[En esta conferencia, opté por una simplificación didáctica: no distiguir entre representacional e imaginal]
Les cuento algo, me convocó Hernán Riveiro; él está más cerca del tema gestión de los centros culturales. Al final tuvo que viajar a Bariloche por trabajo y no pudo estar acá hoy. Voy a completar un poco la parte de la que iba a hablar él así que va a quedar distinto a lo que está anunciado.
Hay un punto en que la cultura, que muchas veces es tomada como entretenimiento, y producida como tal, no es entretenimiento. Hay un punto en que la cultura produce mundos. A esa idea y a esas prácticas me gustaría darles una vuelta. De alguna manera, es para pensar la estrategia de un centro cultural o de una actividad cultural. Estrategia en el sentido de objetivos, de un norte, una visión. Todo esto en un mundo en que el entretenimiento y el espectáculo son casi sinónimos de cultura.
Empiezo leyendo un parrafito del Colectivo Situaciones:
“Por debajo de las relaciones de la representación clásicas de la subjetividad política, trabaja una dimensión expresiva. Las sociedades de mercado son sociedades de la representación. La relación misma de representación lo invade todo, a la vez que separa al máximo al representante del representado. Las categorías fundamentales de estas sociedades de representación son las de consenso, opinión, articulación, redes, comunicación, acuerdo. Se tratan todas de categorías de la separación, del capitalismo. Son sociedades en las que domina la imagen, el fragmento, el consumo, el individuo. En ellas, la forma de enlace entre las personas se realiza por medio de la construcción de una imagen que nos muestra y hace aparecer unido lo que continúa existiendo de manera separada.”
En resumen, fragmentos que nos separan, pero como los vemos a todos juntos en la pantalla del espectáculo, aparecen unidos.
El Colectivo situaciones dice ‘ahí, separadas de nosotros, están las representaciones pero, por debajo de las representaciones hay algo más, otra dimensión, que tal vez no aparece arriba pero es lo que nos interesa, que tiene más que ver con nosotros porque no está separado de nosotros.’ A eso Situaciones lo llama dimensión expresiva. Entonces, de alguna manera, lo que quiero trabajar hoy es qué cosa es la expresión. Qué cosa puede ser la cultura si no es espectáculo, si no es imagen. Como la cultura es cultura de la imagen en nuestros días, les voy a pasar una canción de Kevin Johansen que se llama Logo. Logo es casi sinónimo de imagen, es la imagen que se usa para una marca, que es mercantil.
(Suena la canción)
Generation Logo…’Até’, Até Logo
Todo tiene Logo… ‘Ya tein’, ya tein Logo
Veneration Logo… ‘Axé’, axé Logo
Si no tiene Logo, falta poco, saravaravá!
Manteca, chuleta, buseca… ‘Ya tein Logo’!
Carlito, Robinho, Dieguito… ‘Ya tein Logo’!
Mengano, Fulano, Caetano… ‘Ya tein Logo’!
Todo tiene Logo, até logo, saravaravá!
Coraza, coracao, coragem… ‘Ya tein…’
Saraza, bobaza, bobagem…
Su tio, mi hermana, tu abuela…
Si no tiene Logo, falta poco, saravaravá…
Se ve lo que ocurre en la cultura imaginal: si no tenés logo no existís, si no tenés logo, ¿qué tenés? Todo es imagen, y si todo es imagen nos separamos de las imágenes que dicen algo de nosotros y donde nosotros podemos pensarnos, y nada queda que nos haga existir. Pero, la pregunta es ¿Qué hacemos entonces, dejar de hablar? ¿Cómo hacer una expresión que no sea representación, que no sea separación, que no sea puramente imaginal?
A mí se me aclaró mucho esto cuando en el verano estuve en Merlo, San Luis. Ahí vi el Algarrobo Abuelo. Lo filmé caminando a su alrededor y lo subí aquí.
