nos ausenta de la situación sino –como en la imaginalización– una inmanencia la que nos desvía de nuestra situación? ¿Cómo habitar los signos que somos, los signos que producimos, los signos que emitimos, los signos que recibimos? Con la expresión. Son procedimientos inventivos de expresión.
  2. La expresión es una forma de continuar las vibraciones de un encuentro. Las afectaciones mutuas impulsan a expresarlas; a su vez, las expresiones afectan a y son afectadas por quienes las reciben.
    1. Resumo aquí la expresión que disparó un algarrobo que afectó a un poeta y a un par de pintores y al que suscribe. Para un relato más pormenorizado, remito al posteo “La cultura como cadena de expresiones” en www.pablohupert.com.ar. Ese algarrobo (un árbol de más de ochocientos años, enorme, imponente, hermoso) es un punto de atracción turística en Merlo, provincia de San Luis. Como todo punto turístico, puede entrar en la dinámica imaginal (por ejemplo, en un portal-red como Trip Advisor, donde cada usuario pone comentarios y fotos) o puede entrar en una cadena de expresión, donde un poeta (A. E. Agüero) canta un árbol abriéndole múltiples dimensiones, lo nomina “Algarrobo Abuelo” y luego una pintora (B. N. Ramírez) le abre más dimensiones. Quien se deja afectar por el Algarrobo, percibe, gracias a Agüero y Ramírez, esas dimensiones en el árbol.[10] Si no estuvieran esas expresiones, todo se reduciría a la pletórica semiotización imaginal, que no deja percibir esas dimensiones. (Vale la pena resaltar que la proliferación sin fin de imágenes imaginales es una reducción de dimensiones.)

Algarrobo de BNR

El Algarrobo Abuelo pintado por Beatriz Ramírez.

 

