De la égida del mercado a la égida de la imagen.

en el Ciclo de Conferencias 2009 en el Estudio de Pablo Hupert

PH: —Gracias por estar acá. De alguna manera, con la charla de hoy, estoy tratando de sacar conclusiones de varios años de laburo con este tema: la sociedad actual –o, mejor, la cultura actual, o mejor aún, la experiencia actual de lo social. Este año finalmente pudimos armar con Agustín Valle un taller sobre el pensamiento de la sociedad actual y pudimos empezar a sacar algunas conclusiones. Hace un par de años, otro grupo se llama “Despejando la X”. Ahora se llama “Pensar la fluidez”.

La equis de “Despejando la equis» era la circunstancia actual, posterior a, digamos, 2003. Para lo previo a eso tomábamos las caracterizaciones de Ignacio Lewkowicz; para lo que siguió, decíamos “X”. Nos movía un principio del mismo Nacho y muy de historiador: pensar lo que hay y no lo que falta. No queríamos seguir repitiendo “ya no hay Estado-nación” o “ya no hay solidez”, etc.; nos habíamos cansado del “yanoísmo” y queríamos preguntar qué había. Égida de la imagen es una hipótesis, un ensayo de caracterización de la época actual. No estoy diciendo que la X esté despejada; estoy proponiendo una hipótesis (tal vez, una tesis) para comenzar a despejarla.

En el título de esta disertación se notan las dos épocas, ¿no?, aunque hay una época anterior, que es la época clásica de la sociología y del pensamiento de las sociedades en general que es la égida del Estado, y es lo que intenté esquematizar en este cuadrito. Égida del Estado… égida del mercado, el siguiente casillero está en blanco y propongo llenarlo con “imagen” para la época actual, aunque no es cualquier imagen sino un tipo históricamente singular que habría que llamar imagen mercantil. Las fechas que no son rigurosas sino aproximativas, “ubicativas”.

siglo XX fines siglo XX hoy
época solidez fluidez I fluidez II
práctica dominante Estado mercado imagen

La solidez se da en el Siglo XX, o el Estado-nación es el Siglo XX, desde fines del Siglo XIX hasta fines del XX y en Argentina, vamos a tomar fechas de Argentina: 1880, esta la federalización de Buenos Aires, ¿no? todas estas cosas… se completa la organización Nacional y llega hasta mediados de los años ’70. Así que el Siglo XX… fines del XIX a fines del XX. La fluidez, según algunos, empieza ya a fines de los ’60 pero es claro que la égida del mercado empieza con Menem (aunque Martínez de Hoz empieza con eso), y tenemos, desde el 2001, un momento de crisis del neoliberalismo noventista, tenemos lo que propongo llamar “fluidez II” que no es ninguna cosa particular distinta, es por decir fluidez I – fluidez II, el gran corte está entre solidez y fluidez.

Hablemos entonces de la diferencia entre la fluidez I y la fluidez II. Van a ver que muchas cosas se pueden ver ya desde antes del 2001, desde antes del ’90 también, pero es nada más para ubicarse, es como una distinción para que nos sea más fácil ver lo que tenemos que ver; una distinción didáctica si quieren, pero no solo para explicárselo a ustedes, sino también para explicármelo a mí mismo; es nominarlo para poder pensarlo. Bien, esto como esquema general, es el marco donde nos vamos a mover en este rato que sigue, pero ahora voy a tratar de formular la pregunta, de formular el problema.

Cuando éramos marxistas, dibujábamos una estructura socioeconómica debajo y una superestructura jurídico-ideológica arriba. (Después llegó a haber un consenso general en todo el pensamiento de lo social, y no hacía falta ser marxista para estar de acuerdo con ese dibujo, así que siéntanse interrogados también los que nunca fueron marxistas). La sociedad se representaba como un edificio con un piso estructural y una superestructura, y esa estructura eran las relaciones económicas y sociales, y la superestructura era la cultura, el Estado, las instituciones, las leyes… La función de la superestructura era, se decía, asegurar que funcionara la estructura (hoy podríamos decir que su función era también producirla pero ahora pasemos esto por alto para llegar a formular nuestro problema). Esta superestructura, en el siglo XX, tomó la forma de Estado-nación (y cuando decimos Estado-nación decimos también todo su concierto de instituciones).