Aquí tienen otras fotos que tomé. Ese algarrobo es un árbol enorme, magnífico, que tiene 1200 años. En un momento, un poeta de Merlo que se llama Antonio Esteban Agüero le hizo una cantata. Desde entonces ese árbol se empezó a conocer como el Algarrobo Abuelo y hoy es un destino turístico. Como dice Agüero, uno llega caminando y lo ve así.
Esta foto es de este humilde servidor, pero por supuesto, podemos encontrarlo en TripAdvisor, que es una página de viajes para viajeros, donde podés ver reseñas de hoteles restaurantes y lugares donde estuvieron otros viajeros o donde podés hacer reseñas de tus experiencias en hoteles restaurantes y lugares donde estuviste vos -una página donde los viajes de cada uno pueden existir como imágenes.
Acá tenemos una imagen que me llamó mucho la atención. Este hombre, parado junto al árbol, se relaciona con el cartel que habla del Algarrobo. Pero no está en contacto con el algarrobo. Este es el problema con la representación: que te separa de eso que está representando, o que dificulta la relación con eso que está representando.
Ahora vamos a escuchar al poeta Antonio Esteban Agüero recitando su Cantata.
Padre y Señor del Bosque,
Abuelo de barbas vegetales,
yo quisiera mi canto como torre
para poder alzarla en tu homenaje;
no el canto pequeño de la flauta
dulce, delgado, suave.
La de cantar la rosa y la muchacha,
sino el canto del mar, un canto grave,
con olores de vida y con el pulso
musical y viviente de la sangre.
Algarrobo natal. Abuelo mío.
Hace mil años la paloma trajo
tu menuda simiente por el aire
y la sembró donde Tú estás ahora
sosteniendo la Luz en tu ramaje
y la Sombra también cuando la noche
en larga lluvia de luceros cae.
Así naciste. Cuando tú crecías
la región era bosque impenetrable,
con oscuros guerreros que danzaban
junto a los juegos al caer la tarde,
y con nombres diaguitas en los ríos,
sobre todas las bestias y las aves,
en cada hierba, sobre cada cerro,
una tierra sin mapas ni ciudades,
donde dioses sedientos presidían
al cortejo y el rito de la sangre
que vertían pintados hechiceros
para aplacar las cóleras solares.
Algo muy lindo de esta cantata es que él, un artesano de las palabras, varias veces dice que no le alcanzan las palabras para hablar del algarrobo. Entonces, primero habla de cómo lo habrán visto los diaguitas antes de la llegada de los conquistadores, después de cómo lo habrá visto un antepasado español de él –un Agüero–, después de cómo lo verán los pájaros, los frutos de los árboles, etc. Lo interesante para mí de esto es que como él tiene un contacto directo con el algarrobo, lo que podemos llamar propiamente un encuentro con él, siente que las representaciones que hay no hablan de ese encuentro. Necesita hacer una cantata de 400 versos para sentir que ese encuentro está hablando, que está expresándose. Al algarrobo se lo pude decir de muchas maneras. Se puede decir su nombre científico en latín, las coordenadas según el GPS de dónde está el algarrobo, se puede medir en alto, ancho, largo y profundidad, etc. todas esas son distintas dimensiones del algarrobo, y ninguna lo define cabalmente. Lo importante es que hay una que va a expresar el encuentro. No se sabe cuál; son sólo los que se encuentran quienes van a sentir que la expresión expresa el encuentro. La primera diferencia, entonces, entre expresión y representación sería entonces que la expresión es singular, en el sentido de que es única, no en el sentido de individual. Porque se trata de un encuentro, hay más de uno ahí, pero más de uno hacen un encuentro singular, irrepresentable para las representaciones disponibles e inexpresable para las imágenes imaginales. Agüero termina la cantata diciendo que da por expresado lo que siente por el algarrobo pero porque lo canta con los pájaros y llama al algarrobo “Catedral de los pájaros”. Transcribo entonces la estrofa final:
Padre y Señor del bosque
Abuelo de barbas vegetales,
Algarrobo natal. Torre del Cielo.
Monumento y estatua del follaje.
Hijo del sol y de la tierra unidos.
Corona real para la sien del aire.
Árbol de luz. Espejo de los siglos.