  1. Y también puede practicarse expresión con artefactos mediáticos e imágenes digitales. A veces parece escucharse la invitación a la presencia como una invitación a salir de las redes de acción mental a distancia. Pero el desafío es lograr que entrar / estar en las redes nos permita encontrar los encuentros –o sea, expresar los encuentros.
    1. Una expresión es la de A. Tosso y su “Prócer abstracto”.[11] En este video, los billetes históricos del dinero argentino pasan rápida y cíclicamente, pixelándose en cada nuevo ciclo hasta desvanecerse. Esta obra usa recursos mediáticos para expresar una sensación que tenemos ante la semisecular devaluación del dinero argentino. Más que expresar un encuentro, diríamos quizás, expresa un toparse con un des-encuentro.
    2. También emplea recursos fotográficos la obra de G. Germano “Ausencias”.[12] Allí muestra pares de fotos. Cada par de fotos muestra una foto de antes de la Dictadura y otra tomada en 2006. Ambas tienen un grupo de personas y son tomadas en el mismo lugar, pero en la segunda foto falta uno: es un amigo desaparecido. Con esta expresión aparece algo que se supone irrepresentable, que es la ausencia. Con estos pares de fotos, se muestra una dimensión invisible para la representación e invisible para la imaginalización. Esta expresión, como todas las expresiones, hace dos cosas: por un lado, expresa un encuentro y por otro, produce un encuentro. El encuentro anterior aquí expresado es con las siluetas de El Siluetazo de 1983 y la consigna “aparición con vida”; el encuentro producido es el de nosotros, les que vemos la serie, con la desaparición.[13]
  2. Un signo o conjunto de signos expresan algo, no cuando está en ellos la cosa en sí (lo cual es imposible), sino cuando continúan una vibración, un impulso de eso que se expresa. Los signos son policíacos cuando se dejan combinar por los requerimientos de la circulación (el flujo de obviedad), y son políticos cuando se dejan afectar por la fuerza de un encuentro real (un encuentro entre alteridades, que provoca una réplica sísmica). Si los signos se conectan con la circulación y no con la vibración, entonces se desconectan de la inmanencia-presencia. Si se conectan con la vibración, entonces, aun en internet, se conectan con la inmanencia-presencia, muerden un real.
  3. Ahora bien, como los signos al semiotizar construyen, la forma en que procedan será la forma en que nos construyan; luego, si la semiotización conecta con el flujo de obviedad, entonces construye una subjetivación incapaz, diría Ignacio Lewkowicz, de habitar la situación en la que está, despotenciada de procesar subjetivamente el encuentro que la afecta, una subjetivación capaz en cambio de tolerar la situación en la que está conectando con lo que la saca de allí y la pone en el flujo de obviedad, en la red del semiocapital, apostando a tomar existencia de su introducción en ella.
  4. Ningún funcionamiento estable de los signos ha sido transparente jamás. Pero hay momentos -¿fogonazos?- en que los signos expresan la potencia, lo real de un encuentro. No podemos –sería ingenuo- apostar a un funcionamiento semiótico estable que no tenga algo de ideológico en el sentido de hacer desconocer lo real, algo de separador de lo común de su potencia semiótica (expresiva). Podemos apostar a la expresión viva de lo vivo y a avivarla tantas veces como sea posible ante su absorción en la vida “instituida” (o, más bien, astituida[14]). Lo más probable es que en general nos ausentemos[15] y que ocasionalmente nos “presentifiquemos”. Lo más probable es que en general imaginalicemos y ocasionalmente expresemos, que corrientemente semioticemos –y seamos semiotizados– en el dispositivo imaginal, y que eventualmente semioticemos con prácticas de expresión.
    1. Vivimos entre artefactos mediáticos más que bajo instituciones mediadoras; en general, apurados por llegar al próximo evento y ansiosos por no caer en la inexistencia, usaremos los artefactos mediáticos de forma imaginal; a veces les inventaremos un uso expresivo y los convertiremos en hábitat de encuentros.
    2. Si este es el caso, tendremos con ellos una relación de plataforma.[16] Los dispositivos de la segunda fluidez no tienen lo que Badiou llama estado de la situación, esa instancia trascendente que vigila y fija a los particulares de la situación a una función, y por esto está la posibilidad de abrir “más-allás” de las astituciones y las mediatizaciones sin salirse de ellas (cosa que por lo demás estimo imposible).
    3. Si damos con una relación de plataforma, los artefactos mediáticos se convierten en mediadores. “Ahora bien, cuando, en la red, se produce un encuentro -con otra persona o varias, con un lugar, con una idea…- […], los medios pasan a valer como mediadores (y no mediatizadores), y se disuelve su fetiche.”[17]
  5. Atención. La imaginalización no hace que me ausente yo o mi grupo. La expresión no hace que se presentifique yo o su grupo, sino el encuentro, la potencia de un encuentro, un entre. La cuestión que nos planteamos es expresar el entre que no es mera interacción entre unidades discretas, sino encuentro sorpresivo y/o tejido común, como hizo M. Ikonomopoulo en esta foto o el CFP 24 en este mapa de la economía social del barrio de Flores. Expresar eso que, para usar las palabras de Rancière, no tiene razón de ser visto en el régimen sensible dominante (en la imaginalización).

ikonomopoulo

Ikonomopoulo, de la serie “Los espacios entre nosotros”

mapeo eco social de Flores

Mapeo colectivo de la economía social y solidaria del barrio de Flores.

  1. Así, pues, una ética de la expresión: deberemos estar atentos a los encuentros, una percepción sensible a aquello de cada cuerpo que no es el yo imaginal sino la afectación por un encuentro. Una exposición de cada quien a las vibraciones en aquello del cuerpo que no ha sido tomado por la imaginalización y puede afirmarse con signos vibrantes. (Estas vibraciones, por supuesto, no son una sustancia del cuerpo, sino efecto de los encuentros.)
  2. Esta es la apuesta; no es un programa voluntarista, sino un impulso vital por sentir vitalidad en los signos.

 

 

[continúa en «Una exposición II: La expresión«]

 

pablohupert@yahoo.com.ar


 

 

[1] Material preparatorio para la exposición en las jornadas Jamás Tan Cerca. Mediatización, lenguajes y política, FM La Tribu, Buenos Aires, septiembre de 2018. Se puede escuchar la grabación de la exposición en: «La imagen imaginal. Un dispositivo sin panóptico«.

[2]El ser y el acontecimiento, Buenos Aires, Manantial, 1999 [1988], p. 35, cursivas en el original.