Las instituciones como la escuela, la familia, los sindicatos, los partidos políticos, el parlamento, etc., la superestructura en suma, tenían la función de asegurar el consentimiento del individuo y la sociedad a las relaciones económicas. En criollo: aunque la Constitución dice que somos todos iguales, si hay relaciones de dominación, me las banco. El punto complicado de pensar hoy, me parece, es el siguiente: no tanto la estructura capitalista sino qué quedó arriba, o mejor dicho, el hecho de que ya no hay “arriba” porque la superestructura, el Estado-nación, es lo que el neoliberalismo desguazó, ese Estado que se retiró en los ’90 y que ya había comenzado a retirarse con la Dictadura. No sé si saben que esto de la municipalización y provincialización de las escuelas empezó con Martínez de Hoz; antes de eso no había escuelas nacionales, municipales y provinciales… hoy directamente no hay escuelas nacionales.

Como sea, desguazada la superestructura, ¿cómo se asegura el consenso para el funcionamiento económico y social contemporáneo? Esta es la pregunta, no sé si llegan a ver claro el problema que quiero pensar con “egida de la imagen”.

A esta pregunta, a fines de los ’90, siguiendo el pensamiento de Ignacio Lewkowicz respondíamos: no hay superestructura, o es raquítica, y los mismos automatismos del mercado radicalizado aseguran el consenso. Y agregábamos: si la superestructura producía sujeto, como hoy no hay superestructura, los sujetos se desconfiguran, y en vez de haber sujetos hay desubjetivación (tendencialmente hablando, por supuesto, pues la animalización nunca es completa). Era un panorama bastante sórdido, bastante desesperanzador. ¿De dónde salía la idea de desubjetivación? Desubjetivar era lo que hacían los nazis con los prisioneros, en los campos de concentración. Esto lo cuenta Primo Levi: cómo los prisioneros van perdiendo casi todas las marcas culturales excepto, por ahí, el lenguaje y se reducen nada más a decir algunas pocas palabras que tienen que ver con comer y las funciones biológicas básicas y las funciones biológicas, mucho más que eso no tienen. Primo Levi los llamaba “los hundidos”. Él y otros van inventando formas de no perder del todo la subjetividad, no perder del todo la humanidad (Primo Levi cuenta que se miraba ‘al espejo’ ­–es decir, miraba su reflejo en una ventanita– y se afeitaba). Si no inventamos estas cosas, decíamos en los ’90, nos desconfiguramos, dejamos de existir como sujetos y somos puros cuerpos involucrados en intercambios económicos en las que nos vemos forzados a participar para satisfacer nuestras necesidades. No era como el trabajador clásico peronista que iba contento al trabajo: voy al trabajo porque si no me muero de hambre. Más consenso que ese no había en los ’90, decíamos.

—Eso, si iba al trabajo.

­—Es cierto.

—Una pregunta, esas superestructuras también ejercían una función de control, ¿verdad?

—Claro, aunque es más preciso decir que su función era de vigilancia; producían sujetos y vigilaban a esos sujetos…

—Las escuelas, las fuerzas armadas…

—Sí, toda una cantidad de mecanismos ideológicos como las escuelas, los partidos políticos, etc. y de mecanismos de represión cuando los mecanismos ideológicos no funcionaban, como la policía, la prisión, las fuerzas armadas… Bien, para fines de los ’90 empezaban a surgir los comedores escolares, los movimientos piqueteros, los movimientos de trabajadores desocupados, incluso algunos con sus escuelas o algún despunte de dispositivo educativo; empezaban también, aunque se hizo más fuerte esto en 2001/2, las fábricas recuperadas, incipientemente. Entonces dijimos: bueno, hay un movimiento alternativo que no solo cuestiona la estructura capitalista sino que también crea dispositivos de producción de sujetos; es decir que, cuando nos organizamos de modo autónomo, nos podemos configurar subjetivamente y detenemos la macabra perspectiva de la desubjetivación completa.

