Apuntes a partir de la reunión del Taller Pensar en Fluidez del 21/10/9
Presentes: Ale, Rodo y Nacho. AjV y PH.
- Esta vez volvimos a dejar de lado el plan para el día para pensar la tesis de la égida de la imagen. Partimos del siguiente cuadrito:
Fecha aproximada | Siglo XX | 1990’s | Actualidad |
Época | Solidez | Fluidez 1 | Fluidez 2 |
Práctica dominante o “égida” | Estado-nación | Mercado | Imagen mercantil |
Medios de consenso | Ideología | ¿? | Imagen |
Efecto | Sistema | Desconfiguración | Figuración |
- La tesis égida de la imagen busca pensar la pregunta que viene trasuntando el taller: ¿cómo funciona una sociedad ‘sin’ superestructura? ¿cómo se produce subjetividad ‘sin’ superestructura?
- En el ‘relato’ lewkowicziano de la fluidez, lo social quedaba a la intemperie, huérfano de toda contención simbólica: el horizonte era lo asocial, la desubjetivación. La única respuesta parecía ser la actividad configurante del nosotros[1]:
“Con una prohibición que no desplaza y un trabajo que no abunda, nuestra civilización intenta definirse por su extraordinaria actividad configurante en el borde oceánico de la dispersión –que es nuestra barbarie, nuestro estado de naturaleza, nuestra guerra todos contra todos, nuestra ausencia de contrato: la figura actual de lo asocial–.”[2]
- Pero en la última década se nos hizo visible la égida de la imagen, esto es, una práctica social que podríamos llamar ‘la actividad figurante del capital’, esto es, ese flujo de imágenes que entra a componer el flujo de obviedad contemporáneo.
- Una de las cuestiones a pensar es la diferencia entre la imagen mercantil y la ideología.
- La ideología tenía una existencia concentrada en instituciones; la imagen, una dispersa. La ideología tenía una localización en “la azotea del edificio social”; la imagen es ubicua. La ideología era superestructural; la imagen, hiperestructural.
- La ideología era diseñada por un complejo mecanismo de aparatos ideológicos que funcionaban como una voluntad; la imagen les da una figura a las cosas automáticamente.
- Esa voluntad, además, era única y centralizada; este automatismo es múltiple y diseminado (mientras que aquella funcionaba a lo ilustrado, o sea, con autoconciencia, este funciona a lo Adam Smith, o sea, empírica y anónimamente, guiado por “la mano invisible del mercado”).
- La ideología era tanto disciplinadora como disciplinada: era sistemática. La imagen es indisciplinada, incoherente, fragmentaria. La ideología no puede representar cualquier cosa porque la llevaría a incongruencias inadmisibles para su disciplina interna y deja cosas fuera; la imagen puede ‘representar’ cualquier cosa de cualquier modo (ej. de Chávez dentro de una remera dentro de un músico dentro de una entrega de premios dentro de MTV dentro de la pantalla o ej. de Maradona con Fidel y con el Papa y con Menem y con Cristina y con sus tatuajes).
- Esto a su vez lleva a la recombinabilidad de la imagen y explica su funcionalidad para el recombinante capital contemporáneo: habilita la producción de subjetividad recombinable.
- La imagen no es la representación de lo real sino la aspiración de lo real. Y así vemos cómo la imagen mercantil orienta las prácticas sociales de tal forma que aseguren la égida del capital financiero:
- Lo real debe ‘photoshopearse’ para ser como la imagen.
- Si no llega a ser igual que la imagen (y esto es lo más probable), puede lograr un nexo imaginario con ella. Ejs.: zapas truchas, hamburguesas mucho peores que las de la foto, un lujito cada tanto, el corte de pelo a lo Beckham, etc.
- En uno u otro caso, la imagen orienta el deseo.
- La ideología es estable. La imagen es fluyente, veloz. Esto tiene consecuencias sobre las identidades de los individuos y los grupos (según Bauman, la identidad actual es híbrida, efímera e “infradeterminada”).
- La ideología representa. La imagen performa.
- Habría que distinguir (pensar la distinción) entre estructurar y formatear.
- La ideología era, se decía, ‘la imagen que tenés de tu lugar en el mundo antes de que te preguntaras por tu lugar en el mundo” (eso, cuando había lugares para los hombres y las imágenes). La imaginería es, diríamos, ‘la imagen que tenés de vos cuando no hay tu lugar en el mundo”.
- Etc.
- Otra cuestión a pensar. ¿La imagen no deja un resto sin dominar? y también, ¿existe un flujo de imagen contrahegemónico?
- Otra cuestión a pensar. ¿Cómo condicionan los campos de producción y circulación de imagen en la imagen?
- Otra cuestión a pensar. ¿Hay algún tipo de control humano voluntario de la producción y circulación de imágenes? En otras palabras, ¿hay censura, filtrado, restricción?
- Otra cuestión a pensar. ¿Cómo, dónde y cuándo, lógicamente hablando, la imagen pasa a tener primacía sobre la cosa? Una primera hipótesis: allí cuando la cosa no tiene más remedio que buscarse una imagen.
- Otra cuestión a pensar que surgió hacia el final y que por ahí permite pensar la anterior: la cuestión de la función hiperestructural de cierta imagen: la de “caerse del mapa”, la de la desolación y el aislamiento. Esta imagen circula de diversas maneras. En cierto ámbito culto, como “poética de la intemperie”; coloquialmente, como ‘si no conocés o no probaste X, no existís’; cinematográficamente (lo que incluye canales de circulación televisivos internéticos y truchos en general), como lo que está fuera de la matrix: el desierto de lo real, un escarpado mundo de tinieblas, frío y naves-gendarmes que te despedazan; de miles de maneras, como quiebra, desempleo, indigencia.
- Una hipótesis. La imagen domina insinuando/amenazando con que podés caer en lo inimaginable, o en la desolación cuya imagen te muestra. La cosa no tiene más remedio que buscarse una imagen.
- Otra hipótesis (o una continuación de la misma). Venimos viendo una correspondencia aislamiento / lazo ‘contactual’ / hiperconexión / superfluidad. Luego, podríamos postular una correspondencia entre todo eso y la dominación ‘imaginal’.
- Ale recordó que aparece como decisivo en los relatos de piqueteros y laburantes ‘recuperadores’ de fábricas el encontrarse en lo sin imagen, caídos del mapa, así como el tampoco tener una imagen de qué hacer o qué futuro buscar. Con esto advertimos uno de esos puntos en que se abre la disyuntiva entre actividad configurante del nosotros y actividad figurante del capital (o, respectivamente, entre posibilidad y oportunidad).
[1] Pensar sin Estado, capítulos 9 y 11.
[2] Pensar sin Estado, p. 208.