Oído al pasar: ‘A veces me agarran ataques de ancianidad. Cuando tengo que hacer un recorrido nuevo, hacerlo ya me hincha las bolas. Porque ya tengo que pensar por dónde ir, no conozco el camino, no conozco con qué me voy a encontrar, etc.’
De esto se puede sacar qué es vejez y qué es juventud, y tal vez también qué es madurez, adultez. La juventud sería esa situación en la que la inversión de energía necesaria para realizar recorridos nuevos es baja a niveles absolutos o relativos. Dado que cuánto más nuevito es uno menos son las cosas que tiene ya conocidas y todo o casi todo lo que hace es nuevo, entonces, por muy grande que sea el esfuerzo a niveles absolutos para emprender algo nuevo, ese algo requiere un esfuerzo que resulta relativamente despreciable.[1]
El viejo, totalmente viejo, es el que no emprende recorridos nuevos porque no tiene la vitalidad, la jovialidad o energía suficiente para vérselas con recodos y necesidades del viaje imprevistos, para armar y emplear recursos que no tenga ya adquiridos, para realizar ese recorrido.
La madurez, claro, sería un intermedio entre esa juventud y esa vejez, pero habría que especificar cualitativamente este intermedio. En la madurez están adquiridos los recursos, llamemoslos así, estratégicos y sólo se admite aprender recursos tácticos para los recorridos que se emprendan y las empresas que se recorran.
Diríamos, resumiendo, en la infancia se aprende lo grueso, en la adultez se usa lo grueso para aprender lo fino, en la vejez no se aprende más. Llamamos «grueso» a lo estratégico, «fino» a lo táctico, o «grueso» a lo estructural, «fino» a lo coyuntural; «grueso» a las bandas del camino, «fino» a los pormenores del camino, a lo que está entre esas bandas.
Por supuesto, todas éstas son especificaciones cualitativas que hablan de nombres de etapas de la vida, pero no para encasillar a los que están en esas etapas de la vida, sino para formalizar y tener un criterio no etario de juventud, vejez, madurez. Puesto que son muchos los de 80 que se ponen a aprender a mandar correos electrónicos, a navegar por Internet, o que emprenden cualquier proyecto a esa altura de la vida; son muchos también los jóvenes que se contentan con lo grueso que ya aprendieron otros (sea la escuela, o la universidad o la familia); y hay adultos que a veces encuentran con que el camino por donde andan no tienen bandas, y tienen que aprender lo grueso, las bandas, lo estructural, lo estratégico desde cero y comportarse juvenilmente. También hay que decir que hablamos de tipos ideales -como creo que los llamaría Weber-, tipos puros que delimitan discretamente un espectro que en realidad es continuo.
1 En este texto no estamos teniendo en cuenta los estímulos y desestímulos afectivos y de otro tipo. Estamos haciendo abstracción de ello. A la vez conviene aclarar que estas evaluaciones de inversión de energía y costos relativos, no se hacen siempre conscientemente. Son simplemente una lectura económica de los emprendimientos que realiza un joven, un adulto, un viejo.