[3] Usamos el término policía en el sentido que le da Rancière siguiendo a Foucault: política de la dominación. Pero veamos la propia definición de Rancière:

“Hay que reconocer dos lógicas del ser-juntos humano que en general se confunden bajo el nombre de política […] Generalmente se denomina política al conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de los lugares y funciones y los sistemas de legitimación de esta distribución. Propongo dar otro nombre a esta distribución y al sistema de estas legitimaciones. Propongo llamarlo policía. No hay duda de que esta designación plantea algunos problemas. La palabra policía evoca corrientemente lo que se llama la baja policía, los cachiporrazos de las fuerzas del orden y las inquisiciones de las policías secretas, pero esta identificación restrictiva puede ser tenida por contingente. Michel Foucault demostró que, como técnica de gobierno, la policía definida por los autores de los siglos XVII y XVIII se extendía a todo lo que concierne al «hombre» y su «felicidad». La baja policía no es más que una forma particular de un orden más general que dispone lo sensible en lo cual los cuerpos se distribuyen en comunidad.

[…] La distribución de los lugares y las funciones que define un orden policial depende tanto de la espontaneidad supuesta de las relaciones sociales como de la rigidez de las funciones estatales. […] De este modo, la policía es primeramente un orden de los cuerpos que define las divisiones entre los modos del hacer, los modos del ser y los modos del decir, que hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a tal lugar y a tal tarea; es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido. Es por ejemplo una ley de policía que hace tradicionalmente del lugar de trabajo un espacio privado no regido por los modos del ver y del decir propios de lo que se denomina el espacio público, donde el tener parte del trabajador se define estrictamente por la remuneración de su trabajo. La policía no es tanto un «disciplinamiento» de los cuerpos como una regla de su aparecer, una configuración de las ocupaciones y las propiedades de los espacios donde esas ocupaciones se distribuyen.

Propongo ahora reservar el nombre de política a una actividad bien determinada y antagónica de la primera: la que rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte… La actividad política es la que desplaza a un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar; hace ver lo que no tenía razón para ser visto.” (El desacuerdo, Nueva Visión, Buenos Aires, 1996, pp. 43-5).

Para nosotros, la imaginalización es una policía de los signos, mientras reservamos el mote de expresión a la política de los signos. ¿Qué es lo sojuzgado por la imaginalización? Serán las expresiones singulares las que nos digan qué es lo que la policía de los signos impide ver. La política expresiva produce, con la materia prima de una vibración sensible, la dimensión real que la policía imaginal invisibiliza e insensibiliza una y otra vez. Volveremos sobre la expresión más abajo en este texto y en otros capítulos de este volumen.

[4] Félix Luna, *Los Caudillos*, Buenos Aires, Peña Lillo, 1983 [1966], p. 34.

[5]Vida líquida, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 29.

[6] “¿Cómo hacemos, qué operaciones concretas, intensifican el sentido de la presencia? ¿Qué intervenciones o movimientos logran que el encuentro áulico devenga núcleo aglutinador de los aprendizajes que vienen dispersos? ¿Qué operaciones presentifican en la escuela, es decir, convocan a los cuerpos para que estén ahí incluyendo el divino tesoro de su atención?” (https://t-d-x.com.ar/nro8/editorial/).

[7]https://www.youtube.com/watch?v=SqayDnQ2wmw.

[8]https://www.youtube.com/watch?v=TFSsJE2UhIU.

[9] Ver El bienestar en la cultura, cap. IV, “El tiempo fluido”.

[10] Esto se amplía en el posteo mencionado.

[11]https://www.youtube.com/watch?v=z2e9Xywy-GQ.

[12]http://www.gustavogermano.com/#ausencias.

[13] Ver el capítulo “El Siluetazo, su estela y los derechos humanos como sismos de expresión”.

[14] Ver Esto no es una institución. Más allá del par instituido-instituyente. Red Editorial, Buenos Aires, 2019.

[15] “El cuerpo separado de su potencia, mediatizado, ya no alimenta al cuerpo de mundo sino [que lo subordina] a un «para» ausente: para estar al tanto, para enriquecerse, para ser visto, para avanzar en la carrera… para, para, para: ser-para, separando vida y presencia.” (A. Valle, http://sololascosas.blogspot.com/ 2016/05/subjetividad-mediatica-notas.html).

[16] Ver Esto no es una institución… pp. 86 y ss.

[17] A. Valle, “Subjetividad mediática (notas).”, revista Campo Grupal, abril 2015.

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