Dios vegetal de corazón fragante.
Así yo quiero terminar la Oda,
asistido por Ángeles del canto:
Algarrobo Natal, Abuelo nuestro.
¡Catedral de los Pájaros!
Muchos años después vino una pintora que se llama Beatriz Nora Ramírez y pintó este algarrobo, pero no como si ningún humano lo hubiera visto nunca, entonces no es el encuentro de ella con el algarrobo, es el encuentro de ella con el encuentro que tuvo Agüero con el algarrobo. Es un encuentro con un encuentro. Repetimos entonces: es singular, no es el mismo que el del poeta, pero tampoco es una representación separada de lo real del encuentro. No digo que esté ahí lo real del algarrobo pero sí lo real del encuentro, el encuentro ya como algo sensible. Si antes les dije que solo quienes se encuentran pueden dar con la manera expresiva que expresa el encuentro, también les digo ahora que otros pueden (es nuestro caso) encontrarse con esas expresiones, como nos encontramos con una canción o con una novela, encuentro que a su vez queremos contar, transmitir a otros; lo singular de nuestro encuentro con una expresión anterior requiere una nueva expresión singular (un canto, un dibujo, un relato a un amigo, lo que fuere).
Las láminas que hizo Ramírez están exhibidas alrededor del árbol. Yo, al llegar, las pasé de largo y fui directo al árbol pero después, cuando me iba, vi detenidamente una, ésta, y pensé: “Hay cosas acá; en la foto que saqué no salía esto. Acá, en la pintura, hay expresadas dimensiones del algarrobo que una foto no logra captar”. Dijimos que la expresión es singular, pero también es expresión de dimensiones que la representación no muestra. Ahora que parece que la imagen muestra todo, porque hay imágenes para todo (y si no tiene imagen, inmediatamente se le asignará una -un logo, diría K Johansen- una con la que circulará por internet), ahora, decía, sin embargo, hay dimensiones que las imágenes imaginales, por muy dúctiles y veloces que sean, no muestran. Pero no porque mienten, no porque engañen voluntariamente con una mala intención, sino porque están preparadas para meterse en una red de circulación que parece que es donde hay que estar. Es ese mundo de circulación que se separa de las experiencias sensibles, sentidas, y donde sí hay espectáculo. No es que ese mundo censure, ni que nos diga explícitamente qué subir a la red, pero su dinámica formatea a priori y a posteriori qué subir. A priori porque debe poder circular por la red, debe ser reductible a bytes; a posteriori porque por muy detenidamente que elabores la imagen que circulará, circulará bajo la dinámica del “scroll” veloz: pasará por las pantallas bajo un pulgar que la apura.
No sé si se va viendo que la cultura puede ser producción de mundo. No, entrada al espectáculo, entrada a esa dimensión separada, de representación. La cultura puede no ser esa imagen donde parece que está la existencia verdadera. Lo cultural puede ser la fábrica expresiva donde toman existencia los encuentros que por las vías imaginales corrientes quedarían inexistentes. Y cuando digo “encuentros”, digo también dimensiones inesperadas de relaciones heredadas.
Después vino otro pintor, llamado Villarruel, y pintó al Algarrobo Abuelo pero mostrando otra dimensión del mismo. En algún momento de la Cantata, Agüero habla de ‘señor de barbas vegetales’. En realidad la obra se llama “La hora de la luz”.
No tiene nada que ver con las otras pinturas ni las fotos que vimos, y sin embargo es real. No es obvia, no participa del flujo de obviedad del que participan las imágenes imaginales, pero es real. La expresión produce un mundo, y no porque inventa caprichosamente lo que quiere y engaña a los que lo ven. Expresa dimensiones invisibilizadas por las representaciones dominantes. La expresión es visibilización de dimensiones antes invisibles. Así, por un lado, es una continuación, por vía de los signos, de algo sensible que en un encuentro fue sentido. En este sentido, no es una invención. A la vez, por otro lado, es una invención del signo o la combinación de signos que hacen que eso que ocurrió en el encuentro haya ocurrido. El punto delicado de la expresión es que es a la vez continuación e invención. Es delicado por dos confusiones que debemos evitar. Por un lado, decir que una expresión continúa algo sentido no es decir que lo refleja; una expresión de algo no refleja el algo sino que toma a su cargo (da cuenta, y es) el efecto que el algo produjo en alguien. Por otro lado, decir que una expresión es invención no es decir que es ilusión ni fantasía; una expresión inventa el signo o conjunto de signos necesarios para que el efecto del encuentro tome consistencia y llegue a la existencia y así siga produciendo efectos.