Ocurre entonces 2001. Una crisis que no es solo argentina. Alrededor del año 2000 la crisis del neoliberalismo fue mundial según Franco Berardi; este pensador italiano, dice que la crisis del Y2K fue una depresión del ánimo social: luego de toda la excitación nerviosa que produjo el exitismo de los ’90, el cambio del año 2000 produjo una depresión general de los cuerpos que no estaban contenidos por ninguna institución y acarreó una crisis económica.

Como sea, yo creo que podemos constatar que hoy hay algún tipo de superestructura, hay algún tipo de mundo cultural que, si no produce sujetos, al menos le da al sujeto un universo donde moverse más allá de la mera respuesta automática a estímulos económicos.

Hoy, entonces, dibujaríamos una superestructura imaginal, y no ideológica.[1] (Esta estructura también va cambiando, ¿no? Del predominio del capital industrial al capital posindustrial o recombinante o financiero (o como se lo llame, pero no nos vamos a meter con esta cuestión). Nos interesa pensar esto: ¿Cómo es posible que siga habiendo sociedad si el Estado fue desguazado? Porque el pensamiento social clásico decía: si no hubiera Estado, la sociedad se desintegraría. Era claro que la escuela tenía la función de formar a los hombres del mañana. Se decía, por ejemplo, “sin escuela, ¿a dónde vamos a ir a parar? (expresiones que aun circulan, y donde se menciona la escuela o cualquier otra una institución estatal clásica de las que creaba el consenso necesario para que la sociedad funcionara. Les voy a mostrar algunas publicidades.

—¿Qué nos van a vender? <risas>

—Coca cola, 7 up, pero están acá para que pensar la tesis de la imagen. Veamos “Cabalgata”, de Fullzero: con un clic, el tape cambia a la fea y tonta por Pampita; el remate dice “Internet es parte de tu vida, elegí cómo vivirla”. Veamos la de Citroën C4, una con Araceli González y Kiefer Sutherland. Desde dentro del auto, la ciudad parece silenciosa y la calle despejada; el auto se detiene para que baje ella y entonces comprueba que la ciudad es el hormiguero y el bolonqui de siempre y que es el auto el que te aísla de eso: algo así como que, si no podés habitar la ciudad, podés meterte en un habitáculo. Incluso, al final se ve caer una torre que, desde dentro del auto, no se escucha ni se siente. Veamos ahora una de 7up de estos días, que lleva por canción “yo soy lo que soy” y termina con “refrescá tu vida” y la leyenda “qué bueno que es vivir como esta gente”… Veamos una Coca cola llamada “Potrero”. ¿Vieron que cuando el pibe oye “no jugamos por la copa, jugamos por la Coca” ahí entra a poner garra? Y remata: “Coca-Cola, alma de potrero de verdad”.

Vamos a decir provisoriamente que la imagen es la publicidad; es una reducción un poco abusiva pero sirve para llegar a la idea. Pues una imagen también puede ser un afiche, un texto, un sonido o un olor, incluso una persona, o un partido político. Pero la imagen, digámoslo así, arquetípica y prototípica de esta sociedad contemporánea es la publicitaria. ¿Y por qué? Porque muestra que la imagen, esta imagen mercantil o este mercado imaginal no funciona a partir de representaciones, no es una imagen que representa la realidad, sino que es una imagen que le dice a la realidad cómo tiene que ser para ser. La representación, no sé si ustedes recuerdan, debía adecuarse a la realidad; la imagen, en cambio, es eso a lo que la realidad debe aspirar.

—La representación la representa. ¿Y podríamos que la imagen presenta la realidad en vez de que la representa?

—La crea.

—Claro, es un difícil, ¿no?, decir que la crea, y eso aunque probablemente la cree. Yo por ahora diría que la orienta, que nos dice cómo tenemos que tunearnos o photoshopearnos…a qué tenemos que aspirar para llegar a ser alguien, que es, como todos sabemos, llegar a ser visibles.

