Un común políticamente potente

  1. El asunto es devenir otro con otros. No se trata de hacerse más bueno o más políticamente correcto. Se trata de alterarse, y eso ocurre en el encuentro entre otros.

Llamemos a ese encuentro alterador “un común”. Veamos entonces qué puede ser lo común.

  1. Lo común políticamente potente no es algo dado. No son los rasgos compartidos desde el vamos por una población (no se trata, por ejemplo, de los que adoran la casaca azul y amarilla o los que ganan el salario mínimo). Lo común políticamente potente es algo producido (o mejor, en producción, en proceso).
  2. Lo común políticamente potente se da, se produce, cuando compartimos un problema entre otros. Alrededor de un problema, alrededor de las tareas que ese problema suscita, surge una cooperación y se produce algo.

Por ejemplo, cuando entre otres intentamos dilucidar cómo puede ser que haya muches que no aceptan las restricciones para disminuir los contagios de coronavirus. Vamos dando razones, vamos dando pareceres, hacemos chistes, aportamos datos, y se va tejiendo algún sentido. En este ejemplo, lo común no es la suma de las personas que dialogan sino el tejido lingüístico que las personas contribuyeron a formar pero que ninguna planificó antes ni controlará después. Lo común es una invención.

Otro ejemplo: cuando entre otres construimos un bachillerato popular. Vamos recibiendo alumnos, vamos distribuyendo tareas, vamos enterándonos cómo van las otras materias y aportando sugerencias a les compas. Un múltiple toma forma y no es un grupo con una identidad; tiene nombre pero no se puede reducir a un conjunto de atributos. Lo mismo puede pasar con un comedor o un merendero. Lo común no es necesariamente un problema intelectualmente formulado, sino ese sujeto no personal que se produce colectivamente alrededor de una tarea. Lo común es una cooperación, un proceso.

  1. A los grupos los unen unas representaciones compartidas y una tarea institucionalmente asignada. Al común, no se sabe (no a priori, al menos). El grupo es dato: hay grupo o no hay. El común es exceso sobre lo que hay, y por eso es potencia. El grupo es un todo, mientras que el común es un suplemento.
  2. Hay grupos donde se produce un común. Hay comunes que se dan sin que haya grupo. Una asamblea es un agrupamiento que comparte un problema, una cuestión a tratar, pero no es un grupo. Cuando una asamblea funciona asambleísticamente, se produce común sin que necesariamente se produzca grupo.
  3. Un común es un nosotros. Pero este nosotros es distinto al nosotros grupal. El nosotros grupal es reconocible en exterioridad, pues es objetivo y recortado por una representación compartida de sí mismo, una identidad. El nosotros-común, el común-nosotros, es una actividad configurante. El grupo reproduce y se reproduce mientras que el común produce y se produce. En este sentido, el común es precario, pues si se detiene su producción se desvanece ese nosotros (a veces deja lugar a un nosotros grupal, como les pasó a muchas asambleas dosmiluneras).
  4. Los problemas y las tareas compartidas se pueden cualificar. Un común, su actividad configurante, es políticamente potente si es una invitación abierta. Si, por ejemplo, el problema compartido por una asamblea es resistir las retenciones móviles a la soja, eso deja afuera a les que no producen soja; no es una invitación abierta al común genérico.
    1. Hay entonces dos «común»: un común que es un nosotros suplementario y un común que abarca a toda la cooperación humana. El común que estoy intentando pensar aquí es el primero, el que suplementa grupos e identidades o agrupa yoes precarizados. Pero este común tiene una relación con lo común del género humano (es como si aquel se destinara a este).
  5. Sospecho que en lo común aquí pensado hay un comunismo posible en las condiciones contemporáneas. Habrá que experimentarlo en el campo.
  6. El Estado quiere articular lo común. Lo común quiere articularse por sí mismo. Cada común que se construye se debate (y se combate) entre esas dos articulaciones.
  7. El mercado logra expropiar lo común articulando relaciones mercantiles. Cada común que se produce hace que experimentemos lo común que nos teje y la textura de la comunidad.
  8. Estas notas no salen pura y solamente de mi pluma. Son efecto de una cooperación múltiple y quizás infinita. Ayer lo conversé con Ariel Antar Lerner. El otro día, con Claudio Mestre. El año pasado, con Ariel Pennisi. Más antes, lo conversé en lecturas de Percia (“Lo grupal. La cuestión de lo neutro”), Guattari (“El grupo-sujeto”), Ranciere (“La comunidad de los iguales”), Ignacio Lewkowicz (“La existencia de nosotros”), Marx…

En fin, la escritura no es algo personal; es una producción de un común; es una experimentación del tejido con otros. Encuentro suplementador, como todo común.

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