Esta es una forma de entender los signos no como mero reflejo de lo que hay. El signo, que puede ser imagen, palabra, música, danza… inventa una parte del mundo. Inventa algo que ahora que tiene signos se puede sentir pero porque se encontró con ese algo porque lo sintió.
Para mí esto tiene un interés político. No digo política en el sentido de que me va a ayudar a obtener un cargo en una repartición pública. Para mí la política no tiene que ver con obtener representación sino con presentar lo que la representación no presenta. El arte es una de las formas posibles para presentar lo que la representación no presenta. La política es otra de esas formas posibles. Lo que no se presenta es algo que la imagen contemporánea, imaginal, no ve ni siente. La imagen contemporánea no es sólo la imagen en sí sino los dispositivos que las producen y las hacen circular.
Una imagen puede ser cualquiera de las pinturas que vimos o puede ser una foto. Ambas pueden ser expresión o representación que circula por las redes. Hay un fotógrafo español, Alberto García-Alix, que dice que la selfie no es un autorretrato. Él se saca muchos autorretratos y dice que en el autorretrato fotográfico aparece algo de uno mismo que uno no buscaba. En la selfie estamos preparados, sabemos qué buscamos y sabemos por dónde va a circular. García-Alix está dispuesto a encontrar cosas que tal vez no le gusten de sí mismo y que tal vez desconocía. Les muestro primero entonces una foto que le tomó E. Villarino cuando lo entrevistó; y ahora les muestro un autorretrato que llamó “Un instante de eterno silencio” y otro que tituló “Mi lado femenino”.
En ambos nos topamos (es decir, nos encontramos) con una dimensión de Alberto que una selfie no vería ni mostraría; no es que la selfie –y la imagen imaginal en general– censuren, sino que invisibilizan ciertas dimensiones que no se perciben, que no se sienten, si no hay disposición subjetiva para el encuentro, disposición subjetiva para toparse con dimensiones que no estaban en las imágenes heredadas ni en las circulantes.
Este otro autorretrato lo llamó “Los malheridos”. Se lo ve a Alberto buscando atento esa dimensión de sí que un yo suele no percibir. Ahora bien, nueva confusión que debemos evitar: esta disposición subjetiva no es mera voluntad del superyó, mera consigna, cual consejo de autoayuda, o mero decreto, cual máxima managerial. Es un conjunto de procedimientos que hacen espacio –temporal, geográfico, anímico– a lo que de otra forma no tenemos tiempo ni lugar ni ganas de encontrar. La expresión no es solamente unos signos, sino sobre todo los dispositivos que los producen, las operaciones concretas que semiotizan eso con que nos hemos topado. Bien, un centro cultural puede ser parte del dispositivo de producción de expresión. Y también puede ser parte del dispositivo de recepción de la expresión como expresión y no como selfie.