—Llegar a ser.

—A secas, claro, porque el problema era que nos íbamos a desubjetivar, que íbamos a dejar de ser. Si quieren les muestro, ¿vieron esos protectores de pantalla donde hay fotos de la naturaleza muy lindas, pero perfectas? Que después cuando uno va a la naturaleza, no encuentra tal perfección. Escribe Agustín Valle en Sólo las cosas : “En las computadoras, los monitores cada vez tienen mejor definición. Ostentan esa definición cuando dejamos la pantalla quieta equis minutos, ponen imágenes móviles que se activan automáticamente; son secuencias que vienen pregrabadas y generalmente consisten en reproducciones de flores, cascadas, océanos, animales exóticos, y, cada vez más, dan la sensación de superar a su modelo”. Las imágenes del bosque, de la montaña, del tigre, de la flor, son mejores que la montaña, el tigre, la flor…

—Photoshop…

—Claro: la operación de dominación contemporánea se llama photoshopeo (risas). Agrega Agustín: “Después, incluso, el bicho real resulta imperfecto”. Después habla también del programa de Maradona, ¿se acuerdan “La noche del 10”? Dice que Maradona no hace de Maradona… Maradona juega a la imagen dios… dios-Maradona.

—Perdón, eso pasa también con la manipulación de los cuerpos femeninos, ¿no? Las modelos de alguna manera también le indican a una mujer cómo ser, ¿no?

—Y al varón también.

—Claro, muestran qué tiene que hacer un hombre para conseguir a Pampita (y también, a quién tiene que conseguir para ser un hombre). Todos por supuesto sabemos que no por contratar Fullzero va a venir Pampita, pero igual nos va diciendo a qué podemos aspirar y cómo (la frustración de las aspiraciones no nos conduce a un cuestionamiento de las aspiraciones mismas sino a un empecinamiento en su realización). Entonces, la imagen es realista pero no es representacionalista.

—No por contratar Fullzero viene Pampita, pero si no lo contratás seguro que no viene <risas>. Si la contratás por ahí tenés alguna chance con algo parecido.

—Justamente, es muy importante que lo que consigas no sea tan perfecto como Pampita, porque que sea parecido y no igual es la clave de que sigas consumiendo (o consumiéndote en el esfuerzo por realizar “tu” aspiración)…[2] La publicidad te promete algo que necesariamente vas a cumplir parcialmente, esto es, te va a satisfacer parcialmente y te va a insatisfacer parcialmente. Así seguís consumiendo, así probás la siguiente versión del producto. Me parece que esto un poco pasaba cuando todavía le creíamos al INDEC. Creo que dejamos de creerle hacia 2007, pero hubo una buena cantidad de tiempo en que comprábamos que no había inflación… ah, mirá, a mí me pareció, pero bueno… entonces el INDEC también era un maquillaje de la realidad; creo que no era un engaño, sino la simulación de que no había inflación…[3] Para mí, la pelea por la resolución 125, la de las retenciones móviles, fue también una imagen de pelea política antioligárquica.[4]

Volvamos. Algunos objetan que el que no puede consumir no compra lo que la publicidad le propone. Conozco un grupo de amigos; son docentes que viven modestamente todo el año, y que todos los finales de año, entre navidad y año nuevo, alquilan un caserón en Mar del Plata, en Los Troncos… se la pasan chupando, morfando que no podés creer… mariscos, champagne… Esos días son algo así como probarle el gustito a consumir como la publicidad te dice que hay que consumir… Un viejo dicho decía: “Un día de vida, es vida”. Nosotros diríamos “un día de consumo es plenitud”. Aunque no puedas consumir todos los días, la imagen de la realización es suficiente para ir detrás de la promesa, pues, por fugaz que resulte en tanto experiencia, es experiencia de la realización de la promesa, aunque la promesa sea irrealizable. En otras palabras, en tiempos de imagen no es necesario un acople en la imagen y la cosa; alcanza con un nexo imaginal.

