Metrobelleza: inmadura belleza

aparecido en Campo Grupal de agosto de 2007

Hoy la belleza del rostro es la estética de lo sin rastros. “Las caras trabajadas por el tiempo quieren decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decirnos algo”, dice Borges en “La muralla y los libros”. El rostro sin rastros, en cambio, no insinúa ninguna profundidad. Borges agrega: “Esta inminencia de una revelación que no se produce es el hecho estético”. Ahora bien, ¿dónde ha quedado hoy esta experiencia de inminencia de un sentido?, ¿dónde ha quedado esta estética de lo trabajado por el tiempo?

Una embarazada está preocupada, junto con su pareja, de los rastros del embarazo que le puedan quedar luego del parto. Está especialmente preocupada por lograr que se pueda decir de ella -como se dice a veces- “no se nota que estuviste embarazada”. Por supuesto, no es un capricho de esta ansiosa primeriza y de su poca experiencia; por todos lados vemos la posibilidad de lograr que el tiempo no deje rastros. ¿Te das cuenta que Dolores Barreiro tuvo tres hijos?, ¿y Pampita? No importa si es por medio del gimnasio o del bisturí, o por una equilibrada combinación de ambos. El asunto es que el tiempo puede no dejar rastros, y debe no dejarlos, pues los rastros que deja el tiempo no dan ya –en nuestros tiempos- lugar a una experiencia estética. ¿Disfrutamos hoy a una mujer trabajada por el tiempo? ¿Nos gusta hoy una mujer trabajada por el tiempo? Que tenga experiencia, vaya y pase, pero que esa experiencia sea íntima, que no le deje rastros. A–rastradas, las preferimos. Nada es hoy tan atractivo como algo recién estrenadito. Mejor la perennidad inexpresiva producto del botox que las marcas producto del tiempo. Ya no las queremos vírgenes inmaculadas: las queremos nuevecitas. Pueden contar muchos años, pero que vengan siempre renovadas.

Ya no disfrutamos la belleza de unas patas de gallo de una mujer que sonríe. En la temporalidad fluida parece que los rastros de lo pasado molestan. Es lugar común decir que eso es miedo a la muerte, y sabemos la dificultad de los lugares comunes: son ahistóricos, pues la verdad es que hoy no tenemos miedo a la muerte sino a la obsolescencia. Quedar obsoletos parece mucho más temible que morir. No se trata de ser jóvenes, pues ser joven marcaría que el tiempo existe (Steiner dice: “el joven tiene el tiempo adelante; el viejo tiene el tiempo adentro”). El metroman o la metrowoman no tienen el tiempo ni dentro ni adelante; en todo caso, el tiempo queda afuera. No se trata de ser joven sino de aparecer siempre renovado. Ni siquiera se trata de no parecer viejo. Se trata de que el tiempo no afecte. Que lo pasado no pase. Que el tiempo resbale como agua resbalando por las plumas de un pato.

En la temporalidad fluida hay, sí, cosas que desaparecen, cosas que mueren, cosas que quedan obsoletas… pero no hay cosas que maduren.

pablohupert@yahoo.com.ar

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1 comentario sobre “Metrobelleza: inmadura belleza

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