La cuestión a la que quiero aportar con todas estas es justamente esta: ¿cómo hacerle espacio a la expresión? Para seguir con García-Alix, ¿cómo hacer para no ver un autorretrato suyo (éste, por ejemplo) como si fuera una selfie o cualquier otra imagen imaginal? Éste se llama “Autorretrato”, pero aun así, si lo pasamos rápidamente por la pantalla del celular, lo veremos como cualquier otra imagen imaginal: no porque advirtamos que no está sosteniendo la cámara con que se autorretrató vamos a dejar de verla imaginalmente. Es una cuestión de las operaciones involucradas en la producción de los signos (y los signos son producidos tanto en su emisión como en su recepción).[1]
Hay una revista canadiense que se llama Ad-Busters que sería algo así como ‘caza-avisos’ y hace burlas a los avisos publicitarios típicos. Tiene un eslogan que es: “no se trata de encontrar su propio ego sino de perderlo”. De alguna manera, creo que estos son procedimientos a través de los cuales podemos momentáneamente perder el ego, que se reformula a través de un encuentro. Digámoslo así, un encuentro no es reunión, cita, descubrimiento, reconocimiento. No es un acople de dos medias naranjas gemelas que se encontraron y vivieron felices para siempre. El encuentro no es encuentro con algo que me completa; es encuentro con algo desconocido. Desconocido del otro y desconocido de mí. Tiene algo de encontronazo. Tiene algo de todas esas cosas de descubrimiento y coincidencia pero también tiene algo de exceso porque es algo que desconocíamos.
En una obra de teatro, Mineros, que está basada en una historia real que transcurre en Londres, unos mineros del sindicato de mineros de Inglaterra se juntaban a estudiar todas las semanas en el sindicato y en un momento tienen un curso de pintura. Está muy lindo ver en la obra cómo los tipos quedan alelados, anonadados frente a los cuadros. Después empiezan a pintar. El profesor les dice esto: “el sentido de una obra no está en lo que quiso decir el artista ni en lo que se le ocurre ver al que ve la obra, sino en el encuentro entre lo que el artista hizo y lo que el que aprecia la obra siente al apreciarla”.
A esto quiero agregarle una dimensión política y quizás no sólo política. Un filósofo, Badiou, llama a esta dimensión proceso de verdad y dice que puede haber procesos así en la política, en el arte, en la ciencia y en el amor. Dice que efectivamente hay un encuentro singular, pero también hay un querer compartir ese encuentro en nuevos encuentros. El pintor no es el que tiene la verdad sobre su obra pero hay una verdad de esa obra en el encuentro entre lo que el artista hizo y lo que el que la aprecia siente al apreciarlo. Si el que la aprecia, vamos a suponer Beatriz Nora Ramírez, aprecia la cantata de Agüero y hace una serie de pinturas que se llama Serie del algarrobo, está queriendo que ese encuentro se propague. Por supuesto no va a ser ese mismo encuentro, van a ser nuevos encuentros. Acá la dimensión política de la cultura sería la de la expansión de los encuentros. La dimensión donde las identidades instituidas se desdibujan para armar relaciones alrededor de encuentros y no de ‘qué lindo que sos, cómo me gusta tu identidad’.
Todo encuentro tiene algo de impacto; la cultura y los signos son lo que hacemos con ese impacto, ese ‘plus’ generado por reales antes no percibidos. Este real que genera un plus, este encuentro, puede ocurrir en el encuentro con una expresión (por ejemplo, la Cantata del Abuelo Algarrobo, o un cuadro). Con la expresión tratamos de expresar el impacto, para que impacte a alguien más. Los procedimientos de verdad como la política y el arte se encargan de ese ‘plus’, de ese impacto, para convertirlo en experiencia, en subjetividad. O también para experimentar la subjetivación singular que un encuentro, un dos, habilita. Es decir, para experimentar una cadena de encuentros. En el ejemplo del Algarrobo Abuelo podemos ver una cadena: tenemos a Antonio Esteban Agüero, Beatriz Nora Rodríguez, el turismo, Villarruel, etc. En el caso del turismo pasan las dos cosas: tanto una representación que se separa del árbol como la posibilidad de que haya nuevos encuentros. A mí me sucedió el encuentro pero también hay quien rápidamente se saca una foto y en esa foto pierde el contacto y se separa del encuentro para conectarse con una representación y con una circulación.
Insisto. No podemos saber de antemano si una imagen va a estar en una operatoria de expresión o en una operatoria de representación. Hay que ver cómo circula, cómo se comparte, en qué dispositivos queda implicada. La misma imagen, o el signo que fuere, puede funcionar como imaginal-representacional o como expresión.