Todo esto abre una cantidad de ribetes difíciles de pensar… antes de complicarnos… trataría de redondear todo este desarrollo y después pongámonos a charlar y vemos por dónde la complicamos, o por dónde cuestionamos todo esta construcción. Ah, otra imagen, bueno, lo de la mujer que decía Diana… Susana Giménez… nadie cree que Susana no tenga ninguna arruga, pero igual se mira a Susana Giménez diciendo que está espléndida a sabiendas de que está photoshopeada o maquillada o cirujeada… pero “está espléndida”… y esa admiración también mueve, crea consenso, orienta las prácticas sociales, que después de todo es lo que importa, ¿no? Los medios de consenso tienen la función de orientar las prácticas sociales.

Alguna vez las prácticas sociales fueron orientadas por una superestructura institucional; hoy son orientadas sobre todo por una “superestructura” imaginal ¿Por qué digo “superestructura” entrecomillas? Porque no se puede decir que la publicidad se dé en instituciones, aunque también se da en las instituciones, pero no se puede decir que la publicidad, por ejemplo, o la responsabilidad social empresaria que es otra cosa que se inventó, o el liderazgo, o la autoayuda o el coaching ontológico, toda esta cantidad de terapéuticas capitalistas contemporáneas exijan instituciones para orientar las prácticas. Sin embargo, sí cumplen las funciones de creación de consenso, de creación de sujeto, de creación de “alguienes”, dan a cada uno las herramientas para llegar a “ser”, como lo hacía antes la superestructura, como lo hacía antes el Estado-nación. En el taller Pensar la fluidez, como no le podemos decir superestructura porque no está arriba, le decimos hiperestructura.

Con hiperestructura indicamos que está dispersa, que está entreverada en las diferentes prácticas sociales: en vez de ser el piso de arriba de un edificio, la imagen, digamos así, está en cada recoveco de cada habitación. El capitalismo contemporáneo funciona tan bien, diría yo, con un automatismo tan aceitado que prácticamente no hay prácticas que no vengan ya con su imagen, incluso antes de definirse. Digo, por ejemplo, los ruralistas en 2008 salieron a quejarse por la 125 e inmediatamente el gobierno dijo: esta es la pelea de la oligarquía contra el pueblo… antes de que fuera una pelea de la oligarquía contra el pueblo, la imagen la formateó, la imagen de repetir una situación del primer gobierno peronista, hizo de matriz de decodificación de la pelea. Diego Sztulwark decía que actúa como los celulares… ¿vieron los celulares que te completan la palabra cuando escribís? Uno todavía no sabe qué palabra va a poner pero pusiste dos letras y el celular te tiró la palabra entera. Digamos, este es el mecanismo: apenas despunta una realidad, la imagen ya viene a darle la orientación de perfección para formatear su comportamiento…

­—O para evitar que algún otro sujeto dé contenido e imagen a eso que está pasando, y lo oriente bajo sus propios fines, para no generar pensamiento analítico sino solo pensamiento consumista.

—Sí, evita la autonomía. Por eso es un sistema de dominación. Pero es muy completo: te dice qué desear, cómo ser, y cómo es la realidad en la que tenés que operar para obtener lo que deseás.

—En el buscador también está esa “sugerencia”. Tipias “pro” y te aparece… “propiedades…”, o cuando tipiás la búsqueda te dice “usted quiso decir tal cosa…”

—Como en la película Matrix. No sé si se acuerdan de que fuera de la Matriz, fuera del mundo creado por la supercomputadora, había tinieblas, o sea, nada… un mundo muy inhóspito, inhabitable, desértico. Esta imagen que aparece en cualquier punto de lo social automáticamente puede ser un poquito como eso de “Subte alerta” ¿vieron que en los subtes uno puede marcar *31416 y aparece el cana? Dicen que aparece el cana donde vos marcás… no hace falta, como en épocas pasadas, que haya un destacamento localizado, toda una institución policial en el lugar donde probablemente ocurran los delitos, porque, pulsando una tecla, aparecen de abajo de las baldosas. La propaganda de la agencia recaudadora de la Provincia de Buenos Aires dice: nosotros sabemos qué cultivás en tu campo, porque te miramos por satélite… no hace falta mandar inspectores. Por satélite sabemos a dónde tenemos que ir. Una superestructura dispersa, automática, que no tiene forma de bloque, que no tiene forma de institución y que, sin embargo, cumple la función de creación de consenso, de garantía de funcionamiento de las relaciones socioeconómicas. Los ejemplos podrían multiplicarse.

