La marca constitutiva. Sobre la memoria y el interrogarle al pasado

Hace unos meses que vengo deteniéndome con más o menos seriedad sobre la cuestión de la memoria –yo diría que desde que a fines de septiembre me topé ávidamente con Conjeturas sobre la memoria de mi tribu de José Donoso y enfáticamente desde que tuve que vaciar el departamento de la bobe a fin de noviembre. Ya hacía tiempo me rondaba una pregunta que no llegaba a formularse. La pregunta primitiva –así, medio cruda–más o menos era ¿por qué carajo nos ponemos a hurgar en el pasado? Me preocupaba si la historia era un invento de los estados nacionales o si la costumbre de escarbar en el pasado era sólo una rémora de aquellos tiempos, en que el discurso histórico se convirtió en el modo espontáneo de organización de toda reflexión.

La pregunta me insidiaba cada vez que oía el corriente “uno necesita conocer sus raíces” o el “conociendo el pasado los grupos encuentran su identidad” o “el pasado se reescribe según los problemas del presente” y demás. En todas esas expresiones de sentido común se da por supuesto lo que mi pregunta punzaba: ¿por qué la identidad o el abordaje de los problemas del presente requerían del pasado? También, cuando Donoso dice que hurga para encontrar su lugar en la arquitectura de la memoria familiar : ¿qué necesidad tiene de hacerse un lugarcito en la historia de su familia?, ¿para qué le sirve investigar y ensayar sobre las razones de que la tía abuela se enclaustrara en un monasterio durante sesenta años (además del para satisfacer el goce de la curiosidad por lo exótico)? También, cuando hacía mis indagaciones sobre el judaísmo ídishe: ¿por qué se me ocurría que en el pasado puedo esclarecerme mi pregunta sobre él? Mi pregunta podía responderse recurriendo a los rasgos de la era estatal-nacional, pero me parecía que hay enunciación sobre el pasado que no es discurso histórico (vale decir, que no tiene su régimen de dispositivo estatal-nacional) en épocas no-modernas; y la pregunta volvía al ataque.

También se podía oír cosas como “hay que conservar los testimonios del pasado” o “los niños no conocen el valor del antecedente” y así por el estilo. Acá el riesgo es que se tome el antecedente como algo con valor en sí, dado de antemano: ¿el valor intrínseco de los antecedentes significaría que su valor no depende del sujeto que los recoge y les hace la pregunta por su valor?, ¿o significaría que yo hoy sé el valor que mis actos tienen para los habitantes del futuro? Exactamente: adjudicarle un valor intrínseco al antecedente era una pifiada. Y la pregunta se relanzaba.

Conocía también la variante más fina de la reflexión histórica (no creo que haya llegado a pertenecer al discurso histórico, pero éste ya es otro problema) que dice que el efecto es causa de la causa, o –en “Kafka y sus precursores”, de Borges–, que Kafka crea a sus precursores. Pero la pregunta no aflojaba: ¿por qué corno sería que las cosas se dignaban a causar otras cosas previas?; ¿al que disfruta de Kafka le afecta saber precursor de qué precursores suyos es Kafka?

· Hoy se me ocurrió una idea para seguir laburando la insidia de la pregunta, una idea que puede explicar qué nos compele a interrogarle al pasado y que trae mucha tela para cortar: la noción de marca constitutiva . Tesis: Las marcas constitutivas que hay en el principio de los movimientos de producción de una subjetividad son marcas que constituyen la subjetividad de un modo que nunca puede saberse en el mismo momento en que están actuando sino sólo a posteriori . Las marcas constitutivas constituyen de un modo que no puede efectuarse sino en el largo plazo (o mediano, es lo mismo) y es por eso que necesitamos interrogar al pasado.

Sí, llegué a esto por lo que vengo oyendo de la huella mnémica freudiana y viendo de Calixta. Calixta, puedo ver cada día, estuvo siendo marcada por sus padres y otros de un modo tal que ella no sabe ni recuerda ni recordará que la marca y cómo lo marca y ni siquiera intuye que hay cosas que la marcan; imagino que en mucho tiempo, cuando lo intuya, comenzará a preguntar cómo era ella de bebé y otras por el estilo. Pero, en todo caso, la noción de marca constitutiva es más amplia que el concepto de huella mnémica. Si no escuché mal, este concepto vale para la siquis del bebé, mientras que la noción de marca constitutiva vale para cualquier comienzo de cualquier proceso de producción de subjetividad. La marca constitutiva puede actuar en la época de la lactancia o puede estar incluso antes, como las fotografías familiares decimonónicas que encuentra José Donoso y que no tienen ni un nombre ni una fecha ni una anécdota del fotografiado y que, aun sacadas antes de él siquiera despuntar como embrión en la panza de su madre, lo empujan a conjeturar sobre la historia de su familia; también, la marca constitutiva puede ser una catástrofe natural o una guerra o un best-seller que actúen sobre un grupo social; o puede ser un maestro o una película que actúa sobre uno estando uno en pleno uso de sus facultades, siendo tal vez un adulto, y que actúa sobre uno necesariamente no sabiendo uno cómo las marcas que el maestro o la película le imprimen lo van a constituir; etc.

Cómo una marca constitutiva va a constituir al sujeto que marcó sólo puede saberse después de que haya actuado, después de que haya constituido al sujeto que marcó; es decir, el modo en que la marca constitutiva constituye sólo se sabrá en un momento relativamente lejano del momento en que actuó, es decir, sólo se sabrá retroactivamente, por una operación que mirará hacia atrás en busca de la marca constitutiva y que al hacerlo la determinará como constituyendo de tal modo y no de otro. Resumiendo: la marca constitutiva es indeterminada cuando ocurre; los efectos constituyentes de la marca sobre la subjetividad son indeterminados cuando ocurren, aunque con su ocurrencia insinúan (que no es determinarlo) el modo en que la marca viene actuando; la marca constitutiva y los efectos constitutivos de la marca sólo se determinan cuando una operación historizadora indaga sobre ellos y su causa. Luego, la marca constitutiva no ha terminado de tener efectos sobre el sujeto que marcó mientras ese sujeto no haya emprendido una operación que pregunte cómo esa marca constitutiva marcó y constituyó su subjetividad. El sujeto escudriña el pasado (cuando no es para complacer su curiosidad) para producirse en el presente, para subjetivarse. Lqqd.

PS:

· Tal vez yo haya oído demasiado poco o demasiado mal sobre la noción de huella mnémica y todo lo que escribí no sea más que una réplica de ese concepto que tal vez lo generalice un poco pero nada más. Tal vez lo de la marca que marca y sus efectos constitutivos no sea sino otra forma de diferenciar entre huella e inscripción subjetivas. Si es así, me alegro de haberme encontrado con este cacho de teoría psicoanalítica.

· El valor del antecedente o testimonio se limita al del resto arqueológico: como no habla por sí solo, como no evidencia el modo como las viejas marcas nos han constituido, tiene el valor indeterminado o potencia de darnos a los que pesquisamos el pasado elementos para determinarlo y determinarnos al hacerlo. En el caso de que el mismo antecedente sea la marca (como es el caso de las fotos antiguas de los ancestros de José Donoso), tiene la potencia de permitirnos conjeturar cuál fue la gubia que nos marcó, el modo en que lo hizo, los efectos que produciría en nosotros al hacerlo… de permitirnos determinar la marca constitutiva.

pablohupert@yahoo.com.ar

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