Les muestro el trabajo del fotógrafo Gustavo Germano, que hizo una serie que se llama Ausencias. Toma fotos de antes de la Dictadura y hace otras en 2006 en el mismo lugar. Acá con el arte aparece algo que se supone irrepresentable, que es la ausencia. Acá el arte, con una foto, muestra una dimensión invisible para la representación. De alguna manera se puede decir que esta serie está en la línea de encuentros con Las Madres de Plaza de Mayo que decían “aparición con vida” y con esa intervención del espacio público con siluetas hecha en 1983 y conocida como El siluetazo.[2]
El Siluetazo. from Estudio Soma on Vimeo.
Con esto creo que está bien claro que cualquier procedimiento técnico puede ser el que produce una dimensión antes invisibilizada o antes irrepresentable. Pero también aparece clara la importancia de la cadena de encuentros y aparece, como señala el historiador Bruno Napoli, que desde el 79 en adelante no hay presidente que no se vea obligado a hablar de los desaparecidos de alguna manera. La insistencia de Las Madres y todo el movimiento de derechos humanos en presentar lo irrepresentable hace que nunca se pueda olvidar eso. El desaparecido no se puede representar y sin embargo, gracias a la expresión de la desaparición, no se lo ha podido hacer desaparecer. El encuentro con esas dimensiones me parece que también arma social e inventa unas formas de relación y unos encuentros que nadie podría haber planificado, que se va tejiendo a medida que va generando consecuencias, consecuencias que van tramando las relaciones que recogen los ‘pluses’ de los encuentros.
Para terminar quería mostrarles la foto de una escultura en vidrio de Claudia Golzman; se llama “Susurro”. Ahí, en esa escultura, Claudia expresó una dimensión invisible de una relación entre dos. Hace perceptible algo habitualmente imperceptible. No simplemente lo que uno dice a otro, sino el mismo canal que dibujan las palabras, un canal que recorren como una rosca. A su vez, esta expresión escultórica se trama con la serie Los espacios entre nosotros de la artista griega Maria Ikonompoulou, que visibiliza esos espacios literalmente con unos tejidos que los hacen perceptibles.
La expresión no es representación, no es manifestación de una sensibilidad oprimida, de una opinión que no me dejan decir. La expresión es lo que visibiliza dimensiones invisibilizadas por la imaginalización. Esta visibilización (o, mejor, ‘perceptibilización’) expresa un encuentro y lo relanza a nuevos encuentros. Al encuentro no le da lo mismo ser expresado o no ser expresado, no es una realidad que existe independientemente de la expresión. La expresión le da existencia y consistencia, le da fuerza para que se relance, dándole así una forma posible de continuidad. Lo hace ‘continuable’, lo hace suceptible de ser continuado, porque lo continúa en forma de signos, así como lo hace existente porque lo hace existir como signos. La expresión es una consecuencia de un encuentro que da la posibilidad de que ocurran y se recojan nuevas consecuencias. Esta generación de múltiples consecuencias, esta múltiple cosecha y elaboración de consecuencias de los encuentros, es el tejido de la cultura entendida como tal como la expresa J.L. Brea: fábrica colegiada de lo público. En este tejido es que participan los centros culturales.
Esa es la hipótesis que quería proponerles hoy. Muchas gracias.
* Estas palabras fueron pronunciadas en la 2ª Feria Internacional del Libro de Neuquén, el 1º de noviembre de 2014.
[1] Volveremos sobre esto cuando hablemos de los recitales de pintura de Lula Mari, que constituyen un dispositivo de mirar.
[2] La gran fuente de consulta que lo relata y lo expresa, así como expresa la cadena –o red– de encuentros que generó, es una investigación compilada en el libro Longoni, Ana, Bruzzone, Gustavo (comp.), El siluetazo, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2008. Una reseña en www.eldesconcierto.cl/2016/03/25/las-huellas-del-siluetazo-a-40-anos-del-golpe-de-estado-argentino/
Gracias por este escrito tan rico. Voy a compartirlo entre estudiantes para poder pensar algunas líneas de la vida cotidiana.