Se plantea un montón de cuestiones, como por ejemplo, ¿cómo puede ser que haya tanto consenso de cada uno a lo social tal como viene dado a la vez que cada uno quiere ser “yo mismo” –y la publicidad dice “tenés que ser vos mismo”? Cuestiones de ese tipo hay miles… ¿Por qué la imagen y no la palabra?[5] O, incluso, ¿por qué digo que la palabra es imagen? Y así siguiendo, pero me parece que ya después de una hora de oírme quieren hablar ustedes.

La tesis que quería compartir hoy es esta: la imagen, tal como la pensamos aquí, tiene función superestructural sin la forma en superestructural…[6]

Preguntas

Marcela: —Una cuestión se me ocurre. Puede parecer una cosa contradictoria, en esta dispersión de hoy, a diferencia de la superestructura clásica (donde todo de algún modo estaba orientado en una misma línea, hacia una misma ideología de progreso, hacia disciplinar los cuerpos en esa línea), esta hiperestructura –que es la imagen dispersa, automática, ubicua­– orienta, pero puede orientar en diferentes direcciones contradictorias.

PH: —Es una de las cuestiones que quedan pendientes, efectivamente, y es una cuestión seria: como la superestructura estatal nacional tenía un centro (el Estado-nación) y ese centro articulaba los proyectos, articulaba las instituciones. Ustedes definían en ese librito el Estado-nación como “concierto de instituciones”;[7] ahora, si es que todavía hay instituciones, no se concertan entre sí, y como no hay concierto las instituciones no producen subjetividad institucional (esto es, capaz de operar en cualquier otra institución). Los docentes dicen: mirá cómo me mandan a los pibes; digamos, uno de secundaria dice: en la primaria no le enseñaron nada y en la universidad dicen: en la secundaria no le enseñaron nada.

Cecilia: —Yo pienso que desde la estructura, el capitalismo, la globalización, no se quiere orientar… para mí esa es la respuesta… Ya desde la educación empezamos a ver en el ’90, bajar el nivel educativo en la Provincia de Buenos Aires. Así, también, si uno piensa en propagandas yo veo un doble mensaje siempre: podés llegar a esto pero no te olvides de pensar en vos… Ahí ya hay un doble mensaje: ¿cómo voy a llegar yo a esto si yo todavía no soy? Entonces es porque no se quiere llegar a que sean…

Ricardo: —¿Quién no quiere? El capitalismo no es nadie, no es “el señor capitalismo” que decide que se dé un doble mensaje.

PH: —Tenemos este problema: la imagen de Pampita no la pensó Bush, no la pergeñó un Maquiavelo. Las imágenes no las pone alguien pero, dado un predominio, vos no podés ofrecer lo tuyo con una imagen que no entre en el mainstream. Hay por supuesto un ‘off-mainstream’, diferentes corrientes alternativas que también tienen una dinámica de imagen que habilita consumo, que habilita la orientación consumista de la vida.

Diana: —El capitalismo es también informe, en el sentido de que no se sabe dónde está. Yo quiero preguntar otra cosa: cuando había una superestructura era más fácil oponerte, resistirte; ¿cómo hacés ahora para resistirte a una cosa tal volátil, tan ubicua, tan invasora? Antes te oponías por ejemplo a la religión, a la política, pero, ¿ahora? ¿Hay esos intentos de oposición o de resistencia a eso o no se ven?

Martín: —Sí que hay, están por todos lados, hay muchos, esto que estamos haciendo es un foco de resistencia claro y preciso, este capitalismo, nosotros no le estamos haciendo ningún negocio y así debe haber miles en todo el país, separados.

