La objetividad es una subjetividad impensable

¿A qué llamamos objetividad? Esta pregunta viene a cuento de que desde el giro lingüístico, desde la llegada de la posmodernidad como cultura masiva, también desde el giro de las ciencias duras en el s. XX, que fueron mostrando que la objetividad o la realidad es una construcción del sujeto que la investiga, se afirma muchas veces que la objetividad no existe, que hay puntos de vista, que la realidad la construye un sujeto según sus intereses conscientes o inconscientes, que cada parcialidad de la realidad pergeña un relato manipulado y así.
Ahora bien, no llamamos objetividad a algo exterior al discurso o exterior al sujeto, que existiría de por sí. Sabemos que la objetividad es construida. Pero también sabemos que no es ilusoria. También sabemos que la objetividad construida no se desvanece con el mero corrimiento del punto de vista o la mera opinión enconada. Entonces, así las cosas, llamamos objetividad a eso de la construcción de la realidad que no hemos podido pensar como construido y como deconstruible, o problematizable, o intervenible, o abrible.
En otros términos, objetividad es exterior a una voz nuestra. Objetividad es lo construido por un sujeto, o mejor dicho, por una posición subjetiva que no es la nuestra, y que se convierte en una condición (involuntaria, inconsulta, impuesta) para nosotros: una condición objetiva. Una realidad, una objetividad, construida, por supuesto, semióticamente (esto es, lingüísticamente tanto como con otros signos no verbales), que tiene una estrategia que no despliega la potencia nuestra sino que la cercena o nos separa de ella. Pero, atenti, es una realidad construida sin estratega. La realidad, la objetividad, es una estrategia sin estratega, una voz sin dueño, una voz que no representa los intereses de alguien, sino que expresa la posición subjetiva impersonal, no antropomórfica, de todo aquello que se nos presenta como obstáculo a desplegar nuestra potencia, como obstáculo a pensar.
Después, por supuesto, dada una realidad, sus parcialidades despliegan estrategias más o menos voluntarias, siguiendo a sus estrategas. Estos estrategas, que, en la objetividad dada, tienen poder (un gobernante, un multimedios, un miembro del FMI, un ceo de la FIAT, una vedette televisiva, etc.), y parecen poder manipular la construcción de la realidad a su gusto, también se someten a la objetividad dada –dominante– y juegan dentro de ella como para obtener beneficios tangibles, mensurables (poder), no ponen la estrategia que limita o impide la toma de consistencia de lo inconmesurable (potencia); ellos también se someten a la objetividad, a la estrategia de la realidad.

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