PH: —Seguro que los hay, pero ahí mismo nos topamos con la égida de la imagen: no se ven. Porque la imagen dominante, con su poder performador, logra también un poder enceguecedor: invisibiliza las prácticas que se salen de su formato (o invisibiliza las dimensiones salidas de formato de prácticas que sí entran en su formato: esta disertación, por caso, puede perfectamente calzar en el formato “reunión de antecedentes para un CV” y entrar en una dinámica imaginal-mercantil y desaprovechar su dimensión de potencia sin formato). Una tarea de pensamiento crucial, una tarea política, consiste en mapear esos flujos deseantes.

[…]

PH: —Otro de los problemas que se plantean es el de comprender una dominación que te domina dejándote suelto… ¿cómo es una dominación que domina dejándote suelto? Porque estamos acostumbrados a pensar dominación como opresión, como sujeción, como fijación a un lugar apresamiento.

R: —Y esto que decías de las publicidades, por ahí la opresión es voluntaria, uno se adhiere a ese mandato implícito de la publicidad.

PH: —Un refrán dice: “Podés llevar el caballo al río pero no podés hacer que tenga sed”. Pareciera que este sistema de dominación por la imagen te muestra el río y te hace tener sed de tomar esa agua… Entonces te puede dejar suelto porque te determina el deseo. Un psicoanalista no sé si aceptaría que eso se llama deseo pero desde el punto de vista práctico es claro que te determina la voluntad.

Y, para evitar caer en voluntarismos, quiero señalar que esa determinación de nuestra voluntad no depende de nuestra voluntad. Digo: la imagen ha logrado no solo decirnos cómo hacer para ser sino además hacernos sentir que si no nos photoshopeamos, si no tratamos de parecernos a la imagen, no existimos. Si no estás ahí no existís.

—Igual es mentira, sabemos que es mentira.

PH: —Puede que sea simulación, pero no es mentira. Y una simulación hasta tal punto realista que hay pibes que afanan para tener una Nike original y no de La Salada.

—Realista en el sentido de que sucede ese tipo de cosas, no verdad en el sentido de que es favorable.

PH: —Verdad en el sentido de que es cierto, se constata: cada uno constata que si no está dentro de una imagen en circulación, no existe, no le encuentra sentido al mundo.

—Es la identidad empobrecida, porque si para ser yo tengo que depender de las cosas…

—Pero esos son juicios valorativos que no importan.

PH: —Yo me quedo un poco con lo que dijo Cecilia antes de desorientación, creo que hoy la sociedad procede más en forma de red que en forma estructural. La información es general pero procede más en forma de bombardeo que en forma de secuencia; es eso lo que desorienta. El juego entre satisfacción e insatisfacción también es un juego entre desorientación y orientación y entre no sé para dónde agarrar y me agarro de lo que me ponen a la vista porque si no pierdo el tren.

D: —Voy a dar un ejemplo tonto: el otro día estaba con unos colegas que son rectores de colegios y me contaban que los chicos tienen una beca que les dan para que compren materiales de estudio, entonces con esa beca no consiguen que compren ni un cuaderno ni un libro porque van y compran los celulares que están continuamente actualizando, zapatillas de marca y son chicos humildes, ¿no? o sea, eso te da una pauta de cómo están dirigidos a un determinado consumo, son gente joven…

R: —Tengo otra pregunta para volver al principio: cuando vos decís Estado-nación, el concepto es ¿Estado-nación, o Estado? Porque yo no estoy de acuerdo con que desapareció el Estado, sí un Estado-nación de esa forma.

PH: —A veces digo Estado por comodidad, por abreviar, pero me refiero al Estado-nación, un tipo de Estado que conocimos en siglo XX, un Estado inclusor, organizador de lo social y que se agotó. No desapareció del todo pero el Estado que hay ahora no organiza toda la vida social; digo, Estado-nación es ese que además de concertar a las instituciones entre sí y además de tener proyectos centrales, orientaciones generales para cada país, se encargaba de que lo excluido quedara incluido (el loco en el manicomio, el delincuente en la prisión, el obrero en el sindicato…). Lo que había en los ’90 era que no había ningún tipo de inclusión para el excluido hasta que aparecen los piquetes, los movimientos de trabajadores desocupados, etc. A mí me parece que lo que vivimos en la última década fue que el capital supo (o tuvo que) producir algún tipo de inclusión para los excluidos (una inclusión imaginal, por supuesto); una inclusión no autónoma para los excluidos, no piquete, no fábrica recuperada, aunque eso sigue porque me parece que hay fábricas recuperadas, hay movimiento de trabajadores desocupados, hay piquetes, hay merenderos con apoyo escolar y hasta bachilleratos populares y demás, pero eso no obstruye el funcionamiento del capital y la concomitante producción de más marginados. Esto es muy desorientador, porque puede haber subjetivación, puede hacer algo activo, algo que en otro momento hubiéramos llamado revolucionario sin que sea antagónico con el capitalismo. El capitalismo contemporáneo, hasta donde yo veo, se banca cualquier cosa.

R: —Es que el capitalismo es revolucionario, me parece que la revolución es el capitalismo <risas>, claro, porque el capitalismo se revoluciona todo el tiempo a sí mismo. Entonces me parece que no hay posibilidad de revolución, que es nuestro sueño natural: revolucionar todo y que sea todo distinto. Eso es el capitalismo, me parece que ahí hay un atolladero del pensamiento… queremos hacer la revolución y la revolución ya fue (o está siendo).

Gabriela: —A menos que creas en una revolución interna donde se recuperen los conocimientos de todo lo práctico, todo eso que se perdió de las mentes “comunes” y que nos vuelve dependientes del consumo.

Gabriela: —A menos que creas en una revolución interna donde se recuperen los conocimientos de todo lo práctico, todo eso que se perdió de las mentes “comunes” y que nos vuelve dependientes del consumo.

PH: —Es muy potente lo que dice Ricardo: el capitalismo da una imagen de lo que puede subvertirlo tal que orienta las prácticas subversivas en un sentido capitalista. Tendríamos como imagen de superación del capitalismo la revolución porque revolución es lo que el capitalismo hace para “superarse”. Necesitamos entonces sustraernos de esa imagen de superación del capitalismo. ¿Cómo sustraernos a la dinámica del capital? ¿Cómo sustraernos a la dinámica imaginal que el capital produce? Puede ser que la filosofía del decrecimiento de Latouche colabore, así como la idea de agrietar el capitalismo de Holloway, así como infinidad de micro experiencias de pueblos originarios y de huertas de comunidades urbanas que hablan de buen vivir y no de vivir mejor (algo de esto traía, creo, Gabriela) que van produciendo modos de vida e imágenes de vida vivible que muestran un posible para explorar fuera de la Matrix… El problema está planteado.

[Se puede ver una continuación y esquematización en “La dominación imaginal (luego de la ideología y del desamparo)”.]

Escuchar la conferencia


[1] Sin embargo, la “superestructura” contemporánea remeda cierta forma institucional, y en este punto la cuestión se complica, pues ese remedo no quiere decir que se reconstruyó el Estado-nación; en otros ámbitos vengo intentando pensar qué Estado es el actual, provisoriamente lo llamo Estado posnacional, pero no podemos entrar en él ahora.

[2] Ver la idea de promesa como imagen y de la imagen como satisfacción de la promesa en “El bienestar en la cultura”, en Campo Grupal 110.

[3] Un apunte en “El kirchnerismo como pacto de seducción”.

[4] No significa que no tuviera efectos. Desarrollamos en El Estado posnacional. Más allá de kirchnerismo y antikirchnerismo, Buenos Aires, Pie de los hechos, 2011. Se puede ver un extracto en elestadoposnacionallibro.blogspot.com.

[5] Ver “Qué es una imagen si no es representación”.

[6] Ver “La hiperestructura, o las funciones superestructurales en ausencia de superestructura”.

[7] Grupo Doce, Del fragmento a la situación, Buenos Aires, ed. de autor, 1999.

Share

Comments

1 comentario sobre “De la égida del mercado a la égida de